Si te operas está mal si no lo haces también. ¿De qué se trata la belleza? ¿Quién la mide? En México las mujeres gastan alrededor de 40 mil pesos al mes en productos de belleza y los hombres registran un tanto de 30 mil pesos al año, de acuerdo con la Industria de Belleza de Precio en NDP México. Datos que apuntan a la reflexión de que le belleza es medida por la capacidad de consumo, como lo desarrolal en su libro Naomi Wolf.

Los productos de cuidado personal, donde se incluye el maquillaje, fragancias, cuidado de al piel, depilación y afeitado masculino alcanzó 198 mil 42 millones de pesos en 2019.

Las mujeres son las que gastan más que los hombres, aunque la compras de productos para la estética masculina ha ido en aumento. Algo interesante es que la publicidad referente a la cosmética de ellos, no está enfocada en el sufrimiento sino en el hedonismo, dijo Nerea Pérez de las Heras, autora de Feminismo para torpes (Martínez Roca).

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Revolución industrial

El mito de la belleza de Naomi Wolf, la escritora descubre algunas coincidencias cronológicas: justo cuando la revolución industrial reveló que las mujeres podrían ser una fuerza productiva comparable a la de un hombre, la belleza se convirtió en una forma de tasar su valor (antes, solo entre la nobleza era más deseable una cara bonita que unos brazos fuertes para el trabajo en el campo). 

Esta patrón de la belleza se instaura al mismo tiempo en que despiertan los primeros conatos de reivindicaciones por la igualdad. Y desde entonces se empieza a escuchar la cantinela que aún resuena hoy. “Las mujeres que se quejaban del mito de la belleza era porque tenían algún defecto a nivel personal: eran gordas, feas, incapaces de satisfacer a un hombre o lesbianas”, escribe Wolf.

Es en la Segunda Guerra Mundial y la posguerra cuando la mujer huir entrar al mercado laboral y se vuelve inmune al hogar. Es cuando el patriarca, a través del mercado d ella belleza, busca atar en corto las ambiciones femeninas.

El trabajo inagotable, aunque efímero, en torno a la belleza reemplazó al también inagotable y efímero trabajo doméstico”, prosigue Wolf, para quien la clave de todo este culto estético tiene un objetivo: “La identidad de las mujeres debe apoyarse en la premisa de nuestra belleza, de modo que nos mantendremos siempre vulnerables a la aprobación ajena, dejando expuesto a la intemperie ese órgano vital tan sensible que es el amor propio”.

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La belleza no sólo era física, también una conducta

La exigencia de la belleza cae más en las mujeres, el 16% de las féminas sacrificarían un año de su vida por estar delgadas (un 2% incluso llegaría a ceder 10), reveló una investigación. realizada recientemente por investigadores de la Universidad del Oeste de Inglaterra, en Bristol.

La belleza normativa no sólo caerá en al apariencia si no en la conducta, donde se apela a ser sumisa, insegura y deseosa de agradar. 

“La lucha por alcanzar la normatividad estética, entrar en esos estándares cada vez más imposibles –de eso se trata–, alimenta grandes industrias y nos mantiene obedientes y temerosas de salirnos de la norma. Ese temor y obediencia produce mucho dinero, y genera también mujeres insatisfechas y sumisas, algo que es igualmente rentable. Mermar nuestra autoestima es un buen negocio, porque seguimos saliendo más baratas en el mercado laboral, en el que pediremos menos mejoras”, escribe la artista visual Raquel Manchado, que ha escrito el prólogo a esta edición del libro de Wolf.

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Las contradicciones del “cosmetriarcado”

En el artículo de El País, ‘Cosmetriarcado’: ¿es la guapura el lado feo del patriarcado?, se aborda que el mercada tiene un mensaje para todas.

Las cremas enfocadas a las mujeres que se sienten bien consigo mismas, son la prueba del movimiento body positive, que en realidad sólo promueve el consumo del nicho de mercado de las mujeres son sobrepeso.

“La incorporación a la publicidad de cuerpos más diversos y valores supuestamente feministas responde principalmente a que estos argumentos de venta resultan atractivos y por lo tanto rentables. El capitalismo es una máquina de absorber lo que está en los márgenes”, explica Pérez de las Heras.

Para el patriarcado nunca serás suficiente, siempre habrá un producto que te ayudará a ser l más parecido al modelo que te proponen. La discusión que se abre es ¿entonces está mal que las feministas se procuren?

 No necesariamente. Ya escribió Wolf que de lo que se trata es de defender el derecho de la mujer a tener el aspecto que desee, en lugar de obedecer a los dictados del mercado y de una industria publicitaria multimillonaria, que, a menudo, recurre a mensajes emancipadores para vender un champú. 

Con información de El País