En el Diccionario de la Lengua Española la primera acepción de padre es: “Varón que ha engendrado uno o más hijos”. Esta definición hace referencia a una función biológica que, tradicionalmente, ha aparecido como la responsabilidad única o principal (podríamos agregar la proveeduría) reservada a los padres. La pregunta es si esta concepción debería continuar vigente en nuestros días, a la luz de dos tipos de derechos garantizados por nuestro marco legal: por una parte, el bien superior de niños, niñas y adolescentes quienes además de requerir un componente biológico que dé inicio a su vida, también necesitan -entre otras cosas- una relación afectiva y una vida libre de violencias por parte del progenitor. En el caso de las mujeres, la posibilidad real del derecho a la igualdad implica, entre otras cosas, la redistribución del trabajo doméstico y de cuidados con los hombres, lo que incluye la necesidad de redefinir sus papeles en la crianza y cuidados de la descendencia.

Este contexto implica cuestionar, entonces, la concepción tradicional del padre. En tiempos recientes, se usa el término paternidades, entendido como “la relación que los hombres establecen con sus hijas e hijos en el marco de una práctica compleja en la que intervienen factores sociales y culturales, que además se transforman a lo largo del ciclo de vida tanto del padre como de los hijos (as)”. En esta definición, la palabra clave es la relación; por ejemplo, sería difícil pensar que un padre que sólo cumple con su función de proveedor esté estableciendo alguna relación apropiada -un símil sería imaginar el vínculo que se establecería con un cajero automático; ¡no suena muy atractivo!

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Entonces, tenemos que el entorno social está cambiando y que ello exige un papel diferente de los padres. Cabría preguntar, entonces, si los hombres nos estamos ajustando a esta nueva realidad. En general, podemos observar a más hombres llevando a hijos e hijas al parque o en el transporte público; quizá conozcamos hombres en nuestros entornos inmediatos que tienen una mayor interacción con hijos, hijas. Sin embargo, las cifras nos revelan que en la atención de personas sanas menores de 14 años, en promedio los hombres invierten 12:42 horas, en tanto que las mujeres emplean 53:29 horas a la semana -esto significa que ellas exceden en 321% el tiempo que ellos utilizan.

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Ahora bien, en el caso de los padres que se relacionan en mayor medida con su descendencia, ¿qué los motiva a ello? Aunque no puede descartarse un proceso reflexivo que los llevó a modificar las prácticas de sus antepasados, en las conversaciones que hemos tenido desde GENDES con padres de varios sectores socioeconómicos y de diferentes entidades federativas, parece que el factor que mayor incide en la redefinición de la paternidad es el externo: necesidad de que la pareja trabaje para completar el gasto, deceso de la pareja, embarazo no planeado que obliga a tomar una determinación: huir o hacerse cargo. Cabría preguntar si esos mismos hombres se harían cargo de hijos e hijas si las condiciones externas se modificaran, por ejemplo, a una situación en la que su participación pueda ser sustituida por alguna mujer.

Aún quedan otras incógnitas: ¿de qué parte de la crianza se encargan los padres? Una primera hipótesis es que se encargan del juego, quizá del apoyo en tareas; pero en menor medida se ocuparán de aspectos como el aseo, el cuidado cuando enferman, la alimentación cotidiana. Si bien no existen datos suficientes para responder a esta pregunta, lo que desde GENDES hemos propuesto es una serie de pautas de comportamiento que deberíamos realizar los padres; a esto lo denominamos paternidades integrales. En el próximo artículo explicaremos de qué se trata.

Cuáles son las tareas de las que se encargan los hombres ¿del juego, del aseo o de los cuidados?

 *Este artículo fue escrito por René López Pérez, responsable de investigación de GENDES Género y Desarrollo.

@renelo0106