Pamela Escobar, Julieta Itzcovich, Ángela Valenzuela y Cássia Moraes son mujeres, menores de 30 años y defensoras del medio ambiente. Aunque tienen mucho en común con la adolescente sueca Greta Thunberg, practican su activismo desde Latinoamérica, donde no han conseguido, aún, una visibilidad global.

"Ser mujer y latinoamericana quizá me limita en el sentido de que somos menos escuchadas, pero sea el país que sea, y se tengan los medios que se tengan, lo que importa es la convicción de que queremos un cambio", defiende Escobar, de 19 años, en entrevista a Efe.

 

Ella es una de las representantes de los jóvenes líderes de su generación en la cumbre de alcaldes del grupo de acción climática C40, que las 94 ciudades que lo integran celebran desde el miércoles y hasta este sábado en Copenhague para promover nuevos compromisos.

Cuando estudiaba en el instituto, la mexicana leyó el libro "Una verdad incómoda", de Al Gore, ex vicepresidente de Estados Unidos y participante en este C40. Tras eso, investigó el cambio climático con más profundidad, comenzó a impartir conferencias al respecto en su escuela y luego decidió llevar su activismo a la calle.

"La educación es un factor fundamental para que las personas puedan tener conciencia ambiental", subraya Escobar, que en su país es una de las integrantes del colectivo Fridays For Future (FFF), el mismo de Thunberg, que le parece una "persona admirable".

El discurso de la sueca en la pasada Asamblea General de la ONU en Nueva York inspiró a la argentina Itzcovich, de 17 años. Según ella, su declaración renovó su energía en la lucha contra el calentamiento global.

"La fuerza del discurso me hizo darme cuenta de que estamos en una crisis climática. Y ya estamos sintiendo las consecuencias de este fenómeno", afirma.

Como activista, Itzcovich participó por primera vez en una protesta el pasado 15 de marzo. Un mes después, empezó a frecuentar los viernes la Plaza de Mayo, en Buenos Aires, en defensa del medio ambiente, y lo sigue haciendo hasta hoy.

A pesar de la gran proyección que han ganado los jóvenes tras el discurso de Thunberg, Itzcovich subraya que el activismo medioambiental "existe desde hace siglos". Pero, en su opinión, hay "muchas diferencias" entre militar en América Latina y en Europa.

"En Latinoamérica falta conciencia en la población sobre la crisis climática. No se mueve la misma cantidad de gente en países europeos y en los latinoamericanos, que somos los que más sufrimos la consecuencias del cambio climático", sostiene.

La chilena Ángela Valenzuela, de 25 años, coincide con la importancia de la contribución de Thunberg para el activismo ambiental.

"Nos dio un ejemplo de que la acción individual tiene un impacto que jamás podíamos imaginar. Provocó unas chispas que dio a los jóvenes una plataforma global para la acción", dijo la coordinadora del FFF en Santiago.

Valenzuela, que también es cantautora, comenzó a involucrarse con la causa ambiental en el colegio, donde empezó a leer sobre el cambio climático y, después, implementó un programa de reciclaje en su centro. "A partir de ese momento decidí dedicar toda mi vida, pensando casi a diario qué podría hacer frente a la crisis climática", afirmó.

Originaria del país vecino, la brasileña Cássia Moraes, de 29 años, empezó su activismo a los 14, "antes de Thunberg", cuando decidió ser vegetariana. Su trabajo final de graduación en Relaciones Internacionales, en 2009, fue sobre el cambio climático.

Desde entonces no paró y, hace un año y medio, creó una red que conecta a jóvenes activistas en todo el mundo, la Youth Climate Leaders.

"Cuando me gradué no logré encontrar trabajo. Años después, cuando empecé a trabajar, identifiqué la necesidad de profesionalizar a activistas jóvenes defensores del clima", defiende.

Los jóvenes, en su opinión, han conquistado espacio en el debate público. El próximo paso es conseguir que quienes toman las decisiones, como políticos y empresarios, los tengan en cuenta, señala.