La mayoría de quienes son especialistas en las políticas del bienestar no se habían propuesto evaluar la dimensión del tiempo como relevante, ya que pocas veces se ha comprendido como importante el tiempo que se dedica ya sea al trabajo productivo y/o al trabajo reproductivo, siendo éste sumamente indispensable para la sostenibilidad de la vida cotidiana.

Dada la situación de contingencia del covid-19, y por cuestiones de seguridad en nuestra salud, muchas personas están realizando su trabajo remunerado desde su casa. Por ello, se ha comenzado a reflexionar sobre el tiempo; algunas de las preguntas que nos hacemos son ¿qué implica este cambio en y para la familia? ¿cómo cambia la organización familiar al interior? ¿Mujeres y hombres participan de la misma forma de la distribución de cuidados si hay hijas e hijos? ¿si vive sola la persona cómo se organiza para las diversas gestiones del hogar sin poder salir?

En los noventa, algunos especialistas como Armen-Gagliardi y Prieto señalaron que la flexibilidad del trabajo remunerado acaba perjudicando siempre los colectivos más vulnerables en el mercado de trabajo (mujeres, jóvenes, personas inmigrantes, personas discapacitadas, etc.); la jornada laboral acaba siendo más de 8 horas estando aún en casa, ya que en este modelo no hay lugar para el tiempo de trabajo de la reproducción, ni para el cuidado, ni tiempo libre, ocio, ni otras actividades. Lo que implica que sólo es tiempo de producción.

Ahora bien, en nuestro contexto actual, el reto está en combinar y compatibilizar cotidianamente el trabajo productivo y el reproductivo de manera que, lejos de demandar de forma exclusiva a las mujeres el trabajo no remunerado, de cuidados, podría ser un bien compartido entre mujeres y hombres de manera solidaria. Para comenzar a hacerlo se propone una reducción en el horario de la jornada laboral en casa, para que con esto se generen ciertas condiciones para la redistribución de las labores domésticas y de cuidado entre las personas que componen la familia y que están conviviendo en el hogar. Sin embargo, ¿esto es factible en países como México? 

Para responder, hay que empezar a pensar cómo hacerlo, ya que ante nuestra realidad, se ha mostrado que tanto las tareas que hacemos las mujeres, como las que hacen los hombres, sean remuneradas o no, son vitales para seguir cada día, pues si nos apoyamos en conjunto, hay más posibilidades de subsistir ante las adversidades.

Luz Galindo 

Twitter: Luz Galindo

Actualmente docente de la UNAM. Realizó su estancia postdoctoral en el CEDUA-COLMEX. Sus líneas de investigación son la perspectiva de género, políticas públicas, usos del tiempo, corresponsabilidad social, vida cotidiana y trabajo de cuidados, diversidad familiar y diversidad sexual, nuevas experiencias de ser hombres (masculinidades).