“Aquí no hay quirófano y no podemos operarte, vamos a llevarte a Tula”, Paulina contó a La Cadera de Eva, “No es fácil estar en cama sabiendo que tu bebé está muriendo dentro de ti”. Le indujeron un medicamento y cuando le hizo efecto su bebé comenzó a trabajar, antes de irse a Tula su bebé nació. “Si esto me hubiera pasado en mi primer parto pierdo a mi hijo, por el miedo y no saber, que bueno que fue el último”.

Paulina vivió su primer parto a los 19 años, era primeriza, desconocía todo y había escuchado que las mujeres podían tardar hasta tres días en dar a luz. “Son dolores muy fuertes, nunca los había sentido”. En su primer parto tardó aproximadamente un día desde que sintió las primeras contracciones hasta que nació su bebé. Ahora tiene cuatro hijos y recuerda a su último parto como el más complicado. 

Su bebé pesó cuatro kilogramos, por la mañana Paulina comenzó a sentir dolores, pero sabía que no podía ir a la clínica hasta que tuviera ocho o nueve de dilatación, vive en la Huerta Capula, cerca de Ixmiquilpan Hidalgo. 

El día siguió y los dolores no aumentaban, alrededor de las siete de la noche presintió que algo estaba mal y le pidió a su marido ir al hospital. El médico le dijo: “tú bebé dejó de trabajar”. De un minuto a otro el último embarazo de Paulina ponía en riesgo su vida y la de su bebé. 

El doctor Luis Eligio Espinosa explicó a La Cadera De Eva que aún es incierta la razón por la cual los bebés comienzan el trabajo de parto, o lo detienen. Y que únicamente en complicaciones de salud se recomienda la intervención médica. 

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“Cuando el útero tiene contracciones tan intensas que provoca que el cuello se vaya borrando el trabajo de parto inicia. Conforme se abre el cuello del útero el bebé se adapta a las contracciones, desciende a la pelvis y cuando el cuello está completamente abierto (10 centímetros de dilatación) pasa por la vagina y sale el bebé”, explicó el experto. 

Las mujeres confían en su cuerpo 

Adriana tuvo dos hijos hace más de 20 años. Su primer parto lo describe como un momento en sincronía. Las contracciones comenzaron y de inmediato le marcó a su esposo. Al llegar al hospital tenía muy pocos centímetros de dilatación.

Recuerda las fuertes contracciones, pero aún le faltaban tiempo para la expulsión. Su médico le dijo que sería un parto largo, aproximadamente duró entre ocho y diez horas. La llevaron a la sala de expulsión, y su esposo y madre la acompañaron todo el tiempo. 

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“Confié en la naturaleza, en que mi cuerpo sabía qué hacer y que todo estaría bien”, compartió Adriana, “es una sensación que te estremece el cuerpo, tiemblas, sudas en frío, es un esfuerzo titánico; pero todo es soportable. Todo es parte de ti”.

“Los nacimientos idealmente se dan por la fisiología de la mujer, por naturaleza, pero esto requiere mucha paciencia y tiempo” aseguró el doctor Luis Eligio Espinosa.

Un parto también es trabajo en equipo 

“Fui afortunada de encontrar la información correcta. Desde el comienzo estaba segura de querer un parto natural”. Tres semanas antes del nacimiento de su bebé Julia cambió de ginecólogo, porque presentía que al último momento le practicaría una cesárea. Actualmente en México dos de cada tres cesáreas realizadas son innecesarias. La tasa óptima a nivel global recomendado por la OMS es del 15 por ciento sin embargo, en la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (2016), última que se tiene en esta materia, en México se reporta del 42.8 por ciento de cesáreas.

Julia dilató días antes del parto, sabía que podía suceder y no se preocupó. Sus contracciones aún eran irregulares. “A la una de la mañana me desperté por el dolor, mi doula escuchó mis quejas por el teléfono y nos dijo: “ya vayan al hospital”. Al llegar, Julia tenía nueve de dilatación, prácticamente dilató dormida, en poco tiempo llegó a diez. Su parto fue en agua, se dice que este tipo de parto relaja los músculos, disminuye el dolor y  proporciona facilidad de movimientos. 

Su bebé nació y de inmediato lo pusieron en el pecho de Julia. “Sentí un alivio impresionante, sí es un dolor muy fuerte, hubo momentos donde pedí la anestesia, pero en cuanto salió mi bebé el dolor se fue de inmediato.

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Cada mujer tiene un parto diferente 

A Olga le dijeron que debía hacer largas caminatas durante su embarazo para no tener problemas en el parto. El día que fue su parto también fue el cumpleaños de su papá, toda la mañana y tarde estuvo en la fiesta acompañada de su familia. En la noche comenzó a sentir un poco de dolor y le dijo a su esposo: ‘ya va a nacer’. Habían pasado más de 40 minutos desde que sintió dolor y su llegada al hospital. 

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El médico en turno la recibió para atender su parto de inmediato. ‘Di un suspiro fuerte y nació mi bebé. No tarde más de 15 minutos’ asegura no estar segura de cuando dilató ni recuerda mucho dolor. Cuando nació su bebé las enfermeras lo limpiaron y lo pusieron en su pecho para que le diera de comer. “Yo me sentí tranquila, depende del cuerpo, cada una reacciona diferente”. 

El cansancio de los partos 

Las contracciones fueron fuertes y rápidas. ‘Intenté hacer las posiciones que había aprendido’ cuenta Gina, ‘mi esposo me ayudaba y mi doula también’. Los trasladaron a la sala de expulsión, específica para partos naturales, pero no salía su bebé, no salía, pero dolía muchísimo. Todo seguía bien, su latido y respiración estaban monitoreadas. Gritos de ‘ya no puedo’ se escucharon. Estuvo varias horas parada y no salía su bebé, Gina decidió acostarse a pesar de no ser la posición más recomendada “Yo creo que hay algo en tu cuerpo que te dice lo que necesitas, en cuanto me acosté sentí alivio”.

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El hijo de Gina se adelantó cinco semanas. A las seis de la mañana de un domingo Gina se despertó corriendo al baño pensando que se había hecho pipí “la doctora dijo que nuestro bebé ya comenzaba a apretarte la vejiga” le recordó su esposo, pero cuenta que ya estaba despierta y aún así no podía controlar el líquido. Se le rompió la fuente y eso quería decir que su bebé nacería. 

Seguía la labor de parto y la doctora le pidió a Gina pujar más y más “Ya sáquenlo, ya no puedo pujar con más fuerza” entre sudor, gritos y dolor la expulsión continuaba ‘Nadie va a traer a ese bebé al mundo más que tú” le dijo su doula. Nació el bebé de Gina. Inmediatamente lo pusieron en el pecho de su mamá para comer, pero no tuvo la suficiente fuerza. Todo estaba bien. “Esta vez no lloré, estaba muy contenta, pero ya quería descansar” recordó Gina. 

Cuando el dolor se va 

Naira tiene dos hijos, cuenta que en su primer parto sentía incertidumbre y nervios; había trabajado durante meses para estar conectada con su cuerpo durante todo el proceso de embarazo. El día de su parto pensó que los dolores eran porque había comido pesado; pero no fue así, su labor de parto estaba iniciando. Se preparó para tener el trabajo de parto mayormente en su hogar. Había dolor y dijo: “es como desconectarse del mundo, debes estar concentrada en ese momento”. Su marido la acompañó en todo momento y también una partera. 

Naira tomó un psicoprofiláctico, un curso que sirve para la preparación de los padres durante el embarazo. Cuando tenía entre siete y ocho centímetros de dilatación subió al coche y se dirigió al hospital. 

“¡Joven por favor apúrense, en serio ya necesito!” le insistió a la persona en el mostrador del hospital.

Sentía nervios, y sobre todo responsabilidad porque el parto saliera bien. Al llegar a la sala de expulsión todo es intenso. “Se siente como si vivieras una experiencia fuera de tu cuerpo, pero en tu cuerpo porque todo sucede físicamente, pero también emocionalmente”. Naira pujó mucho tiempo, y lo describe como algo cansadísimo, le atemoró tardar tanto, pensó: ‘me estoy tardando mucho, no va a respirar mi bebé, se va a atorar’. Hasta que salió de su cuerpo. Todo cambió, el calor y el dolor dejaron de sentirse y llegó un profundo alivio, amor y felicidad.