¿Por cuánto dinero arriesgarías tu libertad? ¿30 mil? ¿200 mil? ¿1 millón? ¿Tu libertad no tiene precio? La respuesta responderá a las circunstancias individuales, y estas, evidentemente, estarán estrechamente ligadas al contexto.

Imaginemos ahora que estás dispuesta a arriesgarlo todo por dos mil pesos. Imaginemos, también, que eres zapoteca, que cuidas de tu madre y que tu oficio es el de costurera. El hilo y la aguja es tu único ingreso mensual. Si ya has llegado hasta este punto te voy a pedir forzar un poco más la imaginación: por primera vez en tu vida aceptas transportar un paquete. Sabes que está mal, pero lo aceptas porque este mes no tienes dinero ni para comprar telas.

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Como no sabes de qué va el negocio, cuánto se paga, ni qué conlleva, aceptas transportarlo por dos mil pesos: te parece normal, es lo que haces en un mes entero de trabajo exhaustivo; te ayudará a comprar comida para ti y tu madre y podrás comprar insumos para seguir trabajando.

Pero, algo sale mal. Tú terminas encarcelada con una sentencia de seis años y seis meses de prisión y tu madre, que ya no puede caminar ni ver bien, sola en su comunidad de origen y sin los medios para mantenerse por sí misma.

Equis Justicia puso rostro a hombres y mujeres privados de su libertad

Dejemos ahora la imaginación a un lado. Esta historia es un caso verídico de los muchos que abundan en nuestro país y fue presentado por Equis Justicia y Documenta A.C. en conferencia de prensa. Ambas organizaciones, que cuentan con una larga trayectoria en la defensa, estudio y promoción de los derechos humanos, se dieron a la tarea de ponerle rostro a las mujeres y los hombres que están privados de su libertad, en condiciones de extrema vulnerabilidad y cuyos casos requieren de atención urgente de las autoridades.

“La situación era terrible incluso antes del covid-19”, asegura Ana Pecova, directora de Equis Justicia. Las cifras hablan por sí solas: 91,4% de las mujeres no había sido juzgada previamente por un delito y 76,3% de ellas sufrieron algún tipo de violencia por parte de la policía según datos de la misma organización.

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A estas condiciones hay que sumarle el contexto de la pandemia. Entonces la ecuación se vuelve atroz: criminalización de la pobreza + explotación de las condiciones de vulnerabilidad + debilitamiento del entorno familiar + emergencia sanitaria = El resultado es la urgencia, la imperiosa necesidad de despresurizar los centros penitenciarios, garantizar condiciones de higiene dentro de ellos y juzgar con perspectiva de género.

¿En qué puede ayudar la Ley de Amnistía?

Hace algunas semanas escribí en esta misma columna que la Ley de Amnistía no iba a beneficiar a las mujeres presas por abortar ya que no hay mujeres encarceladas bajo ese delito en el fuero federal. Sin embargo, la Ley de Amnistía sí puede beneficiar casos como este: mujeres y hombres en situaciones de extrema vulnerabilidad a los que la justicia les ha fallado. Y que no pueden esperar.

Mientras la Comisión de Amnistía sigue retrasándose en la publicación de los lineamientos para poder acceder a los beneficios de la ley -que ya deberían ser públicos-, los días pasan, la pandemia por covid-19 se agudiza y las posibilidades de padecer consecuencias irreversibles se multiplican.

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“Las personas privadas de la libertad están en custodia del Estado”, nos recuerda en esta misma conferencia, María Sirvent. El Estado, entonces, tiene la obligación de garantizarle a estas mujeres y estos hombres condiciones de seguridad, higiene y bienestar. También tiene la obligación de atender las inequidades de género que se profundizan dentro de los penales: las mujeres son juzgadas con penas más severas y 50% de las que están privadas de su libertad no cuentan con una sentencia. Es decir, no se sabe si son culpables o no.

Imaginemos que estás en una celda del Reclusorio Femenil de Tanivet, Oaxaca. Tu caso fue tomado por Equis Justicia y tu pedido de amnistía presentado el 1 de julio. Sabes que los lineamientos aún no han sido publicados y que dependes de ellos para poder acceder a las medidas de reparación por haber sido juzgada sin perspectiva de género. Pero el tiempo se te está acabando y ya no puedes esperar: imaginemos que tu nombre es Araceli.

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#AmnistíaYA

*Luciana Weiner feminista de corazón, también es periodista del CIDE, colabora en ADN 40, escribe para La Razón y La Cadera de Eva.

@Luliwainer