Ofender e insultar a menudo puede parecer una práctica graciosa, inteligente y oportuna; pero en realidad un insulto busca herir o dañar, por lo general, atacar de forma personal a otro y/o dar donde más le duele. 

Existen varios estudios sobre los diferentes beneficios que puede traer el decir groserías, pero esta nota no hablará sobre eso; sino que intenta repensar ciertos insultos que apelan a la denigración, sexualización y cosificación exclusivamente de la mujer. 

En Diccionario temático de Rafael del Moral existen cuatro clases de insultos los de inteligencia y salud: idiota, imbécil, deficiente; los de educación: analfabeto, ignorante; los de bondad: sinvergüenza, canalla, degenerado; y, los de valentía: cobarde, gallina. 

¿Dónde quedan los que escuchamos nosotras? Los que apelan a nuestra apariencia física como ballena, fea, tabla; o los que apelan a nuestra sexualidad como puta, zorra, perra o malcogida. 

Zorra 

En la cultura popular un zorro es alguien astuto, pero una zorra una mujer señalada de forma despectiva como una prostituta. Esta grosería estereotipada ha sido utilizada constantemente por hombres y mujeres intentando dañar a la misma mujer. 

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“Eres una histérica” 

El origen de esta expresión viene de una enfermedad nerviosa o de estado de intensa excitación, se ha usado de forma despectiva para desprestigiar o invalidar acciones de las mujeres. 

Con esta expresión el ex presidente Donald Trump calificó a la joven activista Greta Thunberg y escribió en Twitter “¡Relájate, Greta, relájate!” 

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Malcogida 

Esta expresión se refiere a una mujer con mal humor, “agresiva” o disconforme, y apela de forma directa a su sexualidad. Según la RAE, el origen de la palabra (malfollada) se dio en Granada, España y no apelaba a una cuestión sexual sino a una apariencia a “tener mal aire” y no a la falta de tener una relación con penetración.