Hace algunas semanas, una vecina me preguntó “¿por qué extrañaré que alguien me abrace?, si ya estoy acostumbrada a vivir sola”. El buscar sentirnos queridos y apapachados es una necesidad física que tenemos como mamíferos, dice la ciencia, el confinamiento nos está haciendo anhelar más el contacto.

“Según la Teoría de la mente, una gran región en el cerebro humano (y de algunos primates) se llama cerebro social: tenemos neuronas en espejo que se activan cuando estamos en contacto con los demás; es decir, el confinamiento es una medida excelente contra las pandemias, se sabe desde hace siglos, pero puede afectar a las personas que tienen grandes necesidades empáticas (lo cual no significa que no esté justificado)”.

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Antes de las medidas de aislamiento, se habían iniciado una campaña de la “industria del abrazo” en respuesta a la pandemia por soledad, pero se tuvo que suspender, esto porque ya se tenía conciencia sobre la necesidad del contacto físico. Cuando nacemos, el primero sentido que se desarrolla es el tacto, es a través de éste como conocemos el mundo, dijo Cristina Márquez, investigadora del Instituto de Neurociencias de Alicante.

“Los abrazos, los besos, las caricias y los masajes no son solo placenteros, también necesarios”, dijo Márquez, pero en plena cuarentena no es lo más recomendable.

¿Hambre de piel?

Tiffany Field, fundadora del Instituto del Tacto de la Universidad de Miami, dijo para la revista Wired que el confinamiento ha afectado nuestro sueño, para la investigadora estas dificultades se presentan por la falta de serotonina, hormona que aumenta cuando tocamos o somos tocamos. El insomnio es un daño colateral que está provocando la pandemia.

Field asegura que las caricias, abrazos y otras formas de contacto incrementan nuestras Natural Killers (células esenciales en nuestro sistema inmunutario), de lo que algunas publicaciones han deducido que la falta de contacto nos bajaría las defensas y nos haría más vulnerables al coronavirus cuando, paradójicamente, lo que pretende el confinamiento es evitarlo.

Aquí se juntan dos líneas de pensamiento para Guijarro Castro, coordinadora del Grupo de Estudio de Humanidades e Historia de la Neurología de la Sociedad Española de Neurología (SEN), por un lado está demostrado que el estrés, el miedo o ansiedad aumentan el cortisol, la hormona que debilita nuestro sistema inmune. Sin embargo, no podemos atribuirle las enfermedades a la falta de contacto, porque también influyen otros factores genéticos.

¿Qué otra alternativa nos queda si no podemos abrazarnos?

Para la experta Tiffany Field los ejercicios como yoga o caminar mueven nuestra piel y producen roces que activan el circuito mencionado. Para las doctoras entrevistadas por El País, el ejercicio es una gran opción para producir endorfinas, así que cada uno debe buscar la manera de ponerse bien sin exponerse al virus por covid-19.

En un podcast para La Cadera de Eva, la psicóloga Carolina Armenta recomendó para las personas que viven solas y tienen mascotas una gran opción es acariciarlos y aprovechar el tiempo de jugar con ellos.

(Diana Juárez)

Con información de El País