Superación personal, independencia emocional, el replanteamiento del rol masculino y la reconstrucción del concepto de amor; definitivamente son cosas que no esperas ver en una película infantil como Frozen II, pero es justo lo que ofrece a los espectadores.

Las princesas Elsa y Anna son dos hermanas que causaron mucha polémica en 2013, cuando la primera entrega de este filme llegó a las salas de cine, al quitarle al príncipe el papel de héroe y al cambiar la idea del amor romántico por el valor del amor fraternal y el amor propio.

Este año regresan en una segunda entrega para seguir reconstruyendo la historia de las “princesas”. La historia es escrita en su totalidad por dos mujeres: Jennifer Lee y Allison Schroeder, quienes tienen una perspectiva que concilia ampliamente con el feminismo.

Esta perspectiva, la podemos ver porque las hermanas son las protagonistas de la historia, y de nuevo se posicionan como las heroínas, a pesar de que esta segunda parte tiene la intervención de más personajes masculinos. En todas las situaciones por las que atraviesan, son ellas las encargadas de controlar la situación. Las hermanas dan un ejemplo del poder femenino.

Elsa se libera de los estereotipos

Las hermanas crean una dualidad, presentan dos posturas ideológicas femeninas que se van deconstruyendo y construyendo. Elsa por su parte es la mujer que después de la opresión se va liberando poco a poco de los estereotipos y las expectativas que se depositan sobre ella para poder alcanzar una plenitud personal, es una mujer que va más allá de lo tradicional, de los modos convencionales de vivir, ella es esa persona que valora y aprende a amar realmente la soledad y a ella misma.

Anna inicia, desde la primera película, como la chica que ve la vida de una forma más tradicional, ella aspiraba encontrar el amor de verdad, casarse y vivir feliz para siempre, en resumen, una firme creyente del amor romántico, siendo el príncipe Hans el encargado de romper con esa ilusión. En esta ocasión el camino que tendrá que sortear la más joven de las hermanas, es aún más complicado. Anna es el personaje que ejemplifica la deconstrucción en su máximo esplendor porque es quien tiene la carga de conciliar la visión tradicional con la que creció con las ideas que se abren paso ante ella en este nuevo paradigma que le toca vivir.

Para crear un escenario adecuado para las hermanas existen personajes clave, uno de ellos es Kristoff, quien es una representación de choque que pueden tener los hombres cuando una mujer comienza a transformar su pensamiento. Es la representación masculina a la que se le resta heroísmo, es quien debe entender que su lugar es como compañero no como un guía o un salvador. Con este personaje parece que Disney está apostando a representar masculinidades más sanas quitando estereotipos también del género masculino.

Es claro que Disney ha decidido evolucionar y poco a poco adaptarse al paradigma actual, apostando por ser mucho más inclusivo y mostrar a las niñas y niños un universo lleno de posibilidades, donde las princesas “modernas” son fuertes, mucho más independientes, valientes e imperfectas; y los príncipes no siempre tienen que ser los más fuertes, ni los héroes, los príncipes también pueden ser salvados.