Estamos cumpliendo diez meses de transitar con la pandemia del covid-19, el cual entro a nuestras vidas sin avisar y de manera abrupta, así que el proceso de adaptación ha sido de manera vertiginosa, sin mucha consciencia de lo que hemos transitado.

Todo esto pareciera un proceso que vivimos sin darnos cuenta, sin embargo, en este inicio de año la sensación que tenemos las personas en el entorno social es la de un cansancio permanente. Algo un poco raro, si pensamos que estamos iniciado el año, y tendríamos que sentirnos descansadas y renovados. Sin embargo, prestando atención a mi cuerpo, escuchando a colegas, amigas, amigos y pacientes me di cuenta que era una sensación mucho más generalizada.

Y en efecto, si hacemos un recuento, podemos decir que el año pasado tuvimos que esforzarnos mucho más desde nuestra emocionalidad para poder sobrellevar y adaptarnos a todos los cambios que se requirieron en el confinamiento para reinstalarnos en una nueva realidad. Sumado a esto, nos encontramos para fin de año, con un semáforo rojo y un aumento considerable de contagios, y muertes cada vez más cercanas a nuestros círculos familiares o de conocidos. Agregando además que no pudimos cerrar el año con un periodo vacacional “real”.

Si hacemos una analogía podemos decir que corrimos un maratón completo de diez meses sin habernos preparado. Esto como en un maratón no lleva a mirar que quienes llegamos, estamos exhaustos, otros más se quedaron en el camino sin posibilidad de respiro, intentando reponer fuerzas para seguir la marcha, a otros los han llevado en camilla para ser atendidos, algunos siguen en crisis fuertes, y muchos más desafortunadamente ya no están entre nosotros.

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Escenario no alentador

Las escenas que miramos en los últimos días no son muy alentadoras, altos índices de contagios, un aumento de los decesos, un recorrer inhumano de pacientes a diversos hospitales que no cuentan con espacios para su atención, algunos que son atendidos en los pasillos hospitalarios, largas filas y horas invertidas para conseguir oxígeno, la falta de medicamentos para el tratamiento de las personas con covid, lo complicado que está siendo realizarse una prueba, ya que los espacios y horarios no se adecuan a la demanda que vivimos, las filas para la incineración de los cuerpo, y mirar una falta de estrategia para la aplicación de la vacuna, nos lleva indudablemente a una incertidumbre permanente que nos mantiene en un nivel de adrenalina alta todo el tiempo, lo cual crea un desgaste emocional. 

Es así que estamos presentando un cuadro de fatiga, como un tipo de resaca, sentimos desmotivación, dificultad para concentrarnos, apatía, desconfianza, irritabilidad, falta de energía, dificultad para retomar la dinámica diaria, y sentimos una monotonía en las cosas que hacemos. A esto la Organización Mundial de la Salud le llama fatiga pandémica y es consecuencia de la manera que hemos afrontado esta crisis de salud pública de manera prolongada.

Así que si identificas algunos de estos síntomas, siente compasión por tu cuerpo y escúchalo, no lo forces, realmente está cansado y necesita reponerse. Si puedes dedicarte por lo menos un día a la semana sería muy bueno, en donde no hagas absolutamente nada, desconéctate del celular y redes sociales, si viven en familia hagan una estrategia para poderlo realizar todos juntos y/o por grupos cada día, pero es importante poderlo hacer. Si persisten los síntomas es necesario buscar apoyo para poderlo transitar y que no se vuelva el inicio de un depresión.

En este momento que transitamos, me parece que es muy importante la función social para aminorar el impacto que estamos viviendo, de ahí que traigo a colación la valiosa propuesta de Donald W. Winnicott, pediatra, psiquiatra y psicoanalista inglés quien vivió dos guerras mundiales y desde esas vivencias se centró en la atención del impacto que tiene el medio ambiente para el desarrollo de un niño, en este caso de las personas, planteaba que todos somos responsables de todos.  

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Cuidar nuestros ambientes

Me parece que la política pública tiene que atender lo que le corresponde y nosotros como parte de la sociedad podemos ir creando ambientes facilitadores y cuidados para todas aquellas personas que en este momento requieren concentrarse más en sus pérdidas y dificultades. Se trata de acompañar desde nuestra posibilidad, a quienes lo necesiten para que puedan resignificar sus emociones y pérdidas. Recordemos que al principio de la pandemia había manifestaciones de aplausos, canciones, mantas y cartulinas afuera de los hospitales para agradecer a quienes integran el sistema hospitalario. Se dejó de hacer y es un personal que está muy desgastado, trabajando a marcha forzada, que no está teniendo ningún reconocimiento social, no dejemos de manifestar nuestra solidaridad hacia este grupo, de verdad están haciendo un sobre esfuerzo. En el caso de quien ha perdido a un familiar talvez su grupo más cercano puede organizarse para realizar video llamadas una o dos veces al día, saber si necesitan algo, podemos hacer que esas personas o familias se sientan acompañadas, y que sepan que eso que están pasando le importa a su grupo.

Winnicott decía que el padre tendría que hacerse cargo de cubrir las necesidades básicas  para que la madre pudiera concentrarse en el cuidado del bebe, dicho de otra manera si estamos en la posibilidad de apoyar a alguna familia a transitar su duelo, hacerle sentir que nos importa su perdida, y lo que siente, ayudaría mucho. Intentemos ser una sociedad suficientemente gentil y empática en donde podamos sostenernos todas y todos, finalmente estamos en el mismo barco.

Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada enpedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.

@EscamillaBarr