Uno de los ejes fundamentales en la lucha de las mujeres desde el feminismo ha sido que el ámbito de la sexualidad humana se entienda a partir de la identificación de los derechos sexuales y reproductivos. Esto posibilita escindir a la sexualidad humana de posturas diferentes que pueden estar vinculadas con ideas propias de alguna cultura o religión en particular.

La ejecución de estos derechos desde la estructura del Estado y los diferentes órdenes de gobierno garantizan que la sexualidad y la reproducción se ejerzan sobre la base de contextos sociales, políticos y culturales que coadyuven a la libre determinación de las mujeres para decidir acerca de su reproducción; si es que desean ser madres, la cantidad de hijas e hijos que quieren tener y en qué circunstancias lo llevarán a cabo. Para que esto sea posible, es necesaria la divulgación de educación sexual de calidad, que contenga información adecuada acerca de la sexualidad humana, los ciclos de la vida reproductiva, el cuidado para prevenir infecciones de transmisión sexual, la planificación de embarazos, así como el conocimiento de métodos de anticoncepción.

No obstante a que este panorama es el ideal, tenemos que comprender que nos encontramos en una sociedad ampliamente rezagada en materia de educación en general, además, culturalmente siguen predominando ideas que tienen que ver con la objetivización del cuerpo de las mujeres por lo que los embarazos de mujeres adolescentes se propician a partir de este contexto.

Embarazo adolescente desde la mirada demográfica

Un evento coyuntural que puede suscitarse en una etapa temprana del desarrollo de las personas es el embarazo. La gestación y la fecundidad entre la población menor de 20 años ha sido un tema trascendental en nuestro país desde finales del siglo pasado. De acuerdo con las cifras del Consejo Nacional de Población (CONAPO) por cada 1000 mujeres de entre 15 y 19 años, 70.6 fueron madres en 2018.

La fecundidad adolescente es un tema relevante no sólo por su representación en términos numéricos, también impone restricciones y limitaciones de diversa índole y posee secuelas de largo plazo: afecta el bien-estar de las y los jóvenes porque trasciende en múltiples dimensiones de su vida; posee modificaciones en el entorno familiar y la vida en comunidad; y finalmente, en la entidad y en el país ha sido considerado como un desafío social, de salud pública y demográfico.

En lo que respecta al bien-estar de las jóvenes, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), señala que el logro educativo de las mujeres que experimentaron un embarazo temprano y sus ingresos por trabajo son menores en comparación con las mujeres que vivieron la maternidad durante la adultez, adicionalmente, la calidad de sus trabajos es precaria y el nivel de desempleo es mayor.

En relación con la vida en comunidad, las restricciones económicas de las y los jóvenes que experimentan el embrazo temprano podría reflejarse en la corresidencia con alguna de las familias de origen situación que modifica las dinámicas, las relaciones y la economía familiar.

En cuanto a la salud pública, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que las complicaciones durante el embarazo y parto son la segunda causa de muerte entre las adolescentes de 15-19 años en el mundo en 2020. En algunas ocasiones el embarazo termina en aborto, el cual es legal en algunas entidades del país; en otras ocasiones la interrupción de la gestación se llevará a cabo en condiciones poco salubres que ponen en riesgo la salud y la vida de la madre. La Secretaría de Salud reportó que en 2018 se registraron 1,080 abortos de niñas entre 10 y 14 años, y 20,298 abortos entre las jóvenes de 15 y 19 años.

Como nos indican estos datos, el embarazo a edad temprana acarrea una serie de dificultades tanto en el ámbito público como en el privado. La prevención es un acción fundamental, misma que tiene como foco de atención el continuar cuestionando y por ende derribando un orden social patriarcal que deriva en múltiples desventajas para las mujeres, como son las diferentes forma de violencia de las cuales son objeto; la prevalencia del embarazo adolescente en nuestro país se relaciona en alguna medida con violencia sexual, así como con la falta de oportunidades en el acceso a la educación que pudiera brindar a las mujeres jóvenes oportunidades distintas en sus proyectos de vida.

Por lo que es de suma importancia que existan políticas públicas encaminadas a la prevención y a subsanar esta problemática.

Dra. Nina Castro Méndez

Doctora en Estudios de Población por El Colegio de México y Maestra en Población por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede México. Docente del curso de demografía y metodología de la investigación en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Integrante de la Red teTra “Red temática Trabajo y condiciones laborales”. Sus intereses de investigación son: trabajo remunerado y trabajo de cuidados, las desigualdades a lo largo del curso de vida, y el análisis demográfico longitudinal y secuencial.

Correo electrónico: nina_castro@yahoo.com

Twitter: @ninacasmen

Mtra. Tania Lizbeth Meléndez Elizalde

Socióloga, Maestra y Candidata a Doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM. Docente en la carrera de Sociología en la FES Aragón UNAM. Líneas de investigación: Sociología de la Familia, Sociología de la Religión, Perspectiva de Género, Cambio social y cultura.

Twitter: @MelendezTania20