“Tal vez debería incluirse en una definición del machismo, además del menosprecio y la violencia, la radical falta de amistad profunda entre hombres y mujeres desde la infancia”

Los libros son de las mejores herramientas que tenemos para poder entender todo aquello que no nos podemos explicar. Cuántas veces nos habremos espejeado en un texto y gracias a ello, nos reconocimos como feministas, o también como no feministas, cuántas vidas han cambiado de rumbo gracias a una lectura.

Una de las activistas mexicanas que más ha abonado en investigación y luchado contra el machismo es Lydia Cacho. La mayoría sabemos las consecuencias que le trajo el libro Los demonios del Edén, donde expone la red de explotación sexual infantil desde las altas esferas del poder. 

Lydia, feminista de toda la vida, sufrió en carne propia la furia de los hombres poderosos, pero no se dejó, es de esas mujeres que han modificado el papel de las víctimas, alzando la voz desde redes sociales, los medios, y, por supuesto, los libros.

El año pasado, Cacho publicó su más reciente título, #Ellos Hablan: Testimonios de Hombres, la Relación Con Sus Padres, el Machismo y la Violencia, un libro que nace de la reflexión sobre la tarea que han hecho las feministas en torno a la equidad y a la lucha contra el patriarcado. Pero ¿y ellos?, ¿qué han hecho a nivel colectivo?, ¿qué piensan?, ¿cómo se hicieron hombres?

Esas dudas las despeja en una serie de testimonios hechos por todo tipo de hombres: escritores, empresarios, reclusos, actores, etcétera. En esos relatos, ellos nos llevan a un viaje por su niñez y la relación con quienes les enseñaron a ser hombres, sus padres.

En diferentes espacios, Lydia ha comentado que sus entrevistados le decían que su niñez había sido “normal”, pero una vez que hacían su introspección, se daban cuenta de la violencia en la que habían sido educados.

Gerardo tiene una de las historias más fuertes:

“Supe lo que significaba ser hombre de verdad la primera vez que vi a mi padre golpear a mi madre por desobedecerlo. Era algo muy trivial, yo siempre estaba pegado a sus faldas y a él le enojaba eso. Decía que me iba a convertir en un ser débil, femenino”.

"Un día golpeó tanto a mi madre que la ambulancia se la llevó. Dos días después, el 9 de julio de 1971, nos dijeron que mamá estaba muerta, que había fallecido de un infarto. Yo sabía que eso era mentira, pero todos en la familia decidieron ocultar la verdad para no manchar el nombre o la reputación de mi padre, que tenía una carrera importante en el Ejército mexicano”.

La violencia es una constante en la que se educa a los niños, y niñas, para nosotros, los adultos, es de lo más común ver a padres golpeando a sus hijos, hasta lo celebramos y con orgullo decimos que gracias a esos correctivos somos personas de bien, ¿neta lo somos?

La realidad es que la violencia del padre y el hembrismo de la madre han construido un machismo atroz, que nos destruye, que nos separa, y justo leer esas narraciones nos ayuda a entender un poco, que no justificarlo, al que tenemos en frente. 

En este ejercicio, Lydia Cacho descubre el miedo de los hombres a los mismos hombres, porque nosotras, si una habilidad tenemos es la de hablar, expresar sentimientos, gritarlos si es necesario, pero ellos no, ellos le temen a la vulnerabilidad, a no ser aceptados, a perder sus privilegios.

La importancia de las historias de vida radica no en vernos como víctimas, sino como seres humanos con la potencialidad de ser violentos y abusivos, pero al mismo tiempo de ser amigos y compañeros, ¿cómo le hacemos para lograrlo?, como dice Lydia, nosotras, las feministas, hemos venido haciendo la tarea, llevamos un buen camino recorrido, pero y ¿ustedes, hombres, están dispuestos a trabajar en colectivo y reconocer los privilegios del machismo, y al mismo tiempo el dolor que les ocasiona? Reflexionemos.