“¿Qué tenis traes?”. “Mamacita, ven”, son algunos de los gritos que escuchas la primera vez que caminas por los pasillos del penal de Santa Martha Acatitla, cuenta Alma, una exconvicta de de 33 años. “Cuando llegas te quitan la ropa, te revisan todo lo que tienes y no tienes, te dan un nuevo uniforme color beige, bueno, ‘nuevo’ si tienes suerte”, dice en entrevista para La Cadera de Eva.

Cada vez que sale alguien del penal, a modo de ritual, tira su uniforme en uno de los botes que se encuentran a la salida, para ser utilizados nuevamente. “Es un ritual que simboliza una despedida de Santa Martha”, comparte.

“Si tienes suerte, también te dan un kit de limpieza, corrijo, si tienes muchísima suerte te dan un uniforme limpio, una colchoneta y un kit de limpieza con jabón, papel de baño y una toalla. Si tienes demasiada suerte, te dan un uniforme limpio y una colchoneta; y, si no tienes nada de suerte, te dan un uniforme sucio o usado”, señala.  

Foto sacada de internet 

REINSERTA

La falta de perspectiva de género en el sistema penitenciario mexicano es brutal, comparte Saskia Niño de Rivera, presidenta de Reinserta Un Mexicano, organización sin fines de lucro. “El principal reto respecto a la reclusión con perspectiva de género tiene que ver con las condiciones en las que las mujeres se encuentran”, señala Saskia.

"Reinserta nace a partir del olvido social y la falta de consciencia en el sistema de justicia penal", dijo Saskia Niño de Rivera, en entrevista para La Cadera de Eva y añadió que “en ocho años que la organización lleva trabajando identificó sólo quienes viven o tienen un familiar dentro conocen sobre lo que se vive dentro del sistema penal. 


ALMA

Alma relata que a pesar del miedo o incertidumbre que se puede sentir al llegar a la estancia, el recibimiento es cálido. “Te invitan algo, té, café, un taco. Ellas tampoco tienen tanto, pero alguna vez estuvieron en tus zapatos”, cuenta, quien al llegar al penal se sintió muy sola y permaneció toda la noche despierta. 

En la Ciudad de México existen dos centros penitenciarios para mujeres. La población total de personas privadas de la libertad  hasta el 26 de febrero del 2021 fueron 27 mil 051 personas, de los cuales 24 mil 470 son hombres y mil 581 mujeres. La edad que predomina en mujeres y hombres es de 30 a 39 años. 

A pesar de la gran diferencia de cifras entre hombres y mujeres, México es uno de los países con mayor número de mujeres en prisión, señaló el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres). Otros países son China, Rusia, Tailandia, Brasil, Vietnam e India. Los dos centros penitenciarios con mayor población femenina en el territorio son Santa Martha Acatitla y el Centro Federal de Readaptación Social No. 16 “CPS Femenil Morelos”. 

No obstante, otra problemática que resaltó Saskia fueron los mal llamados “penales mixtos” que normalmente son instalaciones construidas para hombres donde recluyen a mujeres, como es el Penal de Santiaguito en Almoloya de Juárez, Estado de México, lo que representa que no tengan espacios adecuados como áreas de maternidad, áreas para niños o una cama de exploración ginecológica. 

Dibujo de una estancia hecho por Alma 

“No te metas con nadie”

Las historias de cada una de las reclusas se van conociendo con el tiempo. “Lo mejor no es preguntar”, dice Alma. A Santa Martha llegan “de todo”, entre ellas, “las mujeres que robaron un taxi, las que se involucraron con el crimen organizado, se dedicaron al lavado de dinero, fueron secuestradoras, asesinas o cometieron algún acto de corrupción”, comparte la exconvicta. 

El informe del Sistema Penitenciario de la Ciudad de México, tiene registrado que el delito más frecuente es el robo simple y robo calificado. De acuerdo con el reporte de Inmujeres con Reinserta, la mayoría de mujeres en prisión se encuentra por delitos contra la salud, la libertad personal y contra el patrimonio.

Algunas historias se conocen por los medios, como es el de Juana Barraza, mejor conocida como la “mata viejitas”, lleva presa más 15 años. “Juana atiende un puesto de tacos de guisado y gorditas, suele hablar con un tono cínico, amenaza con matarte de vez en cuando. Ella sabe que estará en el penal por el resto de su vida”, afirma Alma. 

“En la cárcel nadie se mete contigo y tú no te metes con nadie, excepto si tu caso está vinculado con niños: si mataste a un niño, si secuestraste a un niño, si violaste a un niño, te linchan”, cuenta la exconvicta.

“Todo cuesta entre cinco y 10 pesos”

El 10 % de las mujeres en la cárcel estuvieron en situación de calle, de acuerdo con Reinserta. Así que contar con techo, comida, cama luz y agua, “para muchas mujeres es un hotel de lujo”, dice Alma. “Tienes todo lo que puedas imaginar, encuentra todo lo que necesitas”. En el caso de las drogas, Alma relata que nunca compró nada, sabía por sus compañeras que “la mona” era la más cara. 

Dentro de la cárcel todo funciona con dinero, “en general, todo cuesta entre 5 y 10 pesos”. Cuando las reclusas tienen el apoyo de su familia, es más fácil, les ayudan con comida, ropa o productos sanitarios. El 59 % de las mujeres reciben visitas, en su mayoría de familiares, y el 56 % tiene un ingreso económico que utiliza al interior del reclusorio. 

El tener un periodo menstrual dentro de la cárcel es un reto, las que cuentan con el apoyo familiar pueden tener acceso a toallas. Sin embargo, algunas tienen que utilizar calcetines o retazos de ropa, de acuerdo con el colectivo Mujeres Unidas X la Libertad, creado por mujeres que cumplieron una sentencia.

Foto sacada de internet 

El uso de toallas femeninas ecológicas o copas menstruales no son opción porque no hay agua. “Nos han querido donar toallas reciclables o las copas menstruales. A falta de agua no es muy factible, porque si no tienen agua para bañarse, menos tendrán para lavar su copa menstrual. La poca agua reciclada. El color es beige, café. Ni siquiera está limpia, eso agudiza más lo problemas de salud que ya tienen”, señaló Beatriz Maldonado, integrante del colectivo Mujeres Unidas X la Libertad.

¡Madres! 

Alma explica que en caso de tener un bebé, las mujeres pueden pedir que vivan con ellas hasta los tres años, en caso de ser parte del nuevo sistema judicial. “Si eres parte del anterior, se pueden quedar hasta los seis años”, señala  Alma. En 2016 vivían 58 niños y niñas en Santa Marta, según cifras de Inmujeres. 

“Los niños son el tesoro de Santa Martha, tienen una guardería, un menú especial, actividades y estancias para ellos. Nadie los toca. Ellos son los más inocentes y muchas veces los más perjudicados. Sin embargo, hay algunas madres que únicamente se benefician de los privilegios que les dan sus hijos”, comparte Alma.

Al respecto, Reinserta encabezó un estudio de Maternidad en Prisión e impulsó la creación del Apartado de Maternidad en Prisión en la Ley de Ejecución Penal (LNEP), en el cual se establece que debe existir una perspectiva de género que permita garantizar los derechos y evitar tratos indebidos a los niños y niñas que viven con sus madres en prisión.  

El sistema penitenciario está obligado a responder con flexibilidad en pro a las mujeres embarazadas, lactantes y mujeres con hijos, habilitando servicios y espacios de cuidado. Pero, las mujeres madres y hombres padres privados de libertad continúa siendo una problemática poco explorada, señala el informe. Según datos del Inegi, el 64.1por ciento de la población penitenciaria tiene hijos que dependen de ellas o ellos y el 61.5 por ciento tiene hijos menores de edad. 

La ley LNEP establece que a los menores se les debe garantizar una buena alimentación, servicios de salud, educación y espacios especiales para estar con su madre, no obstante de acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional de Población Privada de Libertad (ENPOL) desarrollada por el Inegi en 2017 y del Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria realizado por la CNDH (2019). 

Las principales problemáticas que enfrentan las mujeres privadas de libertad y que afectan al ejercicio de su maternidad plena son: carencia de espacios exclusivos para mujeres; inadecuada separación entre hombres y mujeres en los centros de reinserción mixtos; deficientes servicios de salud; falta de acceso a una alimentación adecuada para ellas y sus hijas e hijos; falta de espacios para la educación inicial y de acceso a estos; insuficiencia de personal médico, de seguridad y custodia; falta de acceso a medicamentos pediátricos; falta de actividades laborales y de capacitación; falta de prevención y atención de incidentes violentos; y deficiencias respecto a la vinculación con su familia, puntualizó Saskia Niño de Rivera.

Caso Rebeca

El caso de Rebeca aún lo recuerda Alma, era una niña de cuatro años a quien se la llevó el DIF, ya que era utilizada para ingresar droga al penal. “Lo que pasó es que cada que entraba a visitar a su mamá para convivir un par de días con ella, también ingresaba droga por su vagina y solo tenía 4 años”, dijo.

Aunque la experiencia de Alma dentro del penal no fue agradable, aún lo recuerda como un hogar. “Hay mujeres que aprenden a sobrevivir adentro, aprender a ver las grandes paredes de cemento como su techo”, dice. Sin embargo, no quiere volver a saber de ellas, aunque sabe que necesitan ayuda con kits de limpieza, ropa o cobijas.