El tema de la sexualidad y el cuerpo siempre ha sido un tema “pecaminoso y sucio” que trasgrede “la armonía” del poder en sociedades tradicionales y conservadoras.

Lacan decía que sólo había dos discursos sobre el goce: el religioso y el analítico. Mientras en lo religioso se muestra el malestar del goce a través de un cuerpo lastimado, simbolizado en un cristo ensangrentado y maltratado, el cual inconsciente nos hace vivir con culpa ante el goce, seamos o no creyentes.

En el contexto analítico Deleuze y Guattari nos dicen que el cuerpo se trata de una noción política que pone en marcha un proceso de liberación de las mujeres. Lacan a su vez enfatiza, dicho aquí de manera muy general, que cada sujeto goza a su manera desde su posición y lugar, y que le interesa el cuerpo del otro para hacer vibrar algo de su propio cuerpo.

En tanto, Freud nos hablaba de los cuerpos dolientes de las mujeres por insatisfacción sexual, quienes eran mirados con recelo por una moral sexual conservadora en plena época victoriana, donde toda posibilidad de placer le era negada. Así que el psicoanálisis se plantea que el ejercicio y reconocimiento de la sexualidad es fundamental para la construcción del ser humano.

Tan solo la palabra “sexo” pudo utilizarse antes del siglo XVI en Francia, y aún en los años 50 había restricciones para expresarla. En 1886, Freud comienza a trabajar sobre el tema de la histeria y/o neurosis de angustia cayendo en cuenta que se trataba de una insatisfacción sexual ocasionada por las parejas de esas mujeres que presentaban síntomas en el cuerpo.

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El libido como energía vital

Wilhelm Reich en 1897 nos habló de la psicología del cuerpo o teoría del orgón (libido), donde hablaba de una energía vital del organismo que al no fluir, enferma al cuerpo. Master y Johnson en 1966 presentan su libro sobre La respuesta sexual humana llegando entre otras cosas a la conclusión de que las mujeres podemos satisfacernos y obtener orgasmos sin necesidad de un compañero sexual, además de ser multiorgásmicas, lo cual vino a escandalizar al sector masculino y a una sociedad estereotipada de la época.

En tanto, Michel Foucault 1976 en la historia de la sexualidad, nos habló de las relaciones de poder en la estructura social, dándole un lugar ontológico al cuerpo el cual es atravesado por el poder del estado para controlarlo y censurarlo.

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En el aquí y ahora, podemos mirar a partir de todas estas aportaciones que la sexualidad es un tema de poder y político, ya que al restringirlo no sólo subordina a una sociedad, sino a los cuerpos y sobre todo a los de las mujeres. Tal vez ahora ya no utilizamos los vestidos victorianos que enaltecían los senos de las mujeres como una expresión de coquetería y seducción, al mismo tiempo que se les censuraba cuando se proveían el placer, estos dobles discurso siempre han existido. Las mujeres no hemos sido dueñas de nuestro propio cuerpo ya que ha estado subordinado a una sociedad, bajo el mandato de dar placer y procrear, no para recibir y darse placer.

La diversidad de la sexualidad

La sexualidad per se es muy amplia y compleja, ya que va más allá del cuerpo mismo, no sólo se centra en el acto coital, sino en la posibilidad del goce en un sentido más amplio a través de nuestros sentidos: mirando, escuchando, tocando, probando y oliendo. Así como también fuera del cuerpo, al mirar un atardecer, tener una cena deliciosa, beber un rico vino o un tecito, leer en un rinconcito amoroso, ver una película, bailar o escribir, entre otras muchas posibilidades. La fantasía neurótica tiene un abanico de posibilidades para el disfrute.

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Tal vez sea el momento de mirar nuestro cuerpo no desde los estereotipos, no desde lo biológico, no desde la estética, simplemente mirarlo, contactarlo, reconocerlo, sentirlo y darle un lugar en nuestra vida. Marcela Lagarde en su escrito sobre Autoestima y Género puntualiza que en Pekín las feministas reiteraron los derechos de las humanas como universales y que su real existencia se confirma en la vida personal de cada mujer.

De los años 50 para acá, las teorías de la sexualidad son menos sancionadas, el movimiento feminista nos dio un lugar en la historia, apareció la píldora anticonceptiva que justo marca la posibilidad de que las mujeres tengamos “el control” de nuestro propio cuerpo de alguna manera.

Comenzamos entonces a participar de una manera menos restrictiva en diversos movimientos sociales, sin embargo, tampoco hemos logrado los resultados esperados, lo cual nos lleva a pensar que en tanto no enajenemos y recuperemos a nuestro propio cuerpo como nuestro principal territorio no podremos emanciparnos del todo y lograr un cambio sustancial.

Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada enpedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.

@EscamillaBarr