La creadora de contenido Julia Didriksson explica por qué el amor romántico es una estructura más que funciona para sostener el patriarcado y el capitalismo. 

Hay que entender primero que el amor romántico está principalmente formado por dos estructuras sentimentales patriarcales: la heterosexualidad y la monogamia. Desde la infancia se enseña a hombres y mujeres que tienen que  relacionarse románticamente con el género opuesto (heterosexualidad) y de una manera exclusiva (monogamia).

El objetivo de la heterosexualidad obligatoria y la monogamia forzada es la creación de una familia tradicional, que en el sistema capitalista es vista como una unidad productiva donde todos sus miembros van a cooperar para producir. Por ello, la reproducción de personas que sean funcionales para este sistema, es fundamental y para lograrlo se debe conservar la idea del matrimonio o las relaciones heterosexuales. 

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El amor y el capitalismo son mejores amigos

Según Julia, el amor romántico es una construcción social patriarcal en la que dependiendo nuestro género, se nos asigna un rol social. En la interacción de las relaciones heterosexuales a las mujeres se les asigna un rol de cuidadoras pasivas y serviciales, mientras que los varones tienen asignado el rol de protectores y  proveedores. 

Por otro lado, la adquisición del amor sigue siendo el eje central de la vida de muchas mujeres. En cambio, para los hombres lo importante es el reconocimiento social y en la mayoría de los casos la relación de pareja ocupa un segundo plano.

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 Este tipo de amor es desigual para las mujeres porque se nos sitúa en un contexto de subordinación frente a los hombres. De ahí que,  el amor romántico es sumamente funcional para el capitalismo.

“El patriarcado y el capitalismo son mejores amigos. Este amor le sirve al capitalismo para perpetuar las desigualdades, porque el fin del amor romántico es el matrimonio para la formación de una familia, donde prevalece la división sexual del trabajo” afirma Julia.
  

División sexual del trabajo

Históricamente a las mujeres se les han asignado tareas del espacio privado o doméstico para la realización de las tareas del cuidado. Esta responsabilidad permite que los hombres puedan pertenecer al cien por ciento a la fuerza de trabajo de la producción capitalista, según la teórica feminista Karina Sánchez Vergara 

En la actualidad, las mujeres también forman parte de esta fuerza de trabajo solo que ahora  tienen doble jornada laboral: dentro y fuera de sus hogares. 

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Al capitalismo le es sumamente funcional la familia tradicional donde sus ejes primordiales son el padre y la madre. Alrededor del padre gira la actividad económica y social, mientras que la madre representa  el centro afectivo y la seguridad emocional de todos los miembros de la familia. 

La monogamia y la heterosexualidad son considerados regímenes políticos indispensables para la división sexual del trabajo, por eso la homosexualidad y la no monogamia representan un peligro para la producción capitalista, menciona la creadora de contenido feminista.