A los 12 años, jugamos, imaginamos qué queremos ser de grandes, la mayoría estamos entrando a la secundaria y aún puedo recordar mi primer día de clases, un día antes no dormí de la emoción y de los nervios. Todos tenemos historias similares cuando recordamos esa edad, pero para Adry Paniagua, una niña que emocionada y cautivada por las artes decidió entrar al Cedart Diego Rivera, sus recuerdos ahora son otros, recuerdos repugnantes que la han marcado de por vida.

Se describe como una niña solitaria, tímida, con problemas familiares, depresión y anorexia, esta pequeña vulnerable por su situación, que definitivamente no eligió, fue abusada y acosada por el psicólogo y orientador de su escuela, Gerardo Marín Ortega.

Los años han transcurrido y la pesadilla continúa, Adry tenía 12 años y Gerardo más de 30, su relación comenzó como una buena amistad a la que Gerardo supo sacarle todo el provecho para sus fines perturbadores y abusivos.

Adry abrió su corazón para La Cadera de Eva y esto fue lo que nos dijo:

“Él llega conmigo siendo psicólogo, detectaba estas personas vulnerables y más en una secundaria y prepa es muy fácil ubicar cierto perfil de alumnas, él tenía otra relación con otra niña de la escuela , me enseñó algunas cartas de ella donde decía que le daba asco y que se alejara de ella, él estaba muy deprimido, me decía que era su mejor amiga, en realidad fue mucho chantaje al principio, tenía cuadros de esquizofrenia, me hablaba a mi casa de madrugada, yo pasaba mucho tiempo llorando súper preocupada, pegada el teléfono hasta saber que estuviera bien”.

Para Adry, que ahora es adulta y una exitosa bailarina y aerelista, esta relación la ha marcado, pero su vuelo ha sido su más grande refugio, a través de él ha recorrido el mundo y con cada aplauso de su público trata de sanar y tomar fuerza para que su agresor sea castigado.

   

La primer denuncia la hizo al terminar la preparatoria, cuando entendió que no era normal que Gerardo la persiguiera, la acorralara, la tocará tantos años sin su consentimiento.

“Salíamos a comer y me decía que me asomara debajo de la mesa y sacaba su miembro para que lo tocara o metía sus manos en mi ropa, me tocaba sin mi consentimiento, me daba mucho asco. Fueron seis años, él me marcaba, usaba una loción y me la echaba para que todo el tiempo oliera a él, cuando yo quería alejarme, él iba a mi casa y rociaba su loción y cuando llegaba yo sabía que él había estado ahí, se aparecía con mis amigas, en el transporte, todo el tiempo me perseguía”.

En ese tiempo, Francisco Roustand Palestina, director del Cedart Diego Rivera, la amenazó diciéndole, que esa carta que había escrito, especificando y denunciando lo que Gerado Marín le había hecho por tantos años, podría hacer que no recibiera sus papeles para concluir la preparatoria, por lo que ella decidió no continuar. Años más tarde descubrió que la denuncia había desaparecido, el expediente de Marín Ortega, estaba limpio.

Hace tres años, con el movimiento #MeToo, se armó de valor gracias al apoyo de una maestra del Cedart, que se había percatado del abuso de su compañero.  Adry escribió su testimonio en redes sociales y descubre que más alumnas han sido violentadas y abusadas por Gerardo, lo que la ayuda a tomar más fuerza para no dejar el caso y seguir alzando la voz. En ese momento logra que Gerardo Marín, sea removido del Cedart, Diego Rivera, pero continua siendo parte del INBA, ahora en las áreas administrativas.

Adry, sigue sintiéndose vulnerable, pero reconoce que al pasar de los años ha sentido más muestras de apoyo y solidaridad por parte de muchas mujeres, alumnas y ex alumnas, que han leído su testimonio.

Ella ahora sabe que la culpa no fue de ella, a pesar de los comentarios que tuvo que soportar de maestras, maestros y personas que la revictimizaban.

Hoy se siente fuerte y dijo seguirá luchando hasta que se haga justicia y ninguna alumna más vuelva a pasar por lo mismo.

 

Su vuelo cada vez es más alto, el miedo, la culpa, el shock y la tristeza los ha ocupado para seguir triunfando en lo que más ama que son las artes e invita a todas las personas que juzgan, sean empáticos.

“No todos somos iguales, no tenemos la misma fortaleza o apoyo, pido empatía para todos los casos de abuso y violencia que sigan saliendo”