Mariana de cuatro años tiene una discapacidad de retraso generalizado en el desarrollo. Su comunicación es monosilábica. Ella no ha podido narrar su historia de abuso pero su madre sí. Su madre y padre se separaron y acordaron que él la vería los miércoles. En una ocasión después de regresar de la casa de su padre, su madre la metió a bañar y notó que tenía una grieta en el ano, estaba rasgado y enrojecido.

La llevó al doctor y le dijo que pudo haber sido estreñimiento. Al siguiente miércoles, su papá volvió a pasar por ella; y Mariana, la menor de tres años, comenzó a llorar y patalear, no quería irse con él.

Su madre no dejaba de pensar por qué lloró tanto y estaba inquieta de que llegara, cuando regresó su hija, notó que otra vez tenía el ano dilatado y enrojecido, la volvió a llevar al doctor y de ahí la mandaron a la Fiscalía, habían detectado que había sido abusada por su padre, no la quería atender porque su hija no hablaba, dijo para Reinserta.

Mariana y su madre no sólo tuvieron que atravesar por violencia sexual, también violencia institucional ya que las autoridades se negaban a tomar en cuenta el caso por su discapacidad. Se necesitaban de otras herramientas psicológicas para el informe de la Fiscalía, con los cuales el Estado no cuenta, ante lo que la madre, desesperada, le hizo estudios particulares que no fueron aceptados por las autoridades. Hasta que después, mediante una organización pudo realizar la denuncia, hasta lograr que ya no viera a su padre.

Las sobrevivientes de violencia sexual viven diversas violencias. “Primero se es víctima de la violencia sexual, después cuando decide hablar hay una revictimización social como legal. Los menores tienen que hablar unas 10 veces su testimonio, en Chihuahua esto está cambiando se graba el testimonio una vez y ya, porque conforme avanza el tiempo, el testimonio va cambiando, el cerebro de un niño va madurando y empiezan a bloquear esos recuerdos. Los padres prefieren no denunciar para no exponer a sus hijos”, explicó Mercedes Llamas.

México es el primer lugar en abuso sexual infantil a nivel mundial, con 5.4 millones de casos por año. Se ha convertido en el país donde la pornografía infantil va a la laza, generando 60% del contenido pornográfico infantil que existe en planeta, documentó Reinserta, en su libro No es no.

La Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) reporta que “en 60% de los casos de violencia sexual de niños y niñas, los principales agresores son personas integrantes de la familia: padre, padrastro, hermano, abuelo, tío o primo”, por tal razón son pocas las denuncias dijo Mercedes Llamas doctora en Gobierno y Administración Pública y maestra en Criminología y Política criminal.

NO ES NO

El caso de Mariana es retomado en el libro elaborado por Reinserta No es No que tiene un enfoque jurídico, en el que participaron abogadas, politólogas, criminólogas y psicólogas. Su intención es visibilizar la violencia sexual y ser una especie de guía para niños, niñas, adolescentes, mujeres incluso hombres que fueron sobrevivientes de este tipo de violencia. En el libro se decide llamarles sobrevivientes, no víctimas, término que sólo emplean para referirse al momento de la comisión del delito. Prefieren llamarles sobrevivientes porque han sobrevivido a todo aquello que como sociedad hay que reparar.

En entrevista con Mercedes Llamas Palomar, quien dirige el área de Niños, Niñas y Adolescentes Sobrevivientes de Delitos Graves de Reinserta, cuenta cómo se construyó el libro, donde se registran ciertos patrones sociales y familiares que perpetúan la violencia sexual en menores y mujeres. El libro compila 17 testimonios, de los cuales sólo dos son de hombres, ya que fue más difícil que ellos quisieran hablar, siendo que la violencia sexual no distingue género ni posición económica.

Los niños como niñas son vulnerables a este tipo de violencia. Uno de cada seis niños son abusados y una de cada cuatro niñas es violentada sexualmente “es un número altísimo”, señaló Mercedes Llamas, quien reconoce a los movimientos feministas -en específico - el Me Too, ya que han fungido como disparadores para que las mujeres hablen de las violencias que viven.

“Las víctimas cuentan ‘mi papá me metió los dedos a la vagina y no sé si eso es violencia sexual’. Se cree que la violencia sexual es la violación y con violencia física, si no hay violencia física de por medio y si en la violación no hubo golpes, se cree que no es abuso”, señaló Mercedes Llamas, exvisitadora adjunta de la CNDH en el área Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura.

La violencia sexual puede ser brusca o sutil, puede hacerse presente tanto en lugares públicos como en lugares privados, puede estar orientada a mujeres y también a hombres. No distingue edades, ni gustos, ni condiciones sociales o económicas. La violencia sexual puede ser un comentario, un piropo, una insinuación, una nalgada, una mirada, una seña por parte de un desconocido, familiar, padre, madre, hermano, tío, madrastra, esposo esposa o pareja, describen en el libro de Reinserta.

“En muchas culturas como en la mexicana, las personas pensamos que, si no es una violación descarada con penetración incluida, no existe violencia sexual, no tiene algo que ser algo consumado, puede ser una tentativa, un intento, siempre y cuando vaya en contra de la voluntad de la víctima”, apunta Reinserta.

“TE LO ESTÁS IMAGINANDO”

Otro caso es el de Judith, quien a sus 13 años fue violada por su primo. Su madre no le creyó. Todas las noches, el primo se metía a su cama. Le tapaba la boca y la comenzaba a tocar. Ella le dijo a su mamá, y la respuesta fue “te lo estás imaginando”. Los “toqueteos” fueron subiendo de nivel. Una vez sintió que se desgarraba por debajo y sangró demasiado. En varias ocasiones intentó decirle a su mamá. Ella no sabía que aquel desagarre fue una violación, hasta después.

“Mamá, Raúl se pasa a mi cama, me quita las cobijas, me quita la pijama, me agarra, me mete el dedo, me besa, por favor, mamá, dile algo, cámbialo de cuarto, yo no dejes que me haga eso”, contó Judith a Reinserta.

La respuesta de la madre fue violeta, golpeó a Judith, y ella tuvo miedo de volver hablar. Raúl, su primo y agresor, se burló de ella. Judith intentaba alargar las noches para evitar los abusos, se quedaba hasta tarde jugando o haciendo tarea, cuando llegaba la hora trataba de cubrirse con las cobijas pero era inevitable. Una vez se desmayó en la escuela, la llevaron a la Cruz Roja, se dieron cuenta que estaba embarazada.

En una plática, la madre de Judith le habló sobre sexualidad, fue así como ella descubrió que había sido víctima de una violación, no sabía lo le había pasado. Judith dejó de ir a la escuela, la escondieron en su casa porque no estaba bien que una menor de 13 años fuera a la escuela embarazada. En una ocasión su madre le sugirió abortar pero le advirtió que le dolería mucho, entonces Judith decidió tenerlo, su madre la amenazó: “tú quieres tener a este bebé, ahora te friegas”.

Judith habló de su historia por primera vez, después de 35 años, hasta entonces su hijo de 30 desconoce esta historia.

Mercedes Llamas, integrante del equipo de Reinserta, señala que las madres tienden a minimizar los abusos contra sus hijos o hijas, sobre todo cuando son sus familiares o parejas los responsables, esto con la finalidad de evitar el dolor o buscar reducir el daño.

“Una respuesta recurrente de las mamás es ‘te lo estás imaginando, yo creo que no pasó’. Al hablar con muchas asociaciones que están inmersas en abuso sexual han dicho que lo natural es evitar el dolor, para hacerlo dicen ‘yo creo que te lo imaginaste’. Tratan de convencerse de que no sucedió, es como un mecanismo de defensa natural. Mientras más educación hay, es más sencillo que lo acepten, pero esto no quiere decir que pueden llegar a ser menos víctimas, es una violencia que no reconoce”, apuntó Mercedes Llamas..

Sólo se denuncia el uno por ciento de los abusos sexuales, esto porque “en la mayoría son familiares. El agresor, al ser el proveedor, el que lleva a la casa (…) Si yo lo denuncio, rompe con la estructura familiar. El problema es que el agresor está dentro de la casa. Nos imaginamos te abusan cuando vas caminando en terreno balido y alguien te jala, no es así son los familiares”, explicó Mercedes Llamas.

“En primer lugar está el tío, vecino, primo, hermano, padrastro y abuelo, lo digo en masculino porque son la mayoría. El abuso sexual es una dinámica familiar, una violencia intergeneracional, siempre ha sido así, es muy difícil romper con esta violencia y cuestionamos ‘¿por qué no se atreven a hablar, por qué no van?’”, expresó Llamas.

RECUERDO

Cuando se vive abuso sexual, la mente tiende a bloquear los recuerdos, otro caso es el de Ana, como nombraremos aquí ya que contó su caso de forma anónima. Ella tiene una historia de abusos, fue abusada, como su madre, abuela y amigas. Olvidó que lo había sido hasta que percibió que su hija fue abusada por el mismo profesor de natación.

La primera vez que Ana fue abusada le dijo a su mamá. Ella le comentó que se lo imaginó, así que lo bloqueó a tal grado que llevó a sus hijos con ese profesor. Fue hasta que su hija presentó un cuadro de vaginitis, le tuvo que poner una pomada y previo a hacerlo -por recomendación del doctor- le dijo que esa era una parte que nadie debía tocar, a lo que respondió “ni mi profesor de natación”.

De acuerdo con Mercedes Llamas, muy pocas personas que han vivido abuso sexual lo hablan de inmediato, la mayor parte se tarda entre 10 y 25 años. Ante esto, ella ve un hueco en la legislación. “¿Qué sucede? (…) Los delitos prescriben, toda la maquinaria legal no va de acuerdo con la maquinaria psicológica, si así fuera estos delitos prescribirían a los 50 años para darle tiempo a la sobreviviente de hablar. Si la sobreviviente se atreve a hablar ya no puede hacer nada legalmente”, explicó.

¿POR QUÉ NO SE HABLA?

En México seguimos con patrones culturales muy fuertes, apuntó Mercedes Llamas, “una mujer sola no es aceptada, no es bien vista, eso es lo que creemos. La violencia sexual nunca viene aislada, siempre viene con violencia económica, violencia psicológica, violencia emocional, violencia patrimonial, violencia de género, familiar. La violencia sexual es sólo la punta del iceberg, es un sistema intergeneracional de violencias que se repite y que culturalmente aceptamos”.

“Las mamás no aceptan separarse del padrastro porque se quedarían solas, se preguntan quién me va a proteger, las mujeres no nos sentimos capaces de ser proveedoras, protectoras, vivir solas, culturalmente seguimos subyugadas al hombre y esta subyugación viene inmersa en un conjunto de violencia. La violencia sexual es la punta del iceberg, lo que se puede ver, porque la violencia psicóloga es más compleja, es desde controlarte el teléfono, por qué vas así vestida y se cree que te están cuidando, pero realmente no es eso”, explicó.

El abuso sexual es una violencia intergeneracional que no es detectada como violencia. “A mí me abuelo me hizo lo mismo, creen que es algo normal y que tienen que aguantar, eso nos toco vivir y así es, es algo que se va reproduciendo, siento que sí habido un punto de inflexión que son estos movimientos que dicen ‘no es normal, no es natural’”, apuntó mercedes.

La violencia sexual es un monstruo invisible, silencioso que incomoda en cuanto se empieza a hablar, cuando se decide hacerlo no se sabe cómo, por tal razón, Reinserta trata de brindar una guía para los sobrevivientes de abuso, con el afán de hacerles ver que el abuso no es algo normal ni ellos o ella son culpables, por tal razón ha que comenzar a hablarlo.