“Hoy me voy a vestir de colegiala, espero que eso me despierte, vamos a festejar a los maestros”, dijo Zoé quien por las noches trabaja en un restaurante bar y por las mañanas es manicurista.

Zoé es una joven de 34 años, tiene dos hijos a su cargo, quienes entre semana se quedan con la abuela y los fines de semana ella los cuida.

El papá de uno de sus hijos apenas “le dieron ganas de ser papá y me lo quiere quitar”, dice Zoé, “por eso he andado bien cansada, porque he tenido que trabajar más para pagarle a un juez”.

PARTICIPACIÓN ECONÓMICA DE LAS MADRES SOLTERAS

Zoé conforma parte del 70.6% de las madres solteras que son económicamente activas. Según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) para 2019, la tasa de participación económica de las madres solteras es de 70.6%. Para el total de mujeres de 15 años y más es de 44.9%, 

El 26.1% de las madres solteras ocupadas en el mercado laboral tiene de 15 a 29 años de edad; más de la mitad (52.0%) son de 30 a 49 años y 21.9% tienen 50 o más años. Entre el total de mujeres sin hijos, los porcentajes son: 67.6%, 26.0% y 6.3%, respectivamente.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) 2018, para el 2014, 33 de cada 100 mujeres en México, entre 15 y 54 años, son madres solteras.

Las madres solteras en todos los rangos de edades, principalmente se concentran entre los 20 y 34 años, y representan el 47 por ciento de esta población.

EN LA PANDEMIA

Durante la pandemia, Zoé pudo sobrevivir de “chambitas”, le ponía uñas a sus conocidas, “eso me alivianó un poco”, dijo.

Ella aprendió este oficio por recomendación de su mamá, para dejar de gastar en ese servicio. Fue así como Zoé ahora es manicurista, aunque estudió para ser traductora del inglés y francés al español. “Sólo lo hice para darle gusto a mi papá”, compartió.

“Nunca me he dedicado a eso, pero me ha ayudado con los clientes, no es que el restaurante me pagué más por saber inglés, sino que me acerco con los clientes y me ofrecen más propina”.

“Me pagan por estar de fiesta todos los días”, dijo. “Sí, lo que tengo que hacer es que tomen, me inviten a tomar; coman y también me inviten a mí”.

A Zoé le cuesta trabajo acercarse a las mesas, “estamos acostumbradas a que los hombres se acerquen a nosotras, pero aquí no es así, yo me tengo que acercar, siempre me da pena”.

Ella disfruta de conocer gente nueva, considera que es como ligar todos los días, “les preguntas a qué se dedican, qué hacen, cosas así, aunque a veces se agarran con sus celulares y no nos hacen caso, entonces me pongo a ver la tele”.

"ESTAR CON MIS AMIGAS"

“Lo que más me gusta es estar con mis amigas. Los lunes, por lo regular no hay muchos clientes. Nos dan dos pases de bebidas, entonces pedimos que el cafécito o el juguito y nos ponemos a platicar y a bailar”.

“Cuando llegan varios clientes procuramos estar juntar, siempre nos estamos cuidado. Que ya llegaron unos tres amigos y luego otros dos, nos decimo ‘tú vas para esa mesa y tú vente conmigo para la otra’”.

Los más aburrido para Zoé es cuando los clientes se ponen borrachos y no les entiende, aunque se divierte de todo lo que dicen.

“A veces hasta se ponen a llorar. Una vez, una amiga salió con un peluche de unicornio bien grande, se lo compró uno de los clientes porque creyó que mi amiga nunca le haría caso. Le dijo que estaba feo y le agradecía que se sentara con él”, dijo riéndose.

En algunas ocasiones, los clientes les compran peluches a las acompañantes. A Zoe le prometieron comprarle uno, ya que en la ocasión que pasó el señor de los peluches, su cliente no llevaba efectivo.

“Le dije que quería un ‘nepe’”, un peluche en forma de un pene. “Me quiero dormir abrazada a él”, contó.

Por las mañanas, Zoe llega a un centro de pedicuristas donde ofrece el servicio de manicure, un trabajo que le parece un espacio para descansar. Por las noches, “se va de fiesta”, dice. “El papá de mis hijos me da 700 pesos, lo que ganó en una noche, hasta me dan ganas de decirle que se los quede”.