“Los llamas rizos salvajes. Yo los llamo respiración. Ancestros en espiral”.

Hair, Elizabeth Acevedo (traducción de la autora)

La diferencia entre una persona y un árbol es que las raíces de la primera salen de arriba y las del segundo desde abajo. La primera se planta en el sol, tejida por los dedos de una madre cansada pero dispuesta. Hay movimiento en la cabellera de la misma manera que hay movimiento en la vida. Podríamos decir, que todo está hecho de movimiento y, por consecuencia, de ritmo. Somos cuerpos de música.

La escritora afrocaribeña Sylvia Wynter entendía que hay un camino para reimaginar la humanidad en el movimiento y en el ritmo. Para interrumpir el problema de la versión biocéntrica del mundo, que es lineal y estrecha, hay que entender que la historia es rítmica y ancha. Hay movimiento en la cabellera de la misma manera que hay movimiento en las historias. Hay muchísimo más en las historias de lo que la euromodernidad nos ha permitido ver —hay miles de movimientos sucediendo al mismo tiempo, sacudiendo al mundo, como una polirritmia universal.

 Sylvia Wynter 

La verdad es que nunca ha habido una sola forma de relatar la verdad. La forma en que nos escribimos y describimos está íntimamente relacionada con nuestra forma de movernos en el mundo. Sylvia Wynter escribió: “Se empieza a comprender aquí la función de la danza, el tambor, en la tradición oral negra. En las ceremonias religiosas en el Caribe, cada dios en particular está codificado por su propio ritmo que lo convoca a la ceremonia. El ritmo, la música, en la tradición oral negra del Nuevo Mundo, encarna y encarnará la escritura de esa sociedad. Pero esta ‘escritura’ es concreta, no abstracta. Se aprende solo viviendo”.

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La música no es algo abstracto. Es la organización del sonido y el sonido son ondas y las ondas son movimiento. Me gustaría proponer la musicalidad como una corporalidad, algo que respira y con corazón bombeante. El ritmo crece como un animal, vive en los montes y muere para volver a la tierra y vuelve nacer en una matica de laurel. El ritmo como algo vivo, como algo parte de la cotidianidad.

Estamos hechas de música

Sylvia Wynter decía que estamos hechas de palabras, luego dijo que el mundo está hecho de poesía y ritmo, algo así como que estamos hechos de música. Imagina lo hermoso de pensar que estamos hechas de música y que, como tal, todo tiene una carga revolucionaria. Cómo (nos) sabemos las mismas cosas a través de la música (a la autopoética de la cognición). La música (negra) se ha encargado de traspasar lo eclesiástico a lo secular, como el alma de Fanon, que era científica, como la consciencia. Podríamos decir que la música es la consciencia de los pueblos. Lo único es que (paradójicamente) ahora está siento apresada por el orden cultural del capital. Para que la música sobreviva el capital tiene que morir.

La globalización no está salvando a la música. Pensar en una tecnopoética de la consciencia es idealizar la destrucción de la estética de la liberación de los pueblos, porque el futuro de Occidente no existe sin la muerte de estos pueblos. La manera en que pensamos música, cómo leemos música, todo responde al orden del capital-colonial-global-moderno. Leer música es leernos a nosotros mismos, y ahora mismo lo hacemos en el lenguaje del amo. Si estamos (nuestras almas) hechos de música, la música es científica. Pero el problema es que nuestra definición de ciencia corresponde con el paradigma moderno. La música, la poesía, la palabra, el ritmo y lo natural no son ciencia en un orden de explotación.

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En este universo no existe nada que permanezca exactamente igual para siempre. El agua corre y la hierba crece para ser cortada. Incluso la magnitud hegemónica de la modernidad no es inmóvil y todo lo que se crea a costa de la vida está destinado a morir. Nuestros ancestros nos llevan alertando desde siempre: la catástrofe es solo una fase de este sistema moderno-capitalista-colonial. Pero en este universo polifónico, el hecho que una de las tantas líneas deje de sonar no significa que toda la música ha dejado de existir. El pasado, el presente y el futuro están en constante movimiento, existiendo en múltiples dimensiones. Regresar a ese principio, verlo todo con la crudeza transparente de la lluvia cuando cae, y caer con ella, nutrir el suelo, y sentirlo crecer. Esa es la raíz: necesitas muchas semillas para crecer un bosque saludable. Cuando hablamos de ser radicales, algunos no lo entendemos solo como agarrar las cosas por la raíz, sino de volver a ella: como un rizo, una respiración, un espiral constante en contra de la modernidad.

Jennifer Rubio, mejor conocida como Ciguapa, es una educadora y escritora dominicana. Divulga sobre antirracismo y feminismo a través de las redes sociales y ha trabajado como profesora de música en República Dominicana. Es parte de la colectiva AFROntera.

Twitter: @soyciguapa