Cuando la amistad con una de mis mejores amigas se acabó, no supe cómo asimilarlo. El problema fue que la invité a trabajar conmigo -creo-. Yo era la responsable del proyecto, por lo tanto debía reportarme. No supimos cómo llevar la situación de jerarquía y tampoco las rivalidades que se comenzaron a dar entre nosotras.

En ese entonces, ni una de las dos nos asumíamos como feministas. Tampoco habíamos hablado sobre nuestra amistad dentro del trabajo. Sí, cometí varias omisiones en nuestra relación, como no decirle mis emociones ni miedos. Me imagino que ella también.

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Además, a mi mamá nunca le cayó bien y en mi familia existía la premisa de que las mujeres no sabían ser amigas. Yo crecí con eso, por eso traté de no darle importancia. Sin embargo, nuestra separación me dolió. Traté de ocultarla buscando nuevas amigas. Claro, nunca fue lo mismo.

Ella fue mi amiga desde la prepa, seguimos juntas en la universidad. Ella me inspiró a estudiar comunicación. Aunque ya dentro de la “uni”, no nos frecuentábamos tanto, yo sabía que ella estaría para mí.

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Terminar con una amistad es como un duelo

“Que se acabe una relación de amistad nos obliga a vivir la readaptación emocional después de su pérdida. Hay que reconstruir un cachito de nosotras. Por eso es un duelo”, escribe Claudia Tepale en la revista Malvestida.

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Así fue para mí, un duelo. Replantearme una vida sin llamadas nocturnas, sin planes para los fines de semana y sin inspiración, fue fuerte y sobre todo doloroso.

Entre ella y yo no hubo una despedida. Sino un acto de miedo cuando decidieron decirle adiós en el trabajo. Ahora me preguntó, “¿por qué nuestra ex jefa nos expuso a eso?”, “¿a caso a los jefes les importan las relaciones humanas que se generan dentro de los trabajos?”, “¿habría que implementar algunas prácticas de cuidado cuando trabajamos con las amigas?”.

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Una de las razones por las que un duelo de perder a una amiga es tan doloroso es que no hay un ritual de despedida, de acuerdo con Melissa S. Cohen, psicoterapeuta y guía en relaciones.

Supe que no me hablaría más cuando me borró de Facebook. No hablamos nunca. Sólo decidimos dejarnos en el olvido. Sin tomar en cuenta la responsabilidad afectiva y replicando así los preceptos del amor romántico.

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Sobre el tema, Malvestida nos sugiere reaprender dos cosas: por un lado darle importancia a nuestros vínculos de amistad y por otra a romper los patrones de rupturas tormentosas que el amor romántico nos ha dejado.

Respecto a las rupturas y cambios de amistades, Levine, psicóloga clínica y periodista especializada en relaciones, asegura que “mudamos” de amigues cada 7 años, conservando sólo a 3 de cada 10 y esto ocurre más por las circunstancias que por nuestras preferencias.

Los criterios bajo los que funciona la selección de las mejores amigas, cada siete años, está ligada con la vida misma, cuando se casan, cambian de trabajo o de residencia. Así como el amor romántico no es para siempre, tampoco las amistades.

Por lo que habría que ir normalizando los cierres dentro de nuestras amistades, para no quedarnos con una terrible carga que no sabemos cómo expresar.