En el artículo pasado asentamos que los tiempos que corren exigen que los hombres nos comprometamos más activamente con el cuidado y crianza de hijos e hijas. En GENDES hemos propuesto el término de paternidades integrales, que comprende acciones en 3 ejes: proveeduría económica, trabajo doméstico y de cuidados, ejercicio de la autoridad. Antes de ver cada uno de ellos, es necesario aclarar que esta propuesta aplica también a padres separados de su pareja o a quienes ejercen una paternidad social (tíos, abuelos, etcétera).

Proveeduría

Es el rol que normalmente los hombres asumimos como propio. Aquí hay un doble reto a considerar. El primero es que las mujeres asumen de manera creciente un papel de proveedoras: en 2015, en 29% de los hogares la principal proveedora era una mujer; evidentemente, si esa está dejando de ser nuestra función exclusiva, entonces deberíamos plantearnos la coparticipación en el trabajo que las mujeres realizan en casa (ya volveremos a ello).

El otro reto es más cultural: los hombres creemos que nuestro ámbito de desarrollo es el laboral; mientras no consideremos que el hogar también es un espacio para nuestro desarrollo, nunca tomaremos seriamente el reto de interactuar más activamente con nuestra descendencia.

 

Trabajo doméstico y de cuidados

En general, este término incluye: tareas del hogar; acciones de cuidado; trabajo emocional. Como se verá, excede a la relación directa con hijos e hijas e incluye la relación con el entorno inmediato. Esto se debe a que la paternidad debería implicar una pedagogía de la igualdad en la que, entre otras cosas, quede claro que la división de tareas en función del sexo no tiene sentido; si los padres nos autoexcluimos del trabajo doméstico el mensaje es que hay quienes tienen cierto estatus que los excluye de ciertas responsabilidades -podemos convenir que los largos horarios laborales pueden dificultar esta cuestión, pero siempre se pueden llegar a acuerdos satisfactorios para quienes integran las familias. Pero hay otras razones.

Primero, el trabajo estructura relaciones; es a través de hacer actividades y tareas que se genera una convivencia profunda: puedo conocer gustos, habilidades, intereses de mis hijas e hijos para apoyarles de la mejor manera.

Por otra parte, la mejor manera de demostrar nuestro compromiso con la crianza es a través de acciones - “obras son amores, y no buenas razones”, reza el refrán popular.

Para finalizar esta sección, señalemos lo importante de que los padres nos alfabeticemos emocionalmente; es un lugar común decir que a los hombres nos cuesta identificar y expresar nuestras emociones (excepto el enojo); paternar de una manera diferente a la tradicional requiere que busquemos ayuda para ser fuente de afecto hacia nuestra descendencia (y quienes habitan en el hogar).

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Autoridad

Autoridad no es sinónimo de autoritarismo. No hay espacio para discutir el término, pero Aristóteles asocia la autoridad con un elemento que busca el beneficio comunitario y lo asocia al trabajo y la virtud. En este sentido, debería concebirse como una responsabilidad entre madre y padre para cuidar, proteger, orientar de la mejor manera a hijos e hijas. En este sentido, el ejercicio de la autoridad no tiene relación alguna con la violencia; y este es otro reto para los hombres, pues desde edades tempranas hemos aprendido a utilizar la violencia de manera cotidiana.

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En el artículo previo señalamos que niños, niñas, adolescentes y mujeres tienen diferentes derechos que requieren nuevas paternidades; sin embargo, debemos agregar que en esta nueva configuración del ser padre, los hombres también podemos ganar muchas cosas. A partir de lo que hombres comparten de esta nueva manera de ejercer la paternidad, ciertamente tuvieron que superar retos, pero las recompensas han sido mayores.

 *Este artículo fue escrito por René López Pérez, responsable de investigación de GENDES Género y Desarrollo.

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