En octubre de 2013, en México se dio a conocer la fotografía de una mujer indígena que dio a luz en el jardín anexo a un hospital de Oaxaca. La indignación no tardó en mostrarse. Irma López, quien había iniciado el trabajo de parto, no fue admitida en el hospital. Le dijeron que esperara, pero durante esa espera nació su hijo.

Casos como el de Irma son muy comunes en nuestro país. Muestra de ello es que sólo un par de días después se supo de una mujer en Puebla en una situación similar y de otra en Chiapas, que falleció por una cesárea mal practicada, relata Regina Támes, directora de GIRE, en el informe sobre violencia obstétrica de la institución que dirige.

Hemos normalizado que las mujeres, por falta de atención, tengan a sus hijos a las afueras de los centros de salud; pero esto es violencia obstétrica. Desde que los partos dejaron de ser una práctica natural y pasaron a ser responsabilidad de las instituciones se han visto beneficios para las mujeres pero también abusos que antes no se daban como la “violencia obstétrica,

“No solo se vive eso, el lugar preponderante ya no lo ocupa la mujer, sino el profesional de la salud”, señala Marbella Camacaro Cuevas, especialista en el área de violencia de género y salud.

Es una de esas violencias que muchas de mujeres han considerado normal, debido a que la hemos visto y vivido tantas veces, que pensamos que es parte obligatoria de la experiencia de ser madres.

La violencia obstétrica es una mezcla de violencia institucional con violencia de género, ambas violencias normalizadas y presentes en los servicios de salud, tanto públicos como privados, consiste en acciones u omisiones por parte del personal médico hacia pacientes de embarazo, parto o posparto.

El Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) refiere que en México el 33.4 % de las mujeres que tuvieron al menos un parto entre 2011 y 2016 manifiestan haber tenido al menos una experiencia de violencia obstétrica, que se lleva a cabo mayormente en la Ciudad de México (CDMX).

Algunas de las formas más comunes en las que se manifiesta la violencia son las siguientes:

-Agresiones directas como gritos y regaños

-Dejar pasar mucho tiempo para atender a la paciente

-No atender a la paciente

-Ignorar a la paciente ya sea en consulta, en labor de parto o durante su estancia en el hospital

-Que la paciente, al quejarse, sea ignorada, maltratada o le nieguen la atención

-Obligarla a aceptar un medicamento o un método anticonceptivo

-Darle a firmar documentos cuando no está totalmente consciente

-Aplicarle o suministrarle un medicamento y/o método anticonceptivo sin su consentimiento

-Realizar algún método quirúrgico sin su consentimiento (ligadura de trompas, episiotomía)

-Obligarla a parir o a pasar la labor de parto en posiciones incómodas o tenerla inmovilizada

-Ofensas y burlas por su edad, físico o algún otro tipo de condición

-Negarle la anestesia o medicamentos

-Que la paciente no vea a su bebé por más de cinco horas

-Forzar que el bebé nazca por cesárea o por parto

-No respetar los usos y costumbres de las pacientes (tirar la placenta a la basura en lugar de dársela a la paciente)

-No atender el dolor de las pacientes

-Minimizar las molestias que la paciente reporte al personal tachándola de exagerada

-No brindar información suficiente sobre el estado de salud de la paciente y del bebé

-Maltratar, ser cruel, humillar, juzgar, atemorizar, amenazar y tratar de forma inhumana a la paciente y su bebé

-Poner en riesgo la vida de la paciente y su bebé

De acuerdo al Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV), alrededor de 23,000 mujeres mueren cada año en América Latina y el Caribe por causas relacionadas con estas violencias.

En México, la violencia obstétrica tiene en su origen problemas estructurales como la burocracia, las fallas ya existentes en las instancias de salud como el personal poco capacitado o nada sensibilizado en materias de derechos humanos y género,  así como diversos aspectos de la injusticia social. Es necesario denunciar los casos para visibilizar la problemática y puedan otorgarse herramientas para la realización de una labor más humanitaria, informada, consciente y sensible ante la violencia de género y la salud de las mujeres.