Los roles y estereotipos de género aunados a contextos poco favorables para el desarrollo de las niñas, niños y adolescentes, reproducen una cultura, económica, social, política y religiosa que los pone en desventaja, vejando sus derechos humanos. La situación que enfrenta la infancia actualmente desde lo estructural es el impacto de la pobreza, la dificultad en el acceso a la salud y la educación, el ejercicio de la violencia en diversos ámbitos de su vida, y en específico en los temas de: matrimonio infantil, embarazo adolescente, discrimación, trabajo infantil, mortalidad, tráfico de órganos, explotación sexual, tráfico de niñas y niños, contagio de VIH al nacer, sobrepeso, migración temprana, abandono, y acoso sexual, entre otros.  

En diversos países, contextos y estratos sociales el nacimiento de las mujeres era vivido como una condena, de ahí que en China, en Sierra Leona, o en la India entre otros, las mujeres tenían que abortar cuando sabían que lo que gestaban era una niña, priorizando el nacimiento de niños varones.  En otros países las niñas nacían, pero eran abandonadas en orfanatos y/o casas de asistencia, uno de ellos fue el orfanato católico de Dublín donde las niñas vivían un permanente maltrato, además de ser violadas por las monjas católicas a su cargo.

VIOLENCIA HACIA LAS NIÑAS

Al nacer una niña, todavía hace diez años escuchábamos en México, en algunas comunidades, las expresiones de “una boca más para alimentar”, “es una carga”,  “lo más rápido posible hay que buscarle marido”, “hay que cuidarla para que no salga con su domingo siete y tengamos que hacernos cargo de una boca más”, dichas frases tan cotidianas son el reflejo de la violencia hacia las mujeres mucho antes de su nacimiento, son frases que violan sus derechos y las discriminan por el hecho de ser mujeres. 

El lado opuesto de esta historia era el festejo del nacimiento de un varón, ya que desde los estereotipos por un lado haría permanecer el apellido de la familia, es cuantificado como un “ingreso para la familia” y “mano de obra para el campo”. De igual manera, culturalmente el nacimiento de varones implica mayor prestigio para la pareja, una mujer que “no puede” concebir hijos varones era devaluada y en algunos casos era motivo para ser abandonada, ya que en esas circunstancia no cumplía con “su función de darle al marido”  un hijo varón con lo cual, ella “ganaba su lugar” en la familia, y el marido tendría un reconocimiento a su hombría, su apellido trascendería y más adelante podría ser apoyado por este varoncito para aportar al ingreso familiar.  

También las familias en un contexto de pobreza, con pocas opciones para el desarrollo, han tenido que tomar la decisión en torno a quién sí y quien no podrá asistir a la escuela, dicha decisión tranversalizada por los roles y estereotipos, dejan en desventaja a las niñas, bajo el argumento de que es mejor que los niños asistan a la escuela porque “ellos estarán a cargo de una familia” y con respecto a las niñas “ellas no necesita ir a la escuela, porque a ellas la van a mantener” claro, en estos contextos, en un porcentaje alto también podemos observar que no es una prioridad que las niñas y niños vayan a la escuela, ya que son más “útiles” los niños en el campo y las niñas en el apoyo a las labores domésticas, la escuela en estos entornos es una “pérdida de tiempo”

Dichas perspectivas aun con el tiempo persisten de una manera más velada, lo cual podemos observar en las cifras que nos siguen mostrando las brechas existentes entre unas y otros, siendo eso si mayores desventajas hacia las niñas. Podríamos pensar de una manera “lógica” que los niños varones entonces tienen mayores ventajas, sin embargo, también se le están vulnerando sus derechos al inducirlos a cumplir con expectativas, roles y estereotipos que ellos no han elegido, y al asignarles responsabilidades que a tan temprana edad no les corresponden. Se les ha negado transitar por su infancia, volviéndolos adultos y adultas con responsabilidades.

A LA DEFENSA DE LOS DERECHOS DE LAS NIÑAS

Pese a todo esto, el activismo infantil nacional e internacional se ha hecho presente en el 2000 con Jenning, activista transgénero que lucha por los derechos LGTBI. En el 2004 Autumm Peltier en Canadá defendió el agua desde los pueblos originarios.  En el 2011 Ahed Tamimi se manifestó contra las ocupaciones israelíes en tierras palestinas. En 2012 la joven Novel de la Paz, Malala Yousafzai sufrió un atentado por parte de los talibanes por defender la escolarización de las mujeres. En el 2017 la activista mexicana Yareni Karla Pérez Vega apoyo causas de discapacidad auditiva y obtuvo el Premio Nacional de la Juventud en el rubro de discapacidad e integración. En el 2018, Xiye Bastida, mexicana otomí, impulso el activismo en torno al cambio climático y en el 2018 la sueca Greta Thunberg ha impulsado una agenda en el tema del cambio climático.  Por fortuna la lista es mucho más grande, lo cual esperemos también vaya impactando a la par de la política pública de nuestro país y mejorando las condiciones, expectativa de vida y el ejercicio de los derechos de este sector poblacional.  

Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada en pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.

@EscamillaBarr