Y claro nunca habrá un amor igual, porque las personas con quienes nos relacionamos son diferentes, porque el arte de amar por fortuna todo el tiempo se va transformando, según las personas, la cultura, el momento histórico, los intereses, los conflictos, las faltas y las bondades internas de cada quien.

Cuando los amores trascienden del enamoramiento al amor, podemos asumir a ese objeto amado como el sujeto-sujeta amado, el cual piensa, siente, actúa y decide. Esto último provoca la agitación de nuestras ansiedades de separación porque inconscientemente siempre pensamos que en cualquier momento “nos puede abandonar” como la madre o el padre en la infancia, y eso “asusta” mucho. Esto es una generalidad ya que opera de manera muy particular en cada persona a partir de su historia de vida.

En tal sentido, el amor “adulto” es algo que se construye por ambos, posterior al enamoramiento y/o durante el mismo, no se logra sólo por pensarlo o gracias a alguna divinidad. El amor implica, trabajo y trabajo en serio, personal y con la pareja ya que el “amor” se va convirtiendo en otra clase de vínculos que son los que nos hacen quedarnos toda la vida o por cierto tiempo.

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El amor es una construcción

De ahí, que el amor al ser una construcción, no puede manifestarse de una sola forma, si bien hay generalidades culturales, de lenguaje, estereotipadas y consensuadas, cada pareja construye sus propios códigos e interacciones para manifestarse.

El decidir construir el amor con la pareja, implica como diría Lacan: “Dar lo que no tengo a quien no es”, además de lidiar con nuestro narcisismo, con nuestras ansiedades de castración, con la posibilidad de dar, de recibir, a sabiendas de que no podemos tener todo, ni dar todo, y seguramente tendremos que “perder algo” que en realidad nos hará ganar más cosas y estacionarnos brevemente en la gratitud.

Actualmente podemos encontrar una gran diversidad en el amor, manifiesto en el amor “libre”, de pareja, en la diversidad genérica, en el prototipo romántico, pasional, erótico, lúdico, fraterno, familiar, el amor propio, maniático, aprensivo, desventurado, de transferencia y el pragmático, entre otros. 

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Muchas de las parejas que llegan a consulta justo se quedan estacionados en el amor romántico y cuando tienen que dar el siguiente paso para construir su relación se conflictúan y ya no se reconocen, “casualmente” se convierten en todo lo contrario que miraron al principio de la relación.

Bioquímicamente hablando, el enamoramiento te mantiene atento a la espera de volver a ver al ser amado, pero también te aletarga. Te da una dosis de alegría y adrenalina concentrada en el pecho, y te hace volar, te vuelve omnipotente, lo puedes todo, pero también causa angustia y esto te desconcentra y cansa. El amor adulto te mantiene alerta, vivaz, creativa y de alguna manera estable emocionalmente en cualquiera de la modalidad que se ha elegido.  

No hay recetas para ser feliz en el amor

El amor es un tema complejo ya que tiene que ver con diversas emociones, sensaciones, miedos, prototipos familiares, ansiedades, frustraciones, necesidades, vacíos, entre otros. Lo cual, determina de cierta forma que se goce o se sufra. De ahí que no tenemos recetas para saber que funciona y que no, porque funcionará o no a partir de las y los involucrados. No toda la gente que vive en pareja está enamorada y/o ama a quien tiene al lado. En la clínica podemos ver que las parejas estas juntas por la estabilidad económica, social, por no estar solos, por la necesidad de ejercer la maternidad o paternidad de manera acompañada, o bien, porque aprendieron que tenían que tener una pareja.

Otras parejas por supuesto, entendieron lo rico que es construir una relación día a día, no importando el tiempo que dure y en la cual ambos pueden aprender, crear y crecer como sujetos individuales y como pareja. El amor adulto no castra al otro, no lo maltrata, lo impulsa, lo acompaña. Se decide compartir la vida con alguien por amor y no por llenar un vació.

En la película La forma del agua, del cineasta Guillermo del Toro, nos muestra muchas caras y perspectivas del amor onírico y cotidiano, el cual puede tornarse y tomar diferentes escenarios, formas, crear un lenguaje común aun en los silencios, compartir, recibir, convivir con nuestros propios monstruos y con los de la pareja. Atrevernos a hacer locuras, a desprendernos del ser amado por el mismo amor que le tenemos y no desde el plano de victimizarse o “perder”, sino de aceptar que cada una es responsable de su propia felicidad y claro, mejor aún si es compartida.

Finalmente el amor en la forma que tome es el motor que mueve a la humanidad, ya lo dijeron los Beatles, todo lo que necesitamos es amor en el más amplio sentido de la palabra. Y tú ¿te has preguntado desde dónde amas y para qué?

Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada enpedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.

@EscamillaBarr