El sexo es considerado uno de los mayores placeres del ser humano y a pesar de ser un derecho, éste no es una práctica bien vista cuando tienes con discapacidad.

La salud sexual y la salud reproductiva de las personas con discapacidad (PcD) tienen una larga historia de invisibilización, desconocimiento y formas de hacer y de pensar sustentadas en prejuicios y suposiciones más que en criterios de salud, y  a pesar de ser uno de los derechos que el Estado debería de cuidar, por ser mencionados en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPcD), en la práctica, resulta ser uno de los más olvidados. 

Todas “las personas con discapacidad tienen derecho al placer y al disfrute de la sexualidad, a decidir sobre su cuerpo con autonomía, a mantener la fertilidad, a que no les realicen esterilizaciones sin su consentimiento, a permanecer con sus hijas/os y hacerse cargo de la crianza”, también tenemos derecho a contar con un sistema de apoyos, elegir a una o más personas de confianza para que acompañen el proceso de toma de decisiones sobre salud y el cuidado del propio cuerpo. Es común que en las actividades de la vida cotidiana, algunas PcD contamos con alguna persona que nos apoye.

¿Pero en temas sexuales, contarías con el apoyo de tú familia para explorar tú cuerpo y sentir placer? No lo creo, es un tema que se considera privado, sin embargo es común que muchas personas callen cuando algunos de sus contactos cercanos o incluso algunos terapeutas ofrecen satisfacción extra de manera consensuada, ese es el caso de una mujer  de 39 años con discapacidad motriz, que de manera anónima cuenta que su terapeuta ofreció darle asistencia sexual para masturbarse: “Tal vez no es lo correcto pero cuando una caricia se convierte en la única forma de satisfacerme, porqué voy a negarme, no puedo hacerlo por mi cuenta, me gusta sentirme deseada de vez en cuando, me gusta sentirme mujer”. 

Y tiene razón, el placer sexual es una emoción, un impulso, un deleite, una fuerza que nos mueve a tener relaciones afectivas y sexuales, a disfrutar y pasarla bien, un derecho, una necesidad por cubrir y es ahí donde las personas con discapacidad que también han tomado cursos para conocer las necesidades de sus cuerpos, pueden recurrir al asistente sexual es aquella persona que guía, ayuda, orienta a una persona con discapacidad física o psicológica que tiene dificultad o imposibilidad para estimularse o para tener contactos eróticos con otras personas.

Una figura de apoyo, un profesional regulado y capacitado que conoce las necesidades específicas para provocar disfrute sexual a la persona que lo requiere, donde se vuelve las manos y no el cerebro de la persona con discapacidad que quiere satisfacerse por sí sola, o bien también  apoya a una pareja con discapacidad a colocarse de la manera correcta para que ambos tengan satisfacción como cualquier pareja, o aquel asistente sexual certificado, con conocimientos técnicos (sondas, cateterismos, fugas de orinas o heces, riesgos de fracturas, escaras, cuerpos espásticos, por mencionar algunos) que tiene una relación sexual consensuada bajo reglas y un contrato con su cliente, una persona con discapacidad. Para León, un asistente sexual “es un concepto fácil de entender ya que se trata de un ser humano ayudando a otro tal como lo haría un enfermero o doctora al atender a un paciente que no puede curarse por sí mismo pero que necesita imperiosamente la ayuda y asistencia médica para lograrlo”.

En un mundo donde los estereotipos y los tabús nos dominan, parece un tema polémico, pero cuando se busca la igualdad, porque sólo pensar en una rehabilitación física, psicológica o emocional, nunca debemos olvidar al humano sexual, que tiene que luchar con una sociedad que lo ve como una persona asexual y angelizada, que pocas veces tiene la oportunidad de reconocerse como una persona deseada, que lucha constantemente con las miradas y la doble moral de la gente que alimentan su baja autoestima.

Un asistente sexual es un apoyo distinto a los apoyos normalmente aceptados  socialmente (auxiliar médico, psicólogo, asistente personal o terapeuta) con funciones (propias del ámbito de los trabajos sexuales), que con su trabajo empático ayuda a hacer valer un derecho, el derecho sexual y reproductivo de las personas con discapacidad. Sin embargo, la asistencia sexual regulada no es una utopía, existen países en los que la asistencia sexual es un tema común,  Suiza es el único país europeo que ha regulado de forma oficial la figura del asistente sexual. Desde el 2007 existe un programa de formación para asistentes y que es impartido por diferentes asociaciones reconocidas por el gobierno que incluso, también interviene en el número de asistencias mensuales permitidas, siempre respetando las decisiones de la persona con discapacidad. 

España también ha puesto en el mapa el tema, Antonio Centeno realizó el documental “Yes, we fuck” que abrió las mentes de otras personas, ahora existen asistentes sexuales que realizan estas labores, en muchos otros países europeos como Alemania, Holanda, o Bélgica la asistencia sexual ya ha recorrido mucho camino y se considera un servicio del sistema de salud. En Dinamarca, el gobierno, a pesar de la oposición de muchos sectores de la sociedad civil, destina recursos públicos a la salud sexual de las personas con discapacidad, que pueden recurrir a los servicios de prostitutas. En Francia, son muchas las asociaciones que lo promueven, en Japón, surgió una organización no lucrativa  llamada “White hands”, que provee el servicio a domicilio de asistencia sexual para personas que tienen alguna discapacidad motriz, como parálisis cerebral, lesiones medulares o distrofia muscular, y que no pueden masturbarse solas.

En México las personas con discapacidad viven su sexualidad de manera clandestina, con gente sin capacitación con la que aceptan tener encuentros sexuales en circunstancias poco favorables para su condición, una regulación que permita la existencia de asistentes sexuales que sirvan como un apoyo a las personas con discapacidad hará la diferencia entre el delito convirtiéndolo en un derecho, los asistentes sexuales enseñan a las personas con discapacidad a ver a su cuerpo como un cuerpo erótico, a reencontrarse con sus sensaciones propias, a sentir placer desde múltiples perspectivas y en definitiva ver la sexualidad, más allá de los genitales o el coito, para que la persona que acude a la asistencia sexual, aprenda y comprenda que a pesar de su discapacidad, puede tener una sexualidad plena y satisfactoria como el resto de personas.

Dr. Edgar Iván Zazueta Luzanilla

Twitter: @Edgarivanzaz

Doctor en Ciencias, con especialidad en Desarrollo Regional por el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A. C., pertenece al Sistema Nacional de Investigadores y a la Red Conacyt “Género, Sociedad y Medio Ambiente (GESMA). 


Marialù Castro

Twitter: @JauneLu

Fundación para la Inclusión y Desarrollo De Personas con Discapacidad, A.C.

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