A la periodista Politkoskaya se le advirtió no estar en Chechenia –sus reportajes le generaron enemigos; así siguió escribiendo contra el gobierno de Vladimir Putin y la guerra en Chechenia.

Anna fue una periodista rusa nacida en Estados Unidos, de ascendencia ucraniana. El 7 de octubre de 2006 fue encontrada en su ascensor con disparos en la cabeza y en el pecho. Aún se sigue sin saber quién ordenó su asesinato, documentos ultra secretos revelados por Edward Snowden confirman que los Servicios de Inteligencia Federal de Rusia habían marcado su correo electrónico, relata El pequeño libro de las Grandes Feministas.

Antes de su muerte, las amenazas que recibió no la detuvieron. Fue una de las negociadoras en el secuestro de espectadores del teatro moscovita Dubrovka, en octubre de 2002 en el que murieron 130 personas gaseadas por las fuerzas rusas. También en septiembre de 2004 cubrió la tragedia de la Escuela de Beslán (Osetia del Norte) en la que hubo más de 370 muertos, entre ellos, 171 niños. Y ella puso nombres y apellidos a todos los que participaron en estos asesinatos, señala el diario Público.

En su mesa se quedaron postrados fotos y nombres de personas secuestradas y torturadas en Chechenia, material para su póstumo artículo de investigación para su periódico, Novaya Gazeta, material que también resultó incómodo para el gobierno de Moscú, publica el diario Mundo.

En 2018, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (CEDH) condenó a Rusia por su manejo en dos casos de alto perfil, en 2012 por la condena a miembros de Pussy Riot en 2012 y por la investigación sobre el asesinato de Polikosvskaya, por ser una voz crítica sobre la guerra de Rusia en Chechenia y del presidente ruso Vladimir Putin.

Los obituarios de Politkovkaya están llenos de los adjetivos “implacable, inflexible, dura”.  Sin embargo, en el documental Bitter taste of freedom, de su compatriota Marina Goldovkaya, y en el libro Anna Polikovskaya. Sólo la Verdad que recoge sus artículos de Novaya Gazeta y textos familiares, se develan rasgos de que la periodista también tenía miedos, dudas y una gran sensibilidad.

Antes de su muerte escribió “La gente de Chechenia teme por mí, y eso es muy conmovedor. Temen más por mí que lo que yo temo por mí misma, y es así como sobrevivo”.