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La República en riesgo

La gobernanza se transmuta ante nuestros azorados e impotentes ojos en simple maquinaria de control político, electorero y militar. | Luis Farías Mackey

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Escrito en OPINIÓN el

Dos fenómenos llaman poderosamente mi atención y nublan mi -ya de por sí- exigua fe en el futuro. La soberbia alegría de los triunfadores; inaugurando una nueva época, como si la democracia no fuese antídoto natural contra quienes, como Hitler, pretenden instaurar un régimen por mil años. La gracia y valor de la democracia no está en poner, sino en la oportunidad de volver a escoger a quién poner en un futuro cercano.

Festejan en burla a sus “adversarios” -“conservadores” e “hipócritas”, nos llaman-. Recetan Vitacilina en vez de tejer acuerdos o esgrimir razones. Me recuerdan a los Científicos de finales del XIX, insuflados de las seguridades y arrogancias de “la civilización”, del “Tiempo Eje” europeo que, en calidad de imperio mundial, asumía abarcar y absorber todo. A éstos los mueve la Cuarta Transformación que, cual Dios, sin verla ni saberla adoran. Ciegos.

Cantan jubilosos hacia ella, como los ejércitos europeos cantaron marchando, sin saberlo, a la Gran Guerra, primera de destrucción casi total, a morir hundidos en el fango de las trincheras, o reventar cual sapos por las armas químicas, o acribillados por las metrallas, o destrozados bajo las orugas de los tanques, o tasajeados a bayonetazos. No supieron que festejaban la antesala de los totalitarismos y comían el primer plato de lo que sería el fin de las democracias de principios del siglo XX y la Segunda Guerra Mundial.

Me recuerdan, en su febril cuan aguerrida y dogmática presencia en redes, a las juventudes nazis, extasiadas por el populismo presto a develarse en dictadura, campos de concentración, destrucción de medio mundo, verdugo de libertades y derechos. Su entusiasmo nunca imaginó la era de destrucción atómica. En igual talante festejan y polarizan en un camino sin rumbo.

Por mi parte no veo nada que festejar. El mundo se puebla de populistas autoritarios, de demócratas ademocráticos y aplaudidores de yugos y miserias por venir. Consumistas de su propia vida y felicidad. Aquí, en casa, una realidad de fin de la República y quiebra de la democracia se festeja como gran triunfo. La economía cae, los capitales huyen, pero se festina la simulación, se aplaude la contradicción, se adora la confusión, se venera la demagogia y se canta a la ignorancia. Inauguramos una nueva política, una política de memes y polarización, castrada de frutos positivos y sobrada de epítetos.

La Constitución está próxima a tirarse a la basura por las manos diestras y jurisperitas de Bejarano; las instituciones -federación, Poder Judicial, organismos autónomos, cultura de la legalidad, transparencia, rendición de cuentas, Estado de Derecho-, cuentan sus últimos días.

La gobernanza se transmuta ante nuestros azorados e impotentes ojos en simple maquinaria de control político, electorero y militar.

En esa tesitura se inscribe mi otra preocupación. La gente cree que nuestros males devienen de un exceso de política, cuando son hijos de su ausencia. Bien lo señala José Andrés Torres Mora, el origen de nuestros males no es el poder de la política, cuanto su debilidad; debilidad ante otros poderes no democráticos que sistemáticamente operan para hacerla irrelevante y estéril.

Nuestro verdadero problema es que la política, como afirmó Manuel González en Nuevo León con motivo del 20 de noviembre, termine por parecernos prescindible.

En ello, en lo prescindible de la política, concuerdan los pseudodemocrátas enemigos de la democracia, los poderes económicos desterritorializados y los mediáticos que luchan entre sí por apoderarse del espacio público sin ciudadanos, solo masas consumistas.

Para Innerarity, prestamos más atención a la corrupción que a la mala política, exigimos más transparencia, pero no miramos a donde tenemos que mirar. El hábil prestidigitador nos impone su agenda diaria en un entretenimiento de masas, mientras pacientemente desarma los mecanismos de relojería llamados Estado-Nación, Estado de derecho, República, Democracia, política, liberalismo.

Y para evitar discusiones inútiles, no defiendo la corrupción; la que, por cierto, ya se le concedió amnistía adelantada, substrayéndola del Estado de Derecho para cobijarla bajo el manto del País de un solo hombre y su tropical voluntad. Tampoco la minimizo; simplemente señalo que la política mística y unipersonal, así sea de movilizaciones disfrazadas de consultas simuladas, puede ser todo, excepto República democrática y Estado de Derecho. La corrupción en boca del Presidente Electo es narrativa de campaña, no verdadero compromiso político; menos política pública. Y será, una vez que asuma el cargo, fuego de artificio, circo romano, moneda de cambio de lealtad política, encubridor de errores propios y pantalla de Big Brother para linchar a quien sea necesario para ocultar el incumplimiento hecho gobierno.

Corremos el riesgo de echar por la borda 200 años de vida independiente. Bueno, hasta un organismo para reescribir la historia se ha anunciado con el nombre rimbombante de Memoria Histórica y Cultural del Gobierno de López Obrador.

Nos acercamos a un primero de diciembre ominoso.

La República está en riesgo.

Reflexión sin pasión

@LUISFARIASM | @OpinionLSR | @lasillarota