¿Qué es el amor? De entrada, podemos decir que es un constructo, que tiene diversas connotaciones según la cultura, la sociedad y las personas, sin embargo, podríamos partir de que el amor adulto es un afecto que valora a otro y desea su bien. Este puede manifestarse de diversas formas, a través del amor propio, hacia las y los amigos, en lo romántico, en lo filial, en lo místico, hacia una causa, hacia la pareja, entre otros. 

El amor para el psicoanálisis es parte de la vida, así que nos habitan la pulsión de vida que coexiste en razón de la pulsión de muerte y viceversa, “la muerte es compañera del amor” diría Freud en su libro Más allá del principio del placer, así que habrá que trabajarle mucho, y a consciencia para no darle tanta cabida en nuestra vida a la pulsión de muerte y dejar que la pulsión de vida sea quien lleve las riendas de nuestro andar. George Sylvester le pregunta a Freud en una entrevista: ¿cómo definiría a una persona saludable? A lo cual le responde: “una persona saludable mentalmente es aquella que es capaz de amar y trabajar” y cómo dice Matías Tavil del programa Asociación libre, ¿alcanzará con amar y trabajar para ser feliz?

Las manifestaciones del amor

Estas son diversas y habrá tantas como personas, ya que cada persona, relación y/o vínculo establece las propias. Las manifestaciones estandarizadas y/o estereotipadas del amor pueden ser a través de gestos, palabras, regalos, acciones, o bien, a través de la caricia a un arbusto, tomar la mano de alguien, una rica plática, a través de los cuidados, del respecto a diferentes puntos de vista, a estar simplemente, entre muchas más, y dependiendo de cada persona. 

Desde el funcionamiento orgánico, el amor tiene un impacto en el cerebro, y no en el corazón, como fantasiosamente lo expresamos “estás en mi corazón” “vives en mi corazón”, aun cuando podemos sentir la palpitación del corazón al vernos frente a alguien querido, el bombeo sanguíneo tiene que ver con un mecanismo que registra el cerebro debido a la excitación. De igual forma, ese registro producirá como parte de la química cerebral a la oxitocina ante un encuentro o fantasía de seducción, el cual nos hará sentir relajadas y desestresadas, entre otras sensaciones de bienestar

Los primeros objetos de amor son importantes en la vida

Las personas tenemos un primer vínculo con la madre, desde el momento de nuestra gestación, donde habitaremos por nueve meses su útero, donde nos viviremos en completud, nos alimentamos y respiramos a través de la madre, volviéndose un espacio confortable en dónde no requiero hacer mayor esfuerzo, de ahí que en ocasiones cuesta salir, ya que el salir, me implicará respirar y valerme por mí misma. Al nacer, nuestro primer objeto de amor es la madre, quien sigue alimentándonos, cuidándonos y cobijándonos, y a la cual, si todo va bien, tendré que renunciar para construirme como sujeta y en determinado momento elegir a otro objeto para amar, lo cual tiene que ver con la adultez.

Al respecto, Melanie Klein, psicoanalista inglesa, nos habla del Amor, la culpa y la reparación (1937) a partir del primer vinculo del niño con el pecho y la leche de su madre, lo cual considera la base de todas sus relaciones amorosas en la vida adulta. Si esta madre y/o la madre sustituta, abuela, tía, papá, etc., cubren de manera amorosa y sostenida al bebé, se tienen probabilidades que ese bebé pueda establecer en la vida adulta una relación medianamente sana y adulta, si se fractura, seguramente le será un poco más difícil lograrlo. De igual forma, esto mismo se despliega para todos los tipos de vínculo que establezca, desde el amor, desde la posesión, la persecución, el abandono, entre otros. 

En tal sentido, diría la canción de los Beatles, todo lo que necesitas es amor, y sí, cuando existe este no es que no crezcamos con deficiencias, pero si con la posibilidad de desarrollar herramientas, hacer conscientes mis miedos, ansiedades y aprender a tolerar eso que siento, para no ponerlas en la pareja y/o en mis vínculos.

El amor que se construyó desde la infancia, se proyecta en la adultez

Psicoanalíticamente, desde la infancia se puede percibir nuestra estructura psíquica, la cual puede “modificarse” un poco si contamos con un ambiente suficientemente sano, sostenedor, no violento, no sancionador, entre muchas otras situaciones; es decir, el ambiente también juega un papel importante en la construcción de nuestra psique, desde la cual desplegaremos el amor. Algunas de estas estructuras psíquicas son la neurótica, melancólica y narcisista.

Algunos ejemplos de esto podríamos ser, un bebé voraz, al que nunca le satisfacía la leche proporcionada por la madre cuando le amamantaba, probablemente en la adultez demandará todo el tiempo a su pareja tiempo, atención, cumplidos, y aun cuando se los proporcione, no le será suficiente; o bien, en un ámbito más social, será de las personas que al ir a una fiesta expresen regularmente “no me llené con lo que dieron, fue muy poco”. Otro ejemplo, puede ser el de un bebé que se ha vivido abandonado, poco visto, el cual en la vida adulta podría vivirse con celos, ser posesivo y controlador con su pareja, debido al miedo a “perder a su objeto amado” el miedo a vivirse sola.

De igual forma, en el ámbito laboral podríamos observar a esa misma persona, complaciente en todo momento como una forma de sentirse vista y valorada. 

Finalmente, todas y todos, somos de alguna manera posesivos, celosas, con miedos, entre muchas cosas más, sin embargo, en la medida que yo pueda tramitar y tolerar dichas emociones, me dará la posibilidad de manifestar el amor en mis diferentes vínculos de una manera más grata y menos angustiante. 

 

Norma G. Escamilla Barrientos 

Twitter: @EscamillaBarr

Licenciada en Pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y maestra en Psicoterapia Psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.