Desde hace décadas, la familia Ramírez llegó a los campos norteamericanos con un objetivo en claro, trabajar y acceder a mejores oportunidades de vida. En el seno de esta familia campesina de Ohio, creció Mónica Ramírez una mujer que en su infancia vivió un caso de abuso sexual en su círculo familiar cercano, desde el dolor y la rabia, ella supo bien que cuando la mujer migrante se enfrentaba a la violencia, lo hacía sola porque para el poder estadounidense, no queda más que mirarlas de reojo y seguir de largo. 

Años más tarde, ella se convierte en sobreviviente de abuso y ante el panorama de incertidumbre, se abrió un crisol de situaciones que dejaban al descubierto que en el país del sueño norteamericano, impera la violencia, la brutalidad policial, la disparidad salarial, el abuso sexual y la explotación laboral, al otro lado de este paradigma, la mujer migrante y campesina resiste en el silencio. 

¿Qué voy hacer por el resto de mi vida?, se pregunta para sí Mónica Ramírez, la respuesta era clara y la había acompañado desde su infancia, su trabajo lo dedicaría para levantar la voz, defender y visibilizar que las mujeres migrantes existen y -sobre-viven a una violencia sexual que a los ojos del estado es invisible.

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Desde principios de los dosmiles, la palabra y voz de Mónica Ramírez se escucha con fuerza, graduada de la Facultad de Derecho Moritz de la Universidad Estatal de Ohio, referencia de consultoría para el documental “Rape in the fields”, nombrada dentro de la lista de las 100 mujeres más poderosas de Forbes, y en 2021, nombrada en la lista 100 Next de la revista Times y galardonada con múltiples premios de los que destacan el  Gender Equity Changemaker Award del Harvard Kennedy School, el premio Feminist Majority's Global Women's Rights Award, el Smithsonian's 2018 Ingenuity Award y el Hispanic Heritage Award.

Con una trayectoria que ha dejado huella en el camino, para Mónica Ramírez la convicción de mandarle un mensaje a las mujeres migrantes es indoblegable: no están solas. 

Migración para proteger: la primera violencia

Hasta hace algunos años, las estadísticas de las personas migrantes en Estados Unidos eran androcéntricas, es decir, que se consideraba que el único individuo en realizar este viaje eran varones, mientras que las mujeres, normalmente se quedaban en sus hogares a realizar las labores de cuidado, o bien, si migraban era porque acompañaban a su pareja. 

Estos primeros acercamientos informativos no pudieron distar más de la realidad y es que, las mujeres desde hace generaciones, son actores fundamentales en la migración y en el trabajo. Casi el 50% de los migrantes son mujeres de acuerdo con el Portal de Datos sobre la Migración.

Las madres con sus hijas se han convertido en participantes activos de las caravanas migrantes y es aquí, donde se presenta la primera división por género. De acuerdo con el Institucio Nacional de Geografía y Estadísticas, la mayoría de los hombres que migran lo hacen para buscar trabajo, reunirse con su familia o atender su oferta. Por otra parte, la mujer huye de sus países de origen al ser sobrevivientes de violencia doméstica, para proteger a sus hijas y para evitar ser violentadas por las pandillas de sus comunidades. 

“Entre 2013 y 2014 notamos que había más mujeres centroamericanas migrando porque estaban huyendo de la violencia. Hablando con mujeres en la caravana migrante, vi que habían muchas niñas con sus madres, y en conversacion, me explicaban que los grupos delictivos las amenazaban con matarlas e incluso, amedrentaban a la madre para que sus hijas fueran pareja de una de estas personas (del crimen organizado). Ellas migraban en un intento de proteger a sus hijas del abuso, feminicidio, secuestro y demás cosas malas”, explica Mónica Ramírez en entrevista para La Cadera de Eva.

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En conversación, la abogada especialista acota que es imposible de creer la cantidad de violencias que atraviesan a las personas migrantes, en este caso, hablando de aquellas mujeres que viven en un entorno violento, transitan una migración de desapariciones forzadas, robo y temor. Sólo para asentarse en Estados Unidos y estar sujetas al abuso sexual por parte de las personas que ejercen poder sobre ellas y sus cuerpos. Para la mujer migrante, la violencia es una condicionante de vida y la justicia, un imposible. 

Atravesando las inclemencias de un territorio mexicano que se vuelve campo minado para los migrantes, enfrentando a los cuerpos castrenses que acumulan hasta mil denuncias anualmente por tratos inhumanos en nuestro país (Comisión Nacional de los Derechos Humanos) y resistiendo a las organizaciones delictivos que los violentan y desaparecen en su transitar por México, las personas migrantes arriban a la frontera en donde se enfrentan a una brutalidad policial incomesurada por parte de la policía estadounidense de inmigración: la migra

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“Afuera de los centros de detención migratoria, las familias me platicaban cómo los agentes les gritaban que eran animales y groserías muy muy fuertes. Actualmente se encuentra a discusion qué acciones tomará el gobierno de Biden en cuanto a migración, pues aunque ha tenido aciertos como castigar a los empleadores que tomen represalias en contra de sus denunciantes (migrantes), la realidad es que cuando se trata de brutalidad policial, no tengo razón para creer que existe un cambio”, sentencia la especialista quien este mes discutirá en la Casa Blanca cuáles son las acciones gubernamentales que se están tomando para salvaguardar la vida e integridad de las mujeres migrantes

¿Qué clase de preparación toman los agentes migratorios?, ¿son conscientes de que sus acciones de abuso tienen serias consecuencias?, mayoritariamente, al no existir represalías en su contra ante las múltiples violencias que ejercen contra los grupos migrantes, se ha perdido la sensibilidad humanitaria en su trabajo; desde el poder jerárquico, saben que el estado los protege y al migrante, lo vulnera. Este hecho, consterna profundamente a Mónica Ramírez que cuestiona en conversación cuáles serán las consecuencias futuras en la vida de estas personas al ser sometidas a una violencia traumática tan dolorosa. 

“No están seguras en ninguna parte, siempre sienten que algo malo les va a pasar, es vivir una violencia tras otras, hay miles de niños que no han podido ser regresados con su familia porque perdieron la documentación, este sufrimiento que hemos visto por años debe tener alguna consecuencia, ¿cuál será el impacto que tendrán estas personas, estos niños que fueron separados de su familia?, imagino que durará décadas (...) tengo miedo de las consecuencias de tanto dolor humano”, externa la abogada y activista. 

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Estableciéndose en el país…¿de las oportunidades?

De acuerdo con información del Departamento de Trabajo de Estados Unidos, este es un listado de los principales trabajos que ejercen las mujeres en este país, siendo paralelamente, los trabajos peor remunerados. 

  • Vendedoras en tiendas
  • Asistentes de cuidado personal: asistencia para personas con discapacidad
  • Trabajadoras en restaurantes, mayormente, cocineras o atención a cliente 
  • Niñera
  • Trabajo en el campo
  • Trabajadora de limpieza en hoteles, moteles y resorts
  • Limpieza
  • Empleada en preparación de alimentos (el segundo empleo peor remunerado según el 
  • Institute for Women's Policy Research)
  • Sólo el 16% de las mujeres migrantes originarias de latinoamérica y el Caribe se desempeñan en puestos ejecutivos, gerenciales, financieros y administración pública.

En 2003, Mónica Ramírez lanzó su primer iniciativa que puso, por primera vez en el mapa el abuso sexual contra migrantes. En su trabajo de investigación y asesoramiento legal, la abogada encontró que todas las mujeres migrantes con quienes se había relacionado para obtener datos habían sido asaltadas sexualmente en sus trabajos.

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A menudo, cuando las personas le preguntan a la especialista sobre la labor que desempeña como abogada, tienden a cuestionar por qué, si es algo tan común en Estados Unidos, nadie habla al respecto. Por paradójico que parezca, la respuesta se lee en la misma oración: nadie habla, denuncia, levanta la voz ni señala la violencia sexual que viven las mujeres migrantes

Procesos costosos, abogados que ejercen racismo, dificultad para aprender el idioma, desconocimiento de las leyes y el miedo al violentador, son los pilares en donde se sostiene una violencia sistémica que obstaculiza el acceso a la justicia.

A estas alturas de la conversación con Mónica Ramírez, se detiene en un concepto importante, la relación de poder. Todos tienen poder por encima del cuerpo feminizado, sus caseros, sus empleadores, la persona que la apoyó a cruzar la frontera, el jefe de la cocina, el hombre que la lleva a hacer la despensa y compras; todos. 

“Pensemos por un segundo, una mujer campesina que en promedio gana once mil dólares, no entiende inglés y tampoco tiene documentos, ¿aprenderá las leyes, buscará un abogado, someterá la queja y después iniciará su proceso de investigación?, para una mujer migrante indocumentada y sobreviviente de abuso sexual, es muy riesgoso denunciar, prefieren dejar el trabajo o seguir sus vidas como si nada pasara porque para ellas la idea de justicia no existe”, acota la abogada. 

Además, el equipo de Mónica Ramírez ha rastreado un fenómeno común de violencia psicológica y patrimonial, en donde, en caso de que la mujer decida hablar sobre el abuso que vivó en manos de su empleador (dueño de la tierra), éste les quitará el empleo y difundirá rumores en su círculo para que la mujer y su familia, no sean contratados nuevamente, dejándolos en una situación de absoluta vulnerabilidad. 

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La impunidad corre por los campos estadounidenses y es imposible no caer en cuenta que la injusticia que se vive es inhumana; las migrantes existen y resisten en un Estado que les ha robado la voz, pero que, la lucha de mujeres como la de Mónica Ramirez se vuelve bandera de resiliencia. En un espacio violento y oscuro, su palabra se vuelve luz.

“Quiero que las mujeres que me miran sepan que no están solas, yo entiendo lo que es sufrir violencia y cada día que tengo el honor de poder estar en esta lucha, daré todo porque debemos vivir en un lugar seguro, sin violencia. Quiero que cuando me miren, piensen que mi promesa nace desde lo profundo de mi corazón y nunca quiero que olviden que aunque hay personas que nos quieren hacer sentir sin poder, deben saber que lo tenemos, no importa si tenemos papeles o no, si hablamos el idioma o no, si somos ricos o pobres, nosotros tenemos poder”