Marifer García, mujer cubana-mexicana que radica en la Ciudad de México, compartió en conversación con La Cadera de Eva un tema puntual: la hipersexualización de la mujer latina, la estigmatización y cómo este discurso afecta la cotidianidad y con violencia, somete al cuerpo caribeño y latino a un estereotipo dañino que, más allá de una representación grotesca en los medios, vulnera la calidad de vida de las mujeres latinoamericanas, que de manera cotidiana se enfrentan al acoso, abuso y hostigamiento sexual. 

Crecer en este contexto de ser una latina sexual, es doloroso y agobiante, pues durante toda mi vida he cargado con experiencias desagradables, por ejemplo, cuando alguna persona nota mi acento tiende a hacer apologías violentas sobre mi cuerpo e incluso, de mi círculo cercano, pues a veces, cuando estoy con otras amigas cubanas nunca falta quién pregunte si puedo presentarle a una de ellas. Por el contrario, cuando alguna de mis allegadas no cumple con el estereotipo vendido de cómo debe lucir una mujer latina, los comentarios despectivos y misóginos en su contra aumentan. Mi cuerpo y los cuerpos latinos diversos han quedado invisibilizados, comparte en entrevista.

En este contexto, también reconoce que su latinidad y feminidad no radican en su sexo, sino en su amor por el arte, su canto, su música, su rebeldía, el baile, el teatro y todo aquello que la convierte en una persona que tiene la facultad de apropiarse de su cuerpo y reconocerlo. Pero antes de reafirmar nuestra identidad como un acto poderoso contra el colonialismo, es necesario hacer un mapeo de los fenómenos históricos, sociales y culturales que, de manera paulatina, generaron un paradigma estigmatizante en nuestra música, series, películas y sociedades. 

Un clavado teórico 

En la película mexicana Güeros, “El sombra” y “Santos”, cuando los dos personajes principales discuten sobre el desayuno continental, no pueden evitar preguntarse sobre la distinción del nombre, “¿bueno, entonces quiénes son los de aquí y quienes son los de allá?”, increpa Santos. Esta frase de pertenencia y la otredad, resuena con fuerza al aplicarse en un discurso colonialista y de las relaciones de poder, quien puede darnos una lectura más profunda de esto, es bell books

Uno de los temas que se abordan en su obra “¿Acaso no soy yo una mujer?”, es la idea rígida de lo que representa ser “mujer”, algo que corresponde a una idea heteronormativa, blanca y colonial. Las mujeres que pueden adoptar la identidad de cómo debe verse y ser una mujer son las personas blancas y angloparlantes, mientras que otras personas que están fuera de esta normatividad, como mujeres latinas, negras o de Medio Oriente son consideradas “las otras”.

En este contexto, es necesario colocar en la mesa la mirada de la cineasta y escritora Laura Mulvey, que acota que en los medios la mujer es cosificada y estigmatizada, especialmente, si pertenece a un sector minoritario… Si pertenece a “las otras” 

En el artículo “Placer Visual y Narrativas del Cine”, la especialista en cine señala que la figura de la mujer en los medios ha fungido en una doble funcionalidad de erotismo. La primera capa es la intradiegética, donde el personaje femenino se vuelve objeto de deseo para sus coprotagonistas, en segundo plano, encontramos lo extradiegético, donde su personaje sale de la pantalla y se vuelve un ser erótico para el espectador. Sin importar cuál sea el lente por el que se mire, la mujer desempeña un rol de sexualización y placer, dentro y fuera de su papel. 

Entonces, ¿de qué manera se une el papel de las otras mujeres con la estigmatización y sexualización de la mujer latina?, la respuesta la tiene el teórico poscolonialista hindú, Homi K. Bhabha, quien sostiene en su obra “La otra pregunta: El estereotipo, la discriminación y el discurso del colonialismo” que normalmente los colonizadores continuan ejerciendo desde el poder y perpetuando estereotipos donde la mujer -negra o latina- debe ser mostrada como un ser salvaje, altamente sexual y que necesita de un hombre blanco que cuide de ella. Para Homi K. Bhabha, la mujer mestiza continúa siendo moneda de cambio y la prueba de ello, es su hipersexualización para el consumo del colonizador. 

Piel canela, curvas, erotismo: la violencia hollywoodense 

¿Cuál es la imagen que los medios estadounidenses han construido sobre la mujer latina?, en remembranza y pasando por canales como Lifetime, la representación de la mujer latina se encuentra muy presente. Por un lado, mujeres trabajadoras del hogar, por otro, mujeres astutas y seductoras que viven a la caza de un estadounidense que satisfaga sus necesidades, económicas, por supuesto. 

El paradigma de la mujer latina ya está echado, pero esta dicotomía en los medios no es reciente, de hecho, viene desde la segunda guerra mundial y una campaña que intentaba aliar al pueblo latino con el estadounidense. Antes de Sofía Vergara o Penélope Cruz, existieron Lupe Vélez y Dolores Del Río, dos mujeres que se enfrentaron a un Hollywood misógino y profundamente racista. 

“It is time for Lupe Velez and her foreign accent to disappear so that our own American actresses can occupy the space that corresponds to them” (Es tiempo de que Lupe Vélez y su acento extranjero desaparezcan, así, nuestras actrices americanas podrán ocupar el espacio que les corresponde), decía un hombre en la radio estadounidense en 1931. 

Lupe Vélez, nombrada por los medios “The Mexican spitfire” (el volcán mexicano), aunque de manera despectiva, también le nombraban “Hot Tamale” (tamal caliente), logró construir una carrera en Hollywood donde fue encasillada a repetir papeles de comedia y un altísimo erotismo. Por otra parte, Dolores Del Río, se desempeñaba en esta industria en papeles de aristocrática, seria, recatada y de carácter fuerte; aunque de manera distinta, ambas mujeres fueron cosificadas e hipersexualizadas

En el documento académico de Colorado College, escrito por Amairani Alamilla, se toma como objeto de estudio la película “Bird of Paradise”, donde el protagonista angloamericano Johnny Baker, en compañía de sus amigos viajeros arriba a una isla de mujeres y, en reiterados diálogos, se refieren a ellas como indígenas salvajes, e incluso, intentan impresionarlas con cuchillos y artefactos de su "desarrollada civilización"

Luana, interpretada por Dolores Del Río, logra hacer una “conexión” con Johnny Baker luego de salvarlo en el mar. Ella habla en una lengua desconocida y, el hombre, sólo responde en un tono que raya lo burlón y erótico “Go on sweetheart. I’m listening” (Continúa cariño, estoy escuchando); finalmente, ella interpreta frente a una fogata un hipnótico baile con sus caderas que termina por “seducir” al estadounidense quien, a lo largo del filme, intentará pasar la noche con ella. 

En este discurso, la mujer latina se vuelve en el objeto último de deseo, de sexualidad y seducción; el estigma de la feminidad latinoamericana ha sido fuertemente influido por la idealización.

Poder latino… hegemónico

¿A quiénes vemos representadas en los medios?, si bien la mujer latina se ha apropiado de los medios masivos de comunicación, es importante apuntar que para lograr esta popularidad la tendencia es la misma; mujeres de tez más clara, cabello claro, delgadas y cabello lacio, algo que Angharad Valdivia aborda en “El acercamiento del eurocentrismo en la belleza latina como “blanquitud imaginaria”.

Shakira, Jennifer López, Christina Aguilera o Sofía Vergara, son mujeres que cumplen con un cuerpo hegemónico, una piel clara - apiñonada e incluso, cabello lacio y rubio; para Angharad Valdivia, en la inconsciencia, los angloparlantes sí las reconocen como latinas, pero no pertenecientes al grupo de “las otras”. 

El estigma no queda en la pantalla: sobre violencia, acoso y abuso de mujeres latinas

De acuerdo a información del reporte estadounidense “Prevalencia, Incidencia y consecuencias de la violencia contra las mujeres”, las mujeres latinas son quienes menos reportan violaciones, sin embargo, son quienes denuncian diariamente acoso verbal y hostigamiento sexual. Este dato cobra especial relevancia, pues la mujer latina no se acerca con frecuencia a las autoridades para denunciar violaciones, pese a que sea un sector altamente vulnerable de acoso sexual. En este contexto, se encuentra una violencia estructural de revictimización y exclusión que permea en sus vidas y les obstaculiza denunciar, pues en su acceso a la justicia se  enfrentan a la estigmatización de ser consideradas mujeres problemáticas, provocadoras y cuestionadas por su comportamiento sexual. 

La sexualización y perpetuación del discurso spitfire de la mujer latina, es un acto que transgrede la pantalla y nos atraviesa a todas las mujeres, niñas y adolescentes de la región. Aunado a esto, genera un estereotipo normalizado del canon de belleza idóneo e invisibiliza la diversidad corporal, en este paradigma, no hay espacio para mujeres delgadas, con senos pequeños o tez morena oscura; la mujer latina más que un concepto es la idealización del deber. 

La cadena de la colonización se arrastra, los medios de comunicación han decidido sobre el cuerpo latino y, desde hace casi un siglo, hemos convertido la hipersexualización en una normatividad. Con rebeldía no queda más que apropiarnos de lo que somos; la región de la lucha y la resistencia. 

“En aquel lugar del sufrimiento

acallado durante siglos,

yacen los restos de mis ancestras

que se buscan como piezas

de rompecabezas

por culpa

de la hegemonía

y los signos del olvido.

No sé si estoy repensando el pasado genocida

como los archivos que revelan el horror

pero esta vez las cicatrices

de la desmemoria se desvanecen

al ritmo de los recuerdos

y los cantos

de la descolonización.”

(Memorias de Latinoamérica, escrito por Kimberly Huertas)