Como hemos afirmado en muchas ocasiones, las mujeres dentro del mundo de la literaturan han quedado relegadas a un segundo plano en donde sus libros debían ser publicados bajo seudónimos de hombres o, de plano, bajo un anónimo. De acuerdo con la escritora chilena Gabriela Mistral, el canon literario es masculino y patriarcal y si bien esta cultura patriarcal se ha encargado de esconder la literatura femenina, las mujeres lograron apropiarse de un género en donde los sentimientos y la identificación de otras hacia sus letras se conviritió en una forma de resistir ante el canon masculino.

La realidad de las mujeres escritoras en el siglo XVIII no es muy diferente al que aún existe ya que su escritura era considerada inferior a la de los hombres, éste era un ámbito reservado para los hombres en el que las mujeres no tenían cabida porque su lugar natural era el espacio privado, doméstico y familiar, mientras que los hombres intercalaban dicho espacio con la vida social pública, pero la realidad es que las mujeres han escrito desde muchos años antes de los que los registros literarios comenzaron y una constante es que lo han hecho a manera de diarios o cartas, un género que hoy se reconoce como literatura epistolar.

La literatura epistolar o los géneros del yo son un proceso interactivo de comunicación escrita en donde las obras se construyen a partir de una sucesión de cartas intercambiadas por los personajes principales, estas historias también pueden construirse a través de diarios, poemas y autobiografías que reflejan la cotidianidad y contexto de las autoras.

Pese a que la presencia de las mujeres en el dentro de la escritura no se evidenció hasta la llegada del siglo de las luces (siglo XVIII), es bien sabido que las letras de las mujeres siempre han estado, directa o indirectamente relacionado con el género epistolar. Las cartas se convirtieron, a partir de ese momento, en una vía de libertad para las mujeres escritoras, puesto que en ellas podían dar rienda suelta a sus emociones gozando a su vez de una autonomía que jamás habían experimentado, afirma el texto El género epistolar ¿au féminin?

Es así como la literatura epistolar se convirtió en un escape del canon masculino en donde se señalaba que el sentir de las mujeres dentro de las cartas no podía ser considerado “literatura de verdad”, pero actualmente el conocer los pensamientos más profundos a través de los diarios de nuestras autoras favoritas es como asomarse a una ventana en donde podemos identificarnos con sus pensamientos, generando un vínculo entre mujeres. Es por ello que aquí te compartimos cinco libros recopilatorios de cartas, diarios y autobiografías escritos por mujeres en donde los sentimientos se transforman en la unión entre escritora y lectora.

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Todos ellos puedes descargarlos gratuitamente, sólo debes dar clic al nombre del libro para así redirigirte a la descarga.

Recuerdos de mi inexistencia (Rebecca Solnit)

En 1981, una joven Rebecca Solnit se mudaba a su primer apartamento en un barrio marginal de San Francisco. En él pasaría los siguientes veinticinco años, librando feroces batallas para llevar a cabo la difícil tarea de construir su identidad y tomar la palabra en una sociedad que agrede y silencia a las mujeres.

Recuerdos de mi inexistencia, de Rebecca Solnit describe su formación como escritora y como feminista en la década de 1980 en San Francisco. Todo bajo un clima de violencia de género en la calle y en toda la sociedad que excluía a las mujeres de los espacios culturales. Un relato sorprendente de cómo se forma una voz literaria peculiar y propia.

Diarios: Nueva edición de Ana Becciu (Alejandra Pizarnik)

Los diarios de la poeta argentina Alejandra Pizarnik se encontraban resguardados en la Universidad de Princeton y nos dan luz sobre lo que sentía, lo que le dolía y lo que le apasionaba hasta su muerte con apenas 36 años. Podemos ver los saltos en el tiempo mientras escribía poesía y prosa, además de su correspondencia con otros poetas y escritores.

"Una constante de los diarios de escritores es que otros se encarguen de publicarlos póstumamente. Estas publicaciones podrían dar la impresión de ser una violación de la intimidad del diarista, pero no cabe duda de que, al conservarlos, el escritor está indicándonos que es consciente del valor intrínseco que tienen. Eso es aún más evidente en el caso de Alejandra Pizarnik, ya que conservó sus cuadernos hasta el último momento", comenta Ana Becciu en la nota que acompaña esta nueva edición, corregida y ampliada, con muchos fragmentos reveladores que hasta ahora nunca habían visto la luz, de los diarios de una mujer que convirtió su angustia en un destilado de palabras duras y hermosas.

Su obsesión por escribir, sus dudas, y sus ganas de comer, fumar y amar con voracidad hasta que el cansancio la derrumbaba... todo quedó apuntado en cuadernos y papeles sueltos que por fin han encontrado su lugar.

Éramos unos niños (Patty Smith)

Sucedió en el mes de julio de 1967 y eran unos niños, pero a partir de entonces Patti Smith y Robert Mapplethorpe sellaron una amistad que solo acabaría con la muerte del gran fotógrafo, en 1989. De eso habla este libro de memorias, de la vida en común de dos artistas, los dos entusiastas y apasionados, que cruzaron a grandes pasos la periferia de Nueva York para llegar hasta el centro neurálgico del nuevo arte. Fue así como acabaron instalándose en el hotel Chelsea y se convirtieron en los protagonistas de un mundo hoy ya perdido donde reinaban Allen Ginsberg, Andy Warhol y sus chicos, y se creaban las grandes bandas de música que marcaron los años finales del siglo XX, mientras el sida hacía estragos.

Lejos de ser un libro triste y nostálgico, este libro es un homenaje a la amistad sin trabas, y sus páginas cargadas de vitalidad y humor nos devuelven el sabor de esa gran ciudad donde hubo un tiempo en que casi todo era posible.

Todo lo que necesito existe ya en mí (Rupi Kaur)

El amor, propio y ajeno, la feminidad, el feminismo, la pérdida, el trauma y la curación viajan en los versos de Rupi Kaur y en sus propios dibujos, que ilustran sus poemas. A través de mente y corazón, Kaur repasa sus sentimientos, sus reflexiones y sus anhelos con la certeza de un cirujano y la inseguridad de un ser humano.

Así mismo, con una sensibilidad exquisita, Rupi Kaur revela, en un ejercicio único de generosidad y honestidad, experiencias muy personales como el modo en que ha lidiado los últimos años con la depresión, el éxito o la presión a la que se ha visto sometida. Capaz de traducir en palabras sensaciones y sentimientos complejos, exhibe además una notable sabiduría para desgranar males de nuestro tiempo como la autoexigencia, los trastornos o las relaciones tóxicas.

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El diario de Helga: Testimonio de una niña en un campo de concentración (Helga Weiss)

Helga comienza a escribir e ilustrar su diario en 1938. A los 8 años vive la invasión nazi de Praga; las escuelas no admiten judíos y sus padres no pueden trabajar. En 1941, envían a toda la familia al campo de concentración de Terezín, donde durante 3 años la niña documenta la vida cotidiana, las duras condiciones y los buenos momentos, hasta que son transferidos a Auschwitz.

Antes de subir al vagón, le entrega a su tío el diario y éste lo esconde entre una pared, de los 15.000 niños que llegaron a Terezín y fueron enviados a Auschwitz, sólo 100 lograron sobrevivir. Helga fue uno de ellos. Cuando regresó a Praga con 15 años y en la pobreza absoluta continúa el relato de las experiencias sufridas desde que dejó de escribir. Reconstruido a partir de los cuadernos originales y de las hojas sueltas en las que Helga escribió después de la guerra, este diario se edita por primera vez y es uno de los testimonios más crudos que se han escrito durante el Holocausto.