Poco a poco la salud mental ha comenzado a tomar gran relevancia dentro de los discursos sociales, ya que se han visibilizado los estigmas que rodean a las personas que padecen algún trastorno y la falta de sensibilidad hacia esto; pero dentro de un tema que ha sido banalizado durante años, existe también un grupo de personas que son violentadas de manera sistémica y que no sólo tienen que lidiar con el rechazo al padecer algún trastorno, sino que también son violentadas por ser mujeres. Por ello, el feminismo ha comenzado a abrir conversaciones en torno a la salud mental feminista y con perspectiva de género.

De acuerdo con la Guía de Salud Mental con Perspectiva de Género, las mujeres con problemas de salud mental sufren una múltiple discriminación. Por un lado, las vinculadas al mero hecho de ser mujer, el rol social y cultural que se les asigna. Por otro lado, tener una discapacidad y, por último, la imagen social estigmatizada de la salud mental con respecto a otras discapacidades físicas o intelectuales. Es así como las mujeres con problemas de salud mental son especialmente vulnerables y sufren el riesgo de rechazo, aislamiento y exclusión social.

El género, como constructo social bien definido en una sociedad patriarcal, también genera situaciones de desigualdad entre las mujeres y los hombres con discapacidad. A pesar de ello, las mujeres con problemas de salud mental no han sido tomadas en cuenta a la hora de luchar por los derechos de las mujeres y han quedado excluidas e invisibilizadas durante todos estos años de lucha.

Para el imaginario colectivo, las mujeres con discapacidad han sido consideradas durante años como objetos que debían ser atendidos, pero nunca como sujetos titulares de derechos y, por lo tanto, protagonistas de su propia historia. Esto ha dificultado enormemente las posibilidades de encuentro entre grupos que han dirigido sus reivindicaciones en paralelo, sin crear alianzas, afirma la Guía de Salud Mental con Perspectiva de Género.

Según información especializada que contiene la Guía, las mujeres con trastornos son cuestionadas sistemáticamente sobre la veracidad de su condición de víctimas con argumentos como la descompensación psicopatológica o su propio comportamiento como causa de estas situaciones.

Salud mental y violencia de género: las consecuencias

Cuando una mujer con problemas de salud mental interioriza la estigmatización, queda marcada su identidad y genera sentimientos negativos de sí misma, su autonomía y su capacidad como mujer. Es así como se perpetúan algunos de los estigmas que vulneran a las mujeres, por ejemplo:

  • Sobreprotección, minusvaloración y estigma de la familia: comportamientos familiares que reciben las mujeres con trastornos, tales como relegarlas a las tareas de casa, no dejarlas salir, actitudes de incomprensión y vergüenza, incredulidad ante sus posibilidades de desarrollo personal, así como otros tratos que redundan aún más en su baja autoestima, autovaloración y autoconcepto.
  • Cargas familiares y rol de cuidadora: las mujeres asumen una mayor responsabilidad y cargas familiares que los hombres, siendo este uno de los elementos propios de la desigualdad social entre ambos sexos. En el caso específico de las mujeres con trastornos, esta realidad se ve agravada como consecuencia de su falta de dedicación a otras tareas socialmente aceptadas, esto produce que sus familias, en muchos casos, no valoren e incluso desprecien actividades que puedan realizar como el hecho de acudir a recursos necesarios para su recuperación. Además, las expectativas son muy diferentes cuando se trata de mujeres con trastornos, porque esperan de ellas que no sólo puedan estar bien, sino que además se ocupen de las cargas familiares.
  • Dependencia emocional y relacional con la familia: se crea un vínculo muy estrecho de las mujeres con trastornos y sus familiares, que impide a la mujer desentenderse y/o tomar distancia del rol de cuidadora familiar o persona relegada al hogar, cuando un familiar necesita cuidados. Ya no importa que las mujeres con trastornos también necesiten apoyo, porque sus necesidades, ocupaciones, actividades o intereses quedan relegados a un segundo plano.
  • Los cánones sociales sobre la imagen: la imagen social asignada a las mujeres es recibida también, como es obvio, por las mujeres con trastornos y las condiciona a la hora de participar en ciertas actividades. Su imagen se ve deteriorada en ocasiones por los efectos de la medicación, pero también por la sintomatología que les lleva a no cuidar su aspecto físico.
  • Estancamiento en su desarrollo laboral y personal: las personas con trastornos tienen muchas dificultades para acceder al mercado laboral. Una situación que afecta aún más a las mujeres con trastornos, por su particular historia de sobreprotección y aislamiento, y les ocasiona una negación de sus capacidades y potencialidades. Asumen un “estatus de inferioridad” que se traduce en que no conciban el empleo como una posibilidad real. De esta manera, el rol de cuidadora y la baja autoestima son factores que las limitan para aprovechar las oportunidades de desarrollo y aprendizaje.
  • Menos acceso a recursos especializados: las mujeres con trastornos acceden en menor medida a cualquier tipo de recursos con respecto a los hombres y, cuando lo consiguen, lo hacen de manera tardía y en recursos que no están destinados a conseguir su proyecto de vida. Por ello se encuentra con un número reducido de mujeres que son derivadas a los servicios y recursos de salud mental.

Además, la cultura y la sociedad a menudo culpan a las mujeres por sus problemas de salud mental. Las mujeres pueden sentirse avergonzadas o culpables por su trastorno, lo que las lleva a ocultar sus síntomas o a no buscar ayuda. Esto es especialmente cierto para las mujeres afrodescendientes o indígenas quienes además pueden enfrentar estigmas adicionales debido a la discriminación racial.

Entonces, ¿cómo podemos resolver estos estigmas de salud mental en las mujeres?:

  • Se debe hablar del problema: es importante que las mujeres hablen abiertamente sobre sus problemas de salud mental y no tengan miedo de buscar tratamiento y apoyo. Esto puede ayudar a desmitificar los estereotipos de género y fomentar la empatía y la comprensión.
  • Capacitación a los profesionales: los profesionales de la salud mental y los proveedores de atención médica deben recibir capacitación sobre los estigmas de género y raza en la salud mental. Esto puede ayudarlos a comprender mejor las experiencias de las mujeres y abordar las barreras específicas que enfrentan.
  • También es importante que los defensores de la salud mental aboguen por políticas y programas que aborden los estigmas de género y raza en la salud mental. Por ejemplo, se pueden implementar programas de sensibilización y educación en la comunidad para fomentar una comprensión más amplia y un apoyo adecuado para las mujeres con problemas de salud mental.