Todos los días nos movemos para llegar a los diversos espacios que necesitamos; el espacio se configura como privado-público, con esta dicotomía se establecen dos esferas, productiva y reproductiva. Cada esfera establece roles y estereotipos de género, en la productiva los hombres se encargan del trabajo remunerado, mientras que, en la reproductiva, las mujeres son las encargadas del trabajo no remunerado; es decir, de las labores domésticas y de los cuidados

Así es como se establece la división sexual del trabajo, que separa a las mujeres del ámbito público, no dando valor a su trabajo, que es fundamental en las diversas sociedades, ya que, sin los cuidados, que son los que sustentan la vida, no existiríamos.

La mayoría de los espacios fueron y han sido pensados por y para los hombres, no para las mujeres; así es como las ciudades han sido diseñadas desde las experiencias masculinas, en los que hay exclusiones, no sólo para las mujeres, sino para personas con discapacidad. Por ello, es relevante reconfigurar los espacios desde la perspectiva de género en la que se consideran las condiciones y necesidades de las mujeres; por ejemplo, tener guarderías cercanas a sus hogares o a sus espacios de trabajo remunerados

Blanca Valdivia (1) refiere que para cambiar la visión de los espacios se debe considerar una perspectiva feminista en la que se deje de pensar en lo dicotómico, en la productividad-reproducción, y pensar en construir espacios, ciudades que permitan los cuidados entre y de las personas, esto es, que las ciudades sean seguras para que las mujeres caminen a cualquier hora en la calle y no vivan violencias, que las calles estén iluminadas en las noches, que haya espacios de recreación, que haya apoyo entre las personas, que haya transporte accesible, que los tiempos de recorridos sean viables para tener calidad de vida. 

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Lo anterior implica hacer cambios en la conceptualización de la movilidad diaria, de los espacios y de los tiempos que se dedican para los trabajos pagados y los no pagados, así como una nueva configuración de la construcción de espacios en los que se consideren elementos como el reconocimiento y redistribución de los cuidados en las familias y en las comunidades; que haya servicios suficientes y de calidad para las necesidades de las personas, independientemente del momento de vida en el que esté; que haya transporte inclusivo y comercios de proximidad.

Así, una ciudad que toma en cuenta la diversidad de las mujeres, de las personas, es una ciudad que tiene espacios seguros para que haya bienestar físico y emocional y, con ello, se genere cohesión social, cuidados entre y para las personas.

 

Referencias:

(1) Valdivia, Blanca. (2018). Del urbanismo androcéntrico a la ciudad cuidadora. Habitat y Sociedad, 11: 65-84.

 

 

Luz Galindo 

Actualmente, docente de la UNAM. Realizó su estancia postdoctoral en el CEDUA-COLMEX. Sus líneas de investigación son la perspectiva de género, políticas públicas, usos del tiempo, corresponsabilidad social, vida cotidiana y trabajo de cuidados, diversidad familiar y diversidad sexual, nuevas experiencias de ser hombres (masculinidades). 

@Luzapelusita