Mamacruz, la película que bajo la dirección de Patricia Ortega retoma uno de los tabúes más grandes de las sociedades: la sexualidad en la vejez. El autodescrubimiento, la sororidad, el amor y el miedo a vivir, son las premisas donde se sostiene una película que narra la historia de Cruz, una mujer a la que la sociedad la mira con rechazo por ser mayor; una realidad imperante y discriminatoria a la que se enfrentan las mujeres a quienes, parece, no se les permite verse avejentadas y mucho menos, que vivan su sexualidad

Cruz (Kiti Mánver) da vida a un personaje que se siente puramente orgánico y transparente; no hay cuestiones que salten de la pantalla como un irreal, sino más bien, como un espejo de la cotidianidad en la que millones de mujeres habitan. Cruz, es una mujer fervientemente católica, que acude a misa con frecuencia  y que pasa sus tardes en compañía de su esposo Eduardo (Pepe Quintero), que desde hace décadas, la redujo a un florero; no la mira ni la toca. 

Este matrimonio obsoleto y completamente rutinario que desencaja a Cruz, cuida de su nieta que ha sido dejada a su cargo mientras que su madre Carlota (Silvia Acosta) persigue su sueño en Viena de convertirse en una aclamada bailarina. 

Con esto, nos encontramos con una mujer que vive oprimida, profundamente triste porque considera, no haber vivido con intensidad, que la rutina la ha agotado y que, además, debe de cumplir con el rol maternal y de cuidados con su nieta; no hay respiro para que Cruz, pueda vivir en libertad y conocerse. 

Su vida, cambia radicalmente cuando, de manera accidental, da click a un anuncio erótico en su tableta y a partir de este momento, la mujer descubre que, contrario a lo que pensaba, aún existe deseo y excitación en ella. En un principio, se siente avergonzada por sentirlo, ¿qué dirían las personas si se imaginaran a la abuela Cruz en esa situación?

La vejez también se vive 

Una historia conmovedora que nos recuerda cómo la mujer en la vejez es condenada a vivir en lo oculto porque socialmente, se considera que la juventud es la única etapa donde es permisible el sexo, el amor y el erotismo, por ello Mamacruz tiene un poder transformativo. 

La vida de Cruz es un común en la vida de las mujeres que fueron presionadas a iniciar un matrimonio muy jóvenes, a volcar su vida a la religión y a satanizar su sexualidad. Aunque tarde, este entrañable personaje llegará a la cúspide de su vida durante la vejez cuando, con la compañía de otras mujeres que también están descubriendo su sexualidad, se armará de valor para salir de la opresión y comenzar a vivir con la plenitud que secretamente, siempre anheló. 

Asimismo, el trabajo de Patricia Ortega es un presente para todas las mujeres mayores que carecen de representación. Las sociedades son edadistas y difícilmente, podemos encontrar filmes que tengan como protagonista a una mujer mayor y aún más complejo, que muestre una historia de deseos y sexualidad

"Inspirada en mi madre, a quien siempre vi como eso, pero jamás como a una mujer" (Patricia Ortega)

La vejez se convierte en un peso a los hombros de las mujeres que se suma a la discriminación y a la misoginia; la mujer mayor ya no es un ser independiente, autónomo y mucho menos, es sexual, por esto, mirar Mamacruz es rebeldía, pero también, es mirar la vida de nuestras madres, abuelas, tías y todas las mujeres que vivieron antes que nosotras, y que fueron reprimidas por la familia y la sociedad agobiante que les quitó el derecho a vivir.