Marta Inés Minujín, nacida en argentina en 1934, se ha convertido en una de las mujeres que son sinónimo de arte, catarsis y destrucción. Desde muy joven volcó su talento a la pintura y escultura, se rebeló contra los estudios universitarios y se forjó un camino en este espacio a través de sus performance y de una habilidad única para convertir la destrucción en su arma favorita y ahora en su cumpleaños 80, festejó casándose con el arte y “la eternidad”.

En 1963, realiza su primer happening titulado La destrucción, en donde ella, en compañía de sus colegas, destruyeron todos sus trabajos y los lanzaron por los aires. A partir de aquí, Marta Minujín es, por demás, icónica. 

Como si se tratara de una escena onírica, la artista se abrió paso entre los invitados (que vestían una estricta etiqueta negra), al ritmo de una marcha nupcial, su vestido rosa lleno de flores se contoneaba mientras que múltiples voces gritaban: ¡tiempo!, ¿qué hora es?, ¿cuántos años han pasado?

Marta Minujín finalmente llegó al final del pasillo y aunque todos esperaban, quizás, un largo discurso celebrando la vida y el amor, la artista sólo se limitó a señalar que no había nada de qué hablar, “esta es mi vida y la dedico al arte”

El silencio creció entre los espectadores, hasta que en el fondo, la voz de David Bowie comenzó a sonar: “Let's dance, put on your red shoes and dance the blues. Let's dance to the song they're playin' on the radio”, se trataba del sencillo de 1983 de artista camaleón. 

De la nada, algunas bailarinas comenzaron a salir y brincotear de un lado a otro con pasos desatinados, algunas mujeres vestidas de negro y mascaras comenzaron a entregar joyas y globos a sus invitados que minutos después, se contagiaron de un ambiente irreverente y salvaje. Un ambiente al más puro estilo Marta Minujín

Después del baile, la artista regresó y posó con felicidad a la prensa argentina que le tomaba fotografías y peleaba por acercarle el micrófono al rostro para cuestionarle de primera mano, el concepto de la eternidad y el arte, por supuesto, Marta Minujín ya tenía la respuesta. 

“Ya no quiero vivir más,  después de esta década, me parece una decadencia. Después de los 90 quiero desaparecer y a la eternidad, la veo como algo invisible, intangible, como la estela de un cometa”

Lo maravilloso de vivir el arte: Marta Minujín

Hablar de lo que representa Marta es extenso y paralelamante, simple: ella vive en el arte. Para aventurarse a conocerla, se debe despojar de todo conocimiento arcaico del arte y del concepto vendido de la belleza, ella es disyunción, ironía, confusión y claro, entrega y amor.

A su corona se la ha colgado la insignia la reina del art pop argentino y se ha trazado en el mapa del arte, no como musa, sino como creadora rebelde y luchadora incansable de revolucionar todo lo preconcebido. Desde un obelisco de pan dulce hasta la Venus de queso, donde la parte de más goce para ella y su trabajo, es poder trasladar el arte a otros terrenos donde el espectador pueda destruirlos y llevarse un pedacito de su arte, de ella. 

Por ello, en su cumpleaños número ochenta, celebramos la participación de una mujer revolucionaria que ocupa un espacio que, históricamente, ha sido ocupado por varones como los únicos de convertir su pasión en rebeldía. Sobre esta línea, Marta Minujín es inspiración para recordarnos que las mujeres, tenemos nuestro propio planeta de irreverencia, de amor, de profunda creatividad y que también, a manera individual, somos creadoras de arte y belleza. 

Marta, ¿sos feliz? — cuestionó un periodista argentino para cerrar 

—¡Sí! — respondió Marta Minujín efusiva, lo que más me gustó de hoy es que la gente vivió en arte.