El día 6 de febrero es designado por la Asamblea General de la ONU el Día Internacional de Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina a nivel mundial. La importancia de los días internacionales no se refiere a festejos, sino a la posibilidad de sensibilizar y poner en el ojo público aquellos temas urgentes de atender, posicionando dicho tema en diversas acciones, como actividades de activismo, difusión en medios masivos de comunicación, redes sociales, difusión de documentales, propuestas de Ley, entre otros.

Desde 2007, el Fondo de Población (UNFPA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) llevaron a cabo el “Programa conjunto sobre la mutilación/ablación genital femenina”, posteriormente, en 2008, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y nueve organismos más de las Naciones Unidas, publicaron una declaración “La eliminación de la mutilación genital femenina: declaración interinstitucional”, sustentada en datos científicos, recabados durante los diez años anteriores, en el cual se visibilizó el impacto y los riesgos de salud que dicha práctica tiene en las mujeres, tanto médicas, sociales, culturales y emocionales.

En el 2010 la OMS, junto con otras organizaciones internacionales hicieron pública una estrategia para impedir que el personal de salud siguiera practicando la mutilación genital femenina. Así, hasta llegar al 2023 donde de manera conjunta el UNFPA y la UNICEF, se aliaron para hacer un llamamiento mundial a través del tema “Aliarse con hombres y niños para transformar las normas sociales y de género” con el objetivo de acabar con la mutilación genital femenina y trabajando principalmente en 17 países africanos.

Desde otro frente, Naciones Unidas ha pugnado por erradicar completamente la mutilación genital femenina para el 2030, desde la plataforma del Objetivo de Desarrollo Sostenible 5, el cual sustenta entre varios puntos la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas, poniendo fin a todas las formas de discriminación y de violencia, así como, la de eliminar prácticas como el matrimonio infantil y la mutilación genital femenina.

Dicha práctica se ha sostenido a partir de la reproducción y validación de factores culturales-patriarcales, donde se coloca a la mujer como un objeto subordinado que “tiene que buscar” y/o “ganarse” a partir de dicha práctica la aceptación de un lugar en el ámbito social, la posibilidad de “un valor” para poderse casar, como una forma de “prepararse” para la vida adulta y el matrimonio, para “asegurar” la virginidad hasta que se case, y su fidelidad después de contraer matrimonio, para “reducir” su libido y evitar así, resistir la “tentación” de ser infiel y garantizar su “recato”.

Esta mutilación se realiza de cinco formas diferentes, una de ellas, es nombrada como sello vaginal, en donde son cocidas literalmente las mujeres y lo cual no les permite tener relaciones por el dolor que les causa, lo cual evita una vez más que tenga relaciones sexuales plenas y libres. Todo esto nos lleva a visibilizar, cómo la asignación de roles y estereotipos hacia las mujeres y las niñas siguen reproduciendo vejaciones a sus derechos fundamentales, al poner a su cuerpo y su ser, a la disposición de una cultura y sociedad patriarcal que la mantiene observada, sancionada, vulnerada, limitada y sometida.

Muchas han sido las vejaciones que las mujeres y las niñas hemos tenido durante toda la historia, hasta hace poco fuimos consideradas sujetas de derechos, sin embargo, éstos parecieran letra muerta, cuando siguen pasando este tipo de violaciones hacia las mujeres y las niñas. En este sentido, ¿qué más nos han mutilado a las mujeres y las niñas de una manera más simbólica? Lo cual no quiere decir que sea menos fuerte. Pensemos por ejemplo:

  • ¿Qué pasa cuando una niña es tocada por su padre, por algún familiar o alguien cercano y querido? Le mutilan de alguna manera la posibilidad de confiar y de sentirse segura.
  • ¿Qué pasa cuando una mujer ya no se permite volver a intentar una nueva relación por miedo a que sus hijas puedan ser tocadas al igual que lo hizo el padre biológico?
  • ¿Qué pasa con una mujer que desiste dejar de buscar un mejor empleo digno y mejor remunerado, por miedo a quedarse sin empleo, ya que es el único sustento familiar ante la omisión de la pensión que legalmente debería recibir?
  • ¿Qué pasa cuando una mujer tiene que asumir roles como madre y padre al mismo tiempo, y no cuenta con una red de apoyo?
  • ¿Qué pasa cuando una mujer migrante centroamericana cruza fronteras para llegar al sueño americano, sabiendo que en el camino seguramente la violarán o podría morir?
  • ¿Qué pasa cuando a una niña se le dice al tener su primera menstruación: de ahora en adelante “tienes que cuidarte”, “no puedes andar brincando con los chamacos”, “mejor quédate a ayudarle a tu mamá en la casa”?
  • ¿Qué pasa cuando una niña es vendida en Tuxtepec, Oaxaca, por un marro, un guajolote y quinientos pesos?

La lista será muy larga, así que pensemos mejor de qué manera podemos ir modificando estas mutilaciones sociales y culturales, que enfrentamos y reproducimos todos los días. Pensemos entonces en la importancia de contar con las redes de apoyo solidarias y seguras, en que el Estado y sus legislaciones tendrían que garantizar realmente la aplicación de las convenciones, los derechos humanos de las mujeres y la Infancia, a través de su marco jurídico nacional puesto en la política pública para lograr realmente una equidad sustantiva.

 

Norma G. Escamilla Barrientos 

Twitter: @EscamillaBarr

Licenciada en Pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y maestra en Psicoterapia Psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.