Todo lo que encontramos en el ambiente nos sirve para vivir. Las asociaciones en defensa del territorio han surgido de la necesidad de autoorganizarse para protegerse, cuidar y garantizar que sus territorios provean y sean habitables para las siguientes generaciones.

Las mujeres que las conforman son desde jóvenes hasta abuelas que han levantado la voz en contra de la industria y los gobiernos que, en lugar de garantizar su seguridad, han pasado por alto sus costumbres, medios de vida y su propia salud. El desarrollo debe considerar a las personas que habitan un territorio.

En Latinoamérica, según datos de OXFAM, el incremento de las actividades extractivas y los agronegocios han generado un aumento en los conflictos territoriales y los índices de violencia contra las personas que defienden el agua, la tierra, los bosques, los ríos y los derechos de las mujeres, comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas.

La defensa del territorio es una respuesta a intervenciones que históricamente han ignorado la historia y las maneras de vivir de estas comunidades. Además, en el caso de las mujeres defensoras, también se trata del cuestionamiento a las estructuras de poder basadas en privilegios de clase y en discriminación de género.

A lo largo del tiempo, las mujeres han sido uno de los grupos más vulnerables ante la pérdida de acceso a la tierra y los bienes naturales. A esto se suman barreras relacionadas con la raza, la identidad sexogenérica, así como otras relacionadas con su ubicación geográfica.

El trabajo en colectivo en estas asociaciones se ve fortalecido desde la diversidad de experiencias que acuerpan los despojos y otros tipos de violencia física y psicológica que acarrean la falta de regulación de la industria y la poca o nula responsabilidad del Estado. Declaraciones como la del encuentro nacional contra el modelo extractivo minero, en Malinaltepec, Guerrero, en 2017 dan cuenta de que proteger los territorios es proteger la vida.

Refrendamos que la defensa del territorio es la defensa de la vida; que defender el territorio ancestral es también resguardar la cultura y, por lo tanto, significa nuestra permanencia como pueblos, afirma la Declaración del encuentro nacional contra el modelo extractivo minero (2017).

Mujeres que defienden la naturaleza

Las mujeres han protagonizado distintas luchas para defender la naturaleza del capitalismo que destruye ecosistemas y, a lo largo de Latinoamérica, existen muchas resistencias protagonizadas por mujeres. Estas son algunas de ellas:

Laydy Pech, la dama de la miel

Laydy Pech, una mujer indígena maya, es defensora del ambiente, el territorio y la identidad maya y desde hace poco más de veinte años, ella y otras mujeres mayas pertenecientes al Colectivo de Comunidades Mayas de los Chenes ubicado en de Ich Ek (municipio de Hopelchén, en el estado de Campeche, al sur de México) se han organizado para rescatar la meliponicultura, una práctica ancestral que desarrollaron los antiguos mayas para criar a las abejas más pequeñas, sin aguijón, que hace sus colmenas dentro de troncos huecos y que solo se encuentra en la Península de Yucatán; esta abeja fue nombrada por los científicos como Melipona beecheii, pero que los mayas llaman Xunáan Kab, “la dama de la miel”.

¿Cómo se van a conservar a las abejas si cada vez hay menos condiciones ambientales para que ellas sobrevivan? Las abejitas permitieron darme cuenta de todo lo que estaba pasando en mi territorio. –Leydy Pech.

De acuerdo con Laydy Pech, los cambios en el paisaje comenzaron a notarse más a partir de finales de la década de los ochenta, cuando en el municipio de Hopelchén empezaron a instalarse colonias de comunidades menonitas procedentes del norte de México. Las comunidades menonitas compraron y rentaron tierras las cuales transformaron en grandes campos de cultivo sin que ninguna autoridad federal, estatal o municipal lo impidiera.

Cuando Leydy Pech, sus compañeras y habitantes de otras comunidades de Hopelchen miraron cómo la diversidad de la selva maya se sustituía por extensos campos de monocultivos decidieron organizarse, formaron el Colectivo Apícola de los Chenes que después cambió su nombre a Colectivo de Comunidades Mayas de los Chenes, afirma el portal MonGabay.

En una conferencia para la Coordinación Universitaria para la Sustentabilidad de la UNAM, Leydy Pech mencionó que el desarrollo no puede ser si solo se considera desde lo económico.

El desarrollo no está basado en crecimiento económico, es un espacio donde están integrados nuestros conocimientos, nuestra cultura, nuestra lengua, toda esa espiritualidad con la que nos relacionamos con nuestro ambiente, agua, plantas medicinales, semillas criollas. –Leydy Pech.

Murui-muina, las mujeres indígenas que reforestan humedales

Las mujeres del pueblo indígena murui-muina han creado un semillero para reproducir palma de canangucha, una especie que ha sido fuertemente deforestada en Colombia y que es fundamental para su cultura. En menos de un año han logrado reproducir 2500 ejemplares que se siembran gradualmente en áreas degradadas de su territorio y aseguran que salvar a las cananguchas es garantizar agua limpia para los pueblos, afirma el portal MonGabay.

Por otra parte, la canangucha forma parte de su cosmovisión y su tradición oral, pues existe en las historias de los abuelos que hablan sobre el origen del pueblo murui-muina, narraciones que María Célsida Biguidima trabaja en recuperar para que no queden en el olvido.

Esta palma es muy importante. Nosotros le decimos ‘nuestro oro’. Es el oro de los humedales [...] nos ofrece todo: desde lo espiritual, la alimentación y la conservación… y nos sentimos muy agradecidos porque es nuestra esencia, porque de ella hemos partido, comenta María Célsida Biguidima

Previo a la creación del semillero o vivero comunitario, las mujeres se organizaron para hacer la colecta de semillas de canangucha y seleccionar las áreas para el proceso de reforestación. Privilegiaron las zonas donde la canangucha había sido deforestada. Luego trabajaron en el desarrollo de las plántulas, hasta el momento de considerarlas resistentes para la siembra y así iniciar el proceso de monitoreo para garantizar su éxito, confirma el portal.

Tukupu: las guardianas de los bosques

Tukupu es la primera empresa forestal indígena de Venezuela y está a cargo del manejo sustentable y la restauración de 7000 hectáreas de la Reserva Forestal Imataca, al sureste del país. La empresa es liderada principalmente por mujeres que, haciendo uso de sus conocimientos ancestrales, han logrado reforestar y mantener el bosque para las futuras generaciones.

El propósito de crear un proyecto para la protección de los bosques y aprovechamiento sostenible nació en 2016 dentro del propio pueblo Kariña, con la intención de detener la destrucción y extracción de recursos por parte de empresas que trabajaban sin el consentimiento y sin ningún beneficio para las comunidades que han habitado el bosque ancestralmente.

Mujeres yanesha y la escuela para jóvenes lideresas

Las mujeres yanesha, ubicadas en la selva central de Perú han creado bancos de semillas que, eventualmente, formaron parte de viveros para las comunidades, hasta que las plántulas pudieron ser trasplantadas dentro de las parcelas en la casa de cada mujer.

Además de esta lucha medioambiental, ahora también cuentan con una escuela para la formación de lideresas jóvenes, a quienes dotan de herramientas para desarrollarse e incentivan a buscar la profesionalización fuera de sus comunidades, pero también a regresar para trabajar en ellas.

Su objetivo es que haya más mujeres indígenas con estudios profesionales en la Reserva Comunal Yanesha, en la selva central del Perú, que conozcan sus derechos y defiendan su territorio. Así ha identificado a jóvenes cursando sus últimos años de secundaria, para brindarles herramientas que fortalezcan su desarrollo personal y además mostrarles las oportunidades que existen afuera de sus comunidades: estudios, becas e independencia.

Mujeres indígenas que protegen los lagos

Los Lagos de Tarapoto, ubicados en el departamento de Amazonas, al sur de Colombia, son hábitat de numerosas especies y el sustento para 22 comunidades indígenas. Estos ecosistemas han sido dañados por la sobreexplotación pesquera. Ante esta problemática, una veintena de mujeres trabaja en el monitoreo, vigilancia, concientización y restauración para preservarlos.

Los Lagos de Tarapoto están ubicados en el municipio de Puerto Nariño, en el departamento de Amazonas, al sur de Colombia. Se trata de un sistema de humedales de agua dulce compuesto por varios lagos interconectados a través de ríos y arroyos, este sitio es altamente biodiverso y sustenta a importantes especies de plantas y animales ya que ofrecen funciones como el control de inundaciones y erosión, además de proveer de recursos pesqueros a las 22 comunidades del resguardo indígena Ticoya.

En junio de 2021, las mujeres obtuvieron el apoyo de la organización Conservación Internacional, a través del programa Amazonía Verde, para capacitarse y fortalecer los acuerdos de pesca entre las mujeres, con los que buscan reconocer su trabajo pesquero, pero también educar en el control de los recursos que salen del agua para el consumo de las comunidades. Dentro de los aspectos que regulan, se incluyen las tallas mínimas de pesca, las épocas de veda y las especies permitidas para preservar este ecosistema.

Con información de Mongabay.