Uno de los principales problemas no atendidos, tanto en términos de política pública, formación/capacitación profesional, como en generación de conocimiento desde la academia, es el sistema de cuidados construido por y para personas mayores en México, ante una situación emergente como lo es la transición demográfica en el país. De acuerdo con información censal del INEGI (2020), en 1990 la población de 60 años y más representaba 6.4% de la población total, proporción que aumento´ a 9.9% en 2010 y alcanzara´ un 21.5% en el año 2050, es decir, más de 32.4 millones de mexicanos serán personas mayores.

Sin embargo, ¿qué se entiende por sistema de cuidados? Consideramos pertinente precisar que lo definimos como un conjunto de acciones articuladas que buscan la autonomía, el desarrollo integral y bienestar de todas las personas que necesitan cuidados, pero también de quienes los otorgan. Pautassi (2007) en este sentido refuerza que el acto de cuidar, recibir cuidados y también “cuidarse” es un derecho universal ineludible, independientemente de la situación, condición de dependencia, o el estatus laboral (formal, remunerado, informal, no remunerado) en el que se realicen.

No obstante, aunque el tema debería de colocarse al centro del debate público y ser de interés generalizado, ante el incremento en la esperanza de vida, así como de la vulnerabilidad e interdependencia en cualquier momento del curso de nuestra existencia, los cuidados se han pensado como un asunto exclusivo de las personas que hoy cursan su vejez, con una responsabilidad exhaustiva que recae completamente sobre sus familias y, al interior de ellas, sobre las mujeres.

Dicha exclusividad deviene de la concurrencia simultánea de una serie de factores como el viejísmo encarnado que imposibilita reconocernos en ese o esa adulta mayor que seremos y la división sexual del trabajo que ha condicionado a las mujeres a la esfera privada y no remunerada a través del imaginario colectivo en el que se ha construido la creencia de que poseen cualidades naturales superiores a los hombres para cuidar, amar y atender.

Esta naturalización contribuye a la escasa valoración social y a la falta de estrategias gubernamentales y ciudadanas para erradicar el modelo desigual en el que se realizan los cuidados intensos, extensos y/o especializados.

La invisibilización de la mujer mayor como persona que otorga cuidados

Desde una mirada interseccional se vislumbra que las mujeres que otorgan cuidados al interior de las familias no son un grupo homogéneo y sobre ellas recaen importantes dimensiones de la opresión, por ejemplo, la edad que las coloca en condiciones de mayor vulnerabilidad. Villagómez y Vera (2013) refieren que la población de personas mayores en México representa uno de los grupos poblacionales más vulnerados junto a la población infantil, las personas con alguna discapacidad, las personas de pueblos originarios y, sobre todo, las mujeres que, aunque presenten una esperanza de vida mayor a los hombres, las condiciones en las que cursan su propia vejez son inciertas.  

Por tanto, el sistema de cuidados que construyen las familias no solo debe pensarse bajo una perspectiva de género, sino desde una perspectiva de vejez, porque estos escenarios se recrudecen cuando pensamos en ¿quién cuida hoy? Ya que la demanda de estas mujeres mayores al interior de los hogares (como esposas, hijas, nueras, etc.) ha aumentado considerablemente.

La incorporación de mujeres jóvenes/adultas en el mundo de lo público-remunerado, las crisis de los cuidados, es decir, los arreglos familiares anteriores que actualmente son insostenibles ante la existencia de una mayor población que requiere atención y una menor disponibilidad de las personas para hacerse cargo 24/7, y los cambios demográficos que visibilizan un envejecimiento acelerado con altas tasas de dependencia de la población que necesita cuidados, son algunos de los factores que posibilitan vislumbrar la alta participación de ellas.

Ante este panorama, se reconoce que la situación de las mujeres mayores cuidadoras de personas mayores refleja una realidad insuficientemente valorada en la familia, en la sociedad, en las instituciones y en la política social. La práctica del cuidado que otorgan se realiza en condiciones de desigualdad y falta de reconocimiento, independientemente de que ellas lo vivan como una respuesta de afecto y obligación moral hacia sus familiares. La acción de cuidar lleva implícitas prácticas de invisibilidad (Arroyo, 2010).

Por lo tanto, consideramos urgente subrayar que las personas mayores no solo se posicionan como receptoras del cuidado, sino que son ellas, las mujeres mayores, quienes se edifican como un pilar fundamental que otorga bienestar dentro del contexto familiar ante la reservada corresponsabilidad del Estado-comunidad-mercado y las condiciones cada vez más frágiles y limitadas de los servicios sociales.

La invitación gira en torno a visibilizar y repensar la apropiación desigual del cuidado, pero también a detenernos a escuchar y entrever las múltiples experiencias de un colectivo que ha permanecido en el anonimato experimentando múltiples exclusiones: por ser mujer, por ser mayor y por ser una persona que otorga cuidados.

Referencias

  • Arroyo, M. (2010). El cuidado en la vejez avanzada: escenarios y tramas de violencia estructural y de género. Iberofórum, (10), 1-21.
  • INEGI (2020). Índice de envejecimiento por entidad federativa, serie de años censales de 1990 a 2020. https://www.inegi.org.mx/app/tabulados/interactivos/?pxq=Poblacion_Poblacion_05_da611615-0bef-4433-933d-d6746c924ad4&idrt=123&opc=t.
  • Pautassi, L. (2007). El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos. CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo, (87), 3-50.
  • Villagómez Váldes, G. y Vera Gamboa, L. (Coords.) (2013). Vejez. Una perspectiva sociocultural. Universidad Autónoma de Yucatán-Universidad Autónoma de Campeche.

Denisse Díaz

Doctoranda en Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma de Yucatán, maestra en Estudios Culturales por la Universidad Autónoma de Chiapas y licenciada en Gerontología por la misma universidad. Colaboradora del cuerpo académico consolidado Educación y Desarrollo Humano UAChis 038 PRODEP.

Gina Villagómez

Dra. en Antropología Social, profesora investigadora de la Universidad Autónoma de Yucatán. Autora de libros sobre estudios de género y vejez. Activista feminista. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel II del Conacyt.

@GinaVillagomez1