El pesocentrismo es una perspectiva que relaciona el estado de salud con el peso, sin considerar otros elementos. Carolina Tapia, nutrióloga no pesocentrista, en entrevista para La Cadera de Eva relata que este enfoque se posicionó gracias a las empresas de seguros, quienes desde las décadas de 1940 y 1950 comenzaron a hacer correlaciones para demostrar que un cuerpo grande o gordo era igual a un cuerpo enfermo.

“A las personas las medían con tacón, sin tacón, con ropa, sin ropa, en una báscula donde no había estandarización”, comenta la especialista.

Desde entonces se ha sustentado la cultura de dieta y la apreciación de la delgadez. Hoy sabemos que el peso no es sinónimo de salud, sin embargo, al buscar en internet los términos “dietas enero” los primeros cuatro resultados suelen ser anuncios de planes para bajar de peso en 21 o 28 días y casi todos mencionan una cantidad específica de kilogramos a bajar.

En cambio, al buscar “cultura de dieta” los resultados muestran diversos artículos sobre cómo nos afecta, por qué es considerada tóxica y cómo la asociación de éxito y delgadez trae de fondo la discriminación a cuerpos no normativos.

El término dieta hace referencia a lo que comemos diariamente. Cuando alguien quiere hacer una dieta especial para perder peso o por indicaciones médicas es común que el primer paso sea buscar en internet, una opción más económica que acudir a consulta de nutrición.

La experta en nutrición sugiere que algunas dietas que están disponibles en internet pueden útiles para un segmento de la población por sus recomendaciones respecto al consumo de frutas, verduras, proteínas, entre otras por el estilo que podrían funcionar para algunas personas. Sin embargo, añade que lo más importante es individualizar los tratamientos:

“Lo que es para ti dieta no es lo mismo para mí. Lo que es accesible para ti no lo es para mí”, puntualiza.

Asignar un valor a los alimentos sobre qué tanto bien o qué tanto mal pueden hacernos ha dado pie a posicionar algunos, casi siempre los más inaccesibles, como “superfoods” que pueden solucionarlo todo.

Carolina Tapia, también conocida en redes sociales como NutriGeek, menciona que este tipo de valores asociados con los alimentos se relacionan también con los contextos socioculturales, por ejemplo, menciona el caso de la tortilla, que en algunos casos se desaprueba a excepción de que sea de nopal. 

La dieta mediterránea, designada por la Organización Mundial de la Salud como un prototipo ideal de dieta saludable y equilibrada, considera un alto consumo de aceite de oliva. Sin embargo, según datos del estudio aplicado en 2020, Mercado de aceite de oliva en México, este no es el aceite más consumido en nuestro país, al contrario, su consumo está muy lejos del de otros aceites como el de soya o girasol. Además de que es más caro que sus competidores en el mercado. Lo mismo ocurre con el caso del salmón, el cual se recomienda por su alto contenido de omegas, pero es poco asequible, a diferencia de las sardinas que también poseen un alto contenido de omegas.

NutriGeek menciona que las perspectivas sobre los alimentos suelen ser extremistas: o son muy buenos o son muy malos, por lo que la gente suele eliminar de su alimentación habitual aquellos alimentos con mala reputación y aceptar con facilidad dietas que quiten ciertos alimentos en lugar de aquellas que buscan incorporar una alimentación más variada: 

“Hoy en día los nutris utilizamos mucho la palabra “plan de alimentación”, porque vas a planear tus comidas no desde la obsesión”, agrega.

¿Realmente es necesario hacer dieta?

El ciclo vicioso de restricción en la alimentación sobre todo se hace visible los primeros meses del año, en el verano y al acercarse el fin de año.

Los meses de enero y febrero están llenos de mandatos sobre recuperar el peso ganado durante las festividades decembrinas; en cambio, entre marzo y abril, explica NutriGeek, inician los retos de beachbody porque viene el verano; y en septiembre comienzan los retos para llegar a Navidad “en forma”:

“24 y 25 [de diciembre] tienes tu comida normal o, como algunos mencionan, un poquito atascada y después viene el reto en enero y límpiate de [lo que comiste en] diciembre”.

Este tipo de ciclos fallan y se vuelven a iniciar constantemente porque son restrictivos e insostenibles. Lo que se busca en un esquema de alimentación es que se adapte al estilo de vida de cada persona y resulte sostenible a largo plazo.

El temor a los alimentos y la culpa por comer 

La cultura de dieta retoma cualidades como “pureza” y “limpieza” para hablar de tipos de alimentación en revistas y cuentas fitness en redes sociales. Esto se relaciona con la medicalización de la alimentación y el salutismo, que son creencias o valores morales que se les asignan a los alimentos y a estilos de vida que promueven la salud como algo que debe adquirirse y que da cierto estatus.

“Este alimento es bueno, este alimento es malo. Tomemos en cuenta que los alimentos no tienen valor ético del tipo son buenos o son malos”, señala Carolina Tapia.

La vieja escuela de la nutrición ve el enfoque nutricional desde la prescripción de dietas hipocalóricas y culpabiliza a las personas por su peso y condiciones de salud, menciona la especialista no pesocentrista:

“Si te comes un pan va a venir un proceso de culpa que ya tengo introyectado por la cultura de dieta que me va a decir: ‘te comiste un pan y los siguientes dos meses vas a tener que pagar la culpa’”.

Este tipo de conductas refuerzan la restricción, como si se tuviera que compensar algo. Esto nos afecta a varios niveles, incluso a nivel hormonal, ya que nuestro cuerpo necesita energía para funcionar y esta condición lo pone en un estado de desbalance. 

NutriGeek lo explica con el siguiente ejemplo:

“¿Por qué sí te aguantas el hambre y no las ganas de hacer pipí?”

Estas restricciones en la alimentación también tienen un impacto en la sociabilización, según explica la feminista y maestra en medicina social, Ilena Muñiz: 

“Somos una sociedad con una cultura alimentaria tan diversa, con una estratificación tan marcada que no es lo mismo cómo impacta en la clase alta a cómo impacta en la clase media o cómo impacta en la clase baja”.

El común denominador es la disminución en la socialización, esto en el caso de las dietas restrictivas, menciona la maestra en medicina social, y añade que no debe perderse de vista que la comida es un elemento que reúne a las personas: múltiples formas de convivencia giran en torno a ella y diversas aristas intervienen en las razones de por qué la gente come lo que come. 

“Las personas profesionales de la salud contribuimos y consolidamos no nada más la cultura de dieta, sino discursos gordofóbicos”, señala Ileana Muñiz y puntualiza que en el ámbito de la nutrición es común ver publicaciones en redes sociales para promover la pérdida de peso, lo cual contribuye a la legitimación de conductas gordofóbicas y de rechazo a la grasa corporal.

En 2021 fueron muy comunes las campañas en contra de la obesidad desde el sector salud. Estas posicionaron la idea de que una persona obesa estaba enferma y, como explica la especialista en medicina social, no se pueden difundir mensajes así a la población porque crean miedo, incertidumbre y rechazo; además de que no aportan a la promoción de la salud desde donde podría comenzar a garantizarse el acceso a agua potable o a alimentos de temporada.

La gordofobia y el privilegio de la delgadez

Si una persona es gorda se piensa que es sedentaria, que tiene una mala alimentación, que no cuida de sí misma o que incluso no se quiere. A las personas gordas se les discrimina, como si la gordura fuera una licencia para juzgar y opinar de los cuerpos.

De acuerdo con el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (COPRED), la gordofobia es un fenómeno sociocultural, económico y político, que está cargado de prejuicios valorativos, incitadores de odio contra los cuerpos que no entran dentro de los cánones corporales normativos

La activista corporal, Priscila Arias, conocida en redes sociales como @lafatshionista, en el Día Mundial contra la Gordofobia publicó un video en su cuenta de Instagram en el que menciona: 

“Después de 15 años de fumar casi una cajetilla al día, las personas a mi alrededor nunca se preocuparon por ello, pero sí por cuánto pesaba”.

Gordofobia
Priscila Arias, conocida en redes sociales como @lafatshionista, en el Día Mundial contra la Gordofobia

El tamaño del cuerpo está determinado por diversos factores. Sin embargo, la cultura de dieta se basa en el principio de que los únicos cuerpos valiosos y que merecen ser vistos son los delgados. La lógica de consumo incide en esta perspectiva y podemos notarlo en los contenidos que consumimos en pantallas: los cuerpos hegemónicos, blancos, tonificados, altos y delgados son los más aplaudidos y visibilizados.

“Tiene que ver todo con aquello a lo que estamos expuestos y que nos va fraguando una idea de lo están bien y lo que está mal”, afirma Ileana Muñiz.

Miriam Lara-Mejia conocida en redes sociales como @lagordafeminista ha compartido testimonios en sus redes sociales sobre el pesocentrismo en las consultas médicas. Esto se refleja también en diagnósticos médicos sesgados por el peso, ya que atribuyen condiciones o enfermedades al número de kilos de la persona, por lo que para poder recuperar su salud se le insiste en que pierda peso.

La cultura de dieta y la gordofobia son conductas que hemos internalizado porque además han sido socialmente aceptadas. Ileana Muñiz explica cómo algunas ideas aceptadas por la sociedad como: “bajaste de peso, sí te ves más bonita” o “ya tienes pancita” o “hace cuántos tacos no te veo” están tan normalizadas que incluso se acompañan de bromas.

Alternativas ante la cultura de dieta

La solución no es fácil ni tampoco individual, porque corresponde a una serie de mandatos sociales sobre la belleza y corporalidad. Sin embargo, el hacernos conscientes de los pensamientos que tenemos y comentarios que hacemos sobre nuestra forma de comer, nuestros hábitos y nuestro cuerpo es un primer paso para reconfigurar y reflexionar sobre estas ideas que hemos asumido como aceptables.

La nueva propuesta en la nutrición va más allá de recomendaciones sobre qué no comer o cuántas veces masticar los alimentos. Un plan de alimentación no es para toda la vida, cambia de acuerdo a las condiciones que configuran nuestro contexto. Por ejemplo, la selección de alimentos y el horario de las comidas debe estar relacionado con gustos personales, condiciones de salud, rutinas, accesibilidad a mercados o supermercados.

“Alimentarse tiene muchísimas facetas y muchísimos puntos que van cambiando de acuerdo a tu edad, a cómo te encuentres en este momento hasta anímicamente”, señala NutriGeek.

La nutrióloga, además, nos hace las siguientes recomendaciones: 

  • Empezar a trabajar en las creencias de que los alimentos son “buenos” o “malos” y en las percepciones que tenemos sobre lo que es mucho o poco, lo cual es completamente subjetivo.
  • Buscar alimentos que nos brinden más allá de la satisfacción física, ya que comemos también desde lo emocional.
  • Hacernos estudios de laboratorio para conocer nuestro estado de salud. El peso no es un indicador de salud. 
  • Comer de manera intuitiva para escuchar lo que pide nuestro cuerpo. Este es un ejercicio para conocer qué tipo de alimentación nos funciona mejor de acuerdo con nuestras actividades, nivel de ejercicio, condiciones médicas, entre otras.