En TikTok se hizo viral una situación familiar que muchas personas consideraron violenta ya que en el video se puede ver como una madre intenta enseñarle a su hijo a sumar, pero al ver que los intentos que hace no tienen resultados correctos comienza a desesperarse y le grita que no saldrá a la calle hasta que no aprenda a sumar, el niño, visiblemente asustado sigue intentándolo, pero no lo consigue.

Después de ver la desesperación de la madre, su abuela (quien también se encontraba en el lugar) dice a la mujer que “no le explica bien” y toma el control de la situación, pero al ver que el pequeño aún no puede resolver la suma de 10+10 también pierde la paciencia y termina por gritarle un par de groserías.

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Dentro de los comentarios del video se pueden ver muchas personas burlándose de la situación y esperando a que el niño estallara en llanto como “en sus tiempos”, pero lejos de ser una broma y vulnerar la identidad y sentires del menor, esta forma de crianza ha normalizado la violencia intrafamiliar y es un claro ejemplo de adultocentrismo.

Crianza violenta

Es una realidad que educar a un ser humano es una de las tareas más complicadas que existen, pero debido al adultocentrismo que existe en la sociedad, muchas veces las madres y padres terminan ejerciendo muchas violencias dentro de la crianza de las infancias, pensando que “sólo son niños” y sin tener en cuenta que también son personas.

A pesar de las buenas intenciones de las madres y los padres, con demasiada frecuencia los métodos para disciplinar se basan en el uso de la fuerza física o la intimidación verbal. En muchos casos no es una decisión meditada, sino simplemente la consecuencia del desborde de los adultos por situaciones personales, junto a la falta de conocimiento de métodos para disciplinar que no utilicen la violencia. Cualquier adulto podría transformarse en una madre o padre violento si no encuentra formas de contener sus propias emociones de agresividad y si desconoce o invalida otras prácticas alternativas de crianza sin violencia, afirma UNICEF.

Así mismo, en la mayoría de las ocasiones las madres y padres reproducen el modelo de crianza que ellos mismos vivieron ya que es la única forma de educar que aprendieron y, del mismo modo, desconocen cómo relacionarse de un modo diferente con sus hijos e hijas.

Por otro lado, el contexto cultural y social valida el pegar o insultar a los hijos e hijas como modelo de crianza. Expresiones como “mejor una nalgada a tiempo” o “a mí me pegaban cuando era niño y no me pasó nada” muestran el nivel de desconocimiento sobre las consecuencias físicas, psicológicas y sociales de la violencia en la vida de los niños y niñas. De esta manera, la violencia se normaliza y se coloca en un lugar invisible, explica UNICEF.

Violencia a las infancias

De acuerdo con la UNICEF, en el 53% de los hogares mexicanos los menores de edad fueron sometidos a agresión psicológica. De los cuales 44% sufrieron castigo físico y un 6% fue sometido a un castigo severo. Es decir, en 7 de cada 10 hogares en México son violentos con las niñas o niños.

Es así como se reconocen dos tipos la violencia que pueden ejercer las madres y padres hacia las infancias: el maltrato físico y el maltrato psicológico:

  • Maltrato físico: también conocido como castigo corporal, se refiere a cualquier castigo que incluya el uso de la fuerza física con la intención de causar cierto grado de dolor o malestar, por leve que sea; por ejemplo, pegar a las niñas y niños, ya sea con la mano o con algún objeto.
  • Maltrato psicológico: es cualquier actitud que provoque en el niño o la niña sentimientos de descalificación o humillación, incluye la agresión verbal, amenazas, intimidación, denigración, ridiculización, hacer sentir culpa, o manipulación para controlar a los niños, niñas y adolescentes.

Por otra parte, la Unicef señala que algunas consecuencias de este maltrato físico y psicológico pueden ser:

  • Baja autoestima: A menudo pueden experimentar sentimientos de inferioridad e inutilidad. También pueden mostrarse tímidos y miedosos o, por el contrario, hiperactivos buscando llamar la atención de los demás.
  • Sentimientos de soledad y abandono: Pueden sentirse aislados, abandonados y poco queridos.
  • Exclusión del diálogo y la reflexión: La violencia bloquea y dificulta la capacidad para encontrar modos alternativos de resolver conflictos de forma pacífica y dialogada.
  • Generación de más violencia: Aprenden que la violencia es un modelo válido para resolver los problemas y pueden reproducirlo.
  • Ansiedad, angustia, depresión: Pueden experimentar miedo y ansiedad, desencadenados por la presencia de un adulto que se muestre agresivo o autoritario. Algunos desarrollan lentamente sentimientos de angustia, depresión y comportamientos autodestructivos como la automutilación.
  • Trastornos en la identidad: Pueden tener una mala imagen de sí mismos, creer que son malos y por eso sus padres y madres los castigan físicamente. A veces, como modo de defenderse, desarrollan la creencia de que son fuertes y todopoderosos, capaces de vencer a sus padres y a otros adultos.

Esta forma de criar con violencia de por medio sucede porque las madres y padres carecen de mejores herramientas para lidiar con sus emociones (como la frustración) y también descubren que es más fácil que la niña o niño haga caso si teme a la violencia. Pero eso no es educar: es amenazar y doblegar.

La violencia física o psicológica no enseña a portarse bien, sino a evitar el castigo. Por ese camino, las niñas y niños solo aprenden qué es lo que tienen que hacer para no enojar al castigador, pero no maduran emocionalmente.

Si a las niñas y niños se les ponen límites de forma no violenta y se les enseña a pensar y actuar, se puede fortalecer su capacidad de auto-regularse y no por imposición ni miedo.