Malena tenía cinco años cuando sufrió su primer abuso sexual – por una persona cercana a su familia- un amigo de su hermano quien era estudiante de medicina. No denunció este caso y tampoco los siguientes actos que vivió -por falta de tiempo-, compartió en entrevista para La Cadera de Eva. A sus 12 años fue abusada por otro médico quien le suministraba anticonceptivos, sin su consentimiento, para no embarazarla. Actualmente, su familia le dice que ya no hable de lo que vivió, pero ella lo hace cada vez que siente confianza con alguien. Ahora– a sus 50 años- sueña con aprender a vivir sola y estar en paz. Acaba de terminar una relación, en la que también era violentada y espera no regresar con él.

Denunciar ya no sería una opción para Malena, sugiere Melissa Llamas, integrante de Abogadas Violetas, ya que no recordaría todo lo que pasó. Sin embargo, sugiere que cuando una persona ha vivido violencia es recomendable que se tome terapia psicológica e incluso psiquiátrica por las consecuencias del estrés postraumático, como es el caso de Malena.

Malena ha creído que hizo "cosas malas", sin tener conciencia que fue víctima de violencia desde sus cinco años. “Estoy viva de pura suerte”, cree. Ya que su impulso por estar viva la ha llevado a emprender diversos negocios que le han dado una vida económicamente estable. Malena es dueña de una tienda, administra una pensión, vende comida y productos por catálogo. Sin embargo, a veces tiene crisis de ansiedad, considera que son su responsabilidad, más no las consecuencias de la violencia a la que ha estado expuesta.

Para sobrevivir al estrés postraumático, Malena ingiere marihuana y se la pasa limpiando su casa, ella lo ve como un método curativo, “si dejo de hacer cosas me da ansiedad”, dice pensativa, mientras echa a lavar ropa y atiende a uno que otro cliente que lleva a compararle algo.

En México, 70.1 % de las mujeres de 15 años y más ha experimentado, al menos, una situación de violencia a lo largo de la vida. En primer lugar está la violencia psicológica, la mitad de la población femenina la ha vivido (en un 51.6 %); después la sexual en un 49.7 % y la física un 34.7% de las mujeres, según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021.

Al conocer sobre el caso, Melissa Llamas comenta que la historia de Malena deja ver que no contó con alguna red de apoyo, ya que para la especialista en violencia contra la mujer “las redes de apoyo son vitales para que una persona salga de la violencia, ya sea una red de amigas, algunos miembros de la familia, amigos que le acompañen y le digan ‘aquí tienes un refugio, puedes contar con nosotros’. En estas situaciones es muy importante contar con apoyo y acudir a instituciones como refugios o contar con alguna asesoría legal”.

Violencia tras violencia marcó la vida de Malena

Cuando Malena era menor, su mamá la enviaba a pedir dinero para sobrevivir, una de las personas a la que solía pedirle era un doctor que vivía a la vuelta de su casa. “Yo tenía entre 11 o 12 años, ya estaba reglando, él me inyectaba para no embarazarme. No creo que haya sido una prostituta a los 12 años -lo dice confundida-, siento que la gente abusa de su posición, ve a uno que no tiene dinero para salir adelante, ni para un cuaderno”, cuenta.

Malena no estuvo en contacto con su padre, durante su infancia creyó la historia que le contó su mamá: “era un hombre bueno y se murió”, después de un tiempo, se enteró que vivía a la vuelta de su casa y tenía otra familia, no se hacía responsable de los hijos que tuvo con su primera pareja. Siendo parte de la cifra, en México en 4 de cada 10 familias hay un padre ausente, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2010 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). No hay datos actuales.

El primer matrimonio de Malena fue a sus 16 años, de un hombre que también abusó de ella. “Era muy posesivo, si yo no hacía lo que él quería, me pegaba, me dejaba sin comer, cuando llegaba yo le debía tener listo el baño (toalla, jabón y ropa), en lo que se bañaba, le tenía que calentar la comida y en lo que se bañaba tenía que dejarle la ropa para que se vistiera”, cuenta.

Melissa Llamas integrante de la Red de Abogadas Violeta considera que no todas las personas pueden identificar si están viviendo violencia, menos los menores “un menor no sabe que le está pasando, que le están haciendo, hablan con los papás y no les creen, en este caso (el de Malena) se observa que no contó con personas que la apoyaran y le dijeran lo que estaba viviendo”.

Poner el fin poco a poco

Las relaciones de Malena han terminado por las circunstancias, quizá sin que ella se dé cuenta, hay actitudes de autocuidado que la hacen alejarse. Nunca ha terminado una relación verbalmente, pero cuando ha puesto límites, se acaban.

Cuando se terminó su primera relación, sufrió mucho -cuenta-, incluso intentó suicidarse. “Mi primera pareja volvió a regresar, pero regresó como ya no el papá de mi hijo, sino como yo fuera su amante, me quería llevar al hotel a fuerza y me hacía muchas cosas”, cuenta. En su primer matrimonio, Malena tenía 16 años y tuvo su primer embarazo, siendo parte de las cifras de embarazo temprano.

México ocupa el octavo lugar en número de mujeres casadas o en unión antes de los 18 años, registra 1 millón 420 mil mujeres en esta situación, según cifras de Girls not Brides. En cuanto a embarazo temprano, cada día, alrededor de mil adolescentes mexicanas de entre 12 y 19 años se vuelven madres; un poco más de la mitad sin planearlo o desearlo, según el informe presentado por el Colegio de México sobre el embarazo temprano en México.

Violencia de género, drogas y alcohol

La segunda relación la tuvo a sus 23 años, con una persona adicta a las drogas que también la indujo a hacerlo, al que por motivos de anonimato, le llamaremos Juan. Ella cuenta que se volvió a enamorar o aferrar, duda. “Me pegaba, me ponía la pistola en la cabeza y fui muy vulnerable después de las violaciones y todo lo que me pedía yo era accesible, a cualquier cosa”, comparte.

“Cuando llegaba drogado quería tener relaciones y si no las quería, era golpiza; si tenía relaciones y a él no le funcionaba era culpa de uno, porque uno no servía como mujer, porque no la estiraba”, dice.

Juan era delincuente, ingería drogas y era proxeneta. “Se salía hacer sus cosas, era machista, estaba cerca de drogas, alcohol, prostitución. Me decía que no servía para nada, me humilló, me hizo sentir muy mal, estuvo tres veces en el reclusorio, las tres veces fui. Antes de verlo iba hacer quehacer, le llevaba comida, leche, todo lo que necesitarán dentro para venderlo, poder tener dinero para mí, para mi hija y para él”.

El 95% de la población interna en los reclusorios del país son varones, y quienes los visitan corresponden a un 80% mayoritariamente mujeres”, según el informe Centros de Readaptación Social de la Ciudad de México y el Estado de Morelos para conocer a las personas que visitan los reclusorios, 2014.

“Él en lugar de agradecerme, me humillaba, incluso me golpeó como su visita dentro de la cárcel, me dicen que hasta llegó a ofrecerme para venderme porque él estaba muy mal en su situación. Yo le llevaba poquita comida que me sobraba y la tiraba, me decía que hacía más tiempo en ir a vaciarla a su habitación. Yo lo hacía de corazón, no quería de mi comida, pero sí me dinero”, dice Malena.

Juan le quitó la visita, la última vez que lo vio fue en el hospital y decidió terminar la relación. Ella, en un esfuerzo de olvidarlo, comenzó a ingerir drogas -él le había enseñado-, pudo salir adelante por el impulso que tenía a trabajar. Lo volvió a ver y tuvo su tercer hijo.

Al poner límites, se terminaban las relaciones

Malena tuvo otra relación, ésta la hizo cuestionarse sobre la situación en la que se encontraba. Los golpes, ahora eran dirigidos a su hijo, esto le hizo poner un alto y terminar la relación.

Al tiempo, inició otra con Javier, nombre ficticio para guardar su identidad, de la cual “está saliendo”, como ella dice. Él había vivido un problema de infidelidad con su expareja, historia que se entrecruzó con la de Malena, creyó que esta vez sería diferente. Sólo la violentó una vez físicamente cuando ella lo cuestionó si le iba a dar un regalo por su cumpleaños. “Las demás sólo fueron de palabras”, dice.

“No me ha maltratado físicamente, bueno sí me ha aventado, pero no tanto como los demás, ha sido más psicológicamente porque vuelvo a creer, lo vuelvo a recibir, lo ayudé con un carro, un negocio. Nunca tiene dinero ni para sus pasajes, ni para lo que se le presta, cuando quiero salir él se va a otro lado, en esos pleitos hubo dos o tres aventones, por pedir algo que yo pido”.

“Ya van 15 días sin él”, dice Malena, mientras suspira con lágrimas que se resisten a salir.

Además de ser adicta al trabajo y a la marihuana, ha intentado ir a terapias, antes no podía porque el tiempo que debía destinar tenía que usarlo para trabajar, ya que estaba a cargo de sus hijos y no tenía ni un apoyo económico.

“No podía dejar de trabajar, nunca busqué ayuda o ir a demandar porque me quitaba el mismo tiempo, debía  trabajar porque tenía que darle de comer a mis hijos”, dice.

Ahora ella quiere ser feliz, al menos los últimos años que le quedan. Sin estar esperando a alguien.

“No pude tener una pareja, entregué todo, no es pareja la cosa, me gustaría dejar de trabajar de lunes a domingo, quisiera convivir con mis hijos, mis nietos, enfocarme a lo que es mi vida”, dice.

La importancia de las redes de apoyo

Melissa Llamas señala que si Malena hubiera contado con una red de apoyo, hubiera podido ir a denunciar, tomar terapia e incluso solicitar una reparación del daño por parte de los agresores. Por lo que aconseja a las víctimas de violencia denunciar y darle seguimiento al proceso.

“Lo más recomendable es denunciar siempre que se viva un tipo de violencia, no sólo física, también económica, les recomiendo al denunciar, estén al al pendiente en las fiscalías, pregunten cómo va su caso, tengan una actitud colaborativa si es que se necesitan pruebas", agrega que la carga de trabajo es muy alta, por eso también invita a las mujeres que si pueden tomar una terapia particular lo hagan.

Hace énfasis que llamar al 911 y levantar una denuncia es diferente, insta en llevar a cabo el segundo proceso para que quede una evidencia. También hace un llamado a la comunidad en estar al pendiente de lo que pasa en su entorno: "si conocen a una mujer víctima de violencia, manténganse cerca de ellas y bríndeles información, quizá no sepan que lo que están viviendo no es normal y deben denunciar", apunta Llamas.