Hasta hace un par de décadas, la participación de menores de edad en los conflictos armados pasaba inadvertida, hecho que ahora está siendo reconocido. Sin embargo, todavía hoy, las vivencias de las niñas y las adolescentes en los grupos armados siguen siendo invisibilizadas por ser incluidas en gran medida en la misma categoría que los niños. Aunque es verdad que ambos son afectados por la situación de guerra en general, como lo mencioné antes en el artículo Las niñas de la guerra, el reclutamiento de niñas está en parte ligado a razones sexuales y reproductivas. Las experiencias de las niñas asociadas a los grupos armados son irremediablemente diferentes a las de los niños y están definidas, generalmente, por su cuerpo: por la capacidad que tienen los cuerpos biológicamente femeninos de reproducirse y por su cosificación cultural. Aunque esto también sucede con mujeres adultas, las niñas son más vulnerables a tener estas experiencias; no necesariamente por una vulnerabilidad intrínseca de la niñez, sino por el estatus de inferioridad en el que se encuentran; pertenecer al sexo femenino y ser menores de edad, les impone una doble victimización.

Es así que en muchas ocasiones las niñas asociadas a los grupos armados son tratadas como una propiedad, un producto que se puede intercambiar y regalar y con el que se pagan deudas o se premia a los buenos comandantes. En este sentido, las niñas tienen muchas más probabilidades que los niños de ser agredidas y explotadas sexualmente. Diferentes formas de agresión sexual contra las niñas se han observado en el 70% de los grupos armados a nivel mundial. Aunque no es igual en todos los grupos, para muchas niñas se trata de una realidad diaria que se ha ido imponiendo de manera sistemática.

Como resultado de esta violencia, es común que las niñas se embaracen, lo cual muchas veces constituye un objetivo en sí, pero no siempre. Dependiendo de la ideología y los fines militares particulares de cada grupo, el control de la reproducción se da principalmente en dos sentidos. Por un lado, están los que buscan agrandar su capacidad militar incrementando el número de soldados. Con este fin, se obliga a las niñas a tener hijos y a entrar en matrimonios forzados. Aunque lo más común es que los bebés vayan a combate con sus madres, en otras ocasiones los bebés son dados en adopción temporal hasta que tienen una edad suficiente para combatir. Por la falta de servicios médicos y las condiciones de poca higiene en las que viven, entre un 20% y un 50% de los bebés mueren. Además, la atención del parto no siempre está a cargo de un experto en salud y puede incluso ser atendida por otro menor de edad. Entre las prácticas nocivas que se han reportado se encuentran saltar sobre el vientre o insertar objetos en la vagina para acelerar el parto, y amarrar las piernas para retrasarlo si es que el grupo no se puede detener en ese momento.

En segundo lugar, se encuentran los grupos para los que tener hijos representa una carga en el combate. En este caso, a las niñas se les inyectan anticonceptivos o se les pone un dispositivo intrauterino. De hecho, el reducido acceso a anticonceptivos que se dio durante la pandemia de Covid-19 provocó que aumentaran los embarazos al interior de estos grupos. Cuando esto sucede se realizan abortos forzados bajo condiciones de alto riesgo por la misma situación de baja higiene e ignorancia de los procedimientos médicos.

Este control reproductivo y de la maternidad conlleva consecuencias de salud muy serias para las niñas, en especial si sus cuerpos todavía no se han terminado de desarrollar. Entre estas se encuentran infecciones de diferente tipo, deformaciones uterinas, llagas vaginales, complicaciones menstruales, partos prematuros, esterilidad, incapacidad permanente y muerte. La incidencia de infecciones de transmisión sexual, incluido el VIH, en sobrevivientes de violación ha sido estimada entre un 70% y un 90%. Aunado a los problemas de salud física, es muy probable que estos eventos traumáticos deriven en baja autoestima, falta de concentración y memoria, insomnio, pesadillas, depresión y otros signos del estrés postraumático. Asimismo, al salir de los grupos armados y regresar a sus comunidades de origen o reintegrarse a otras regiones del país, es muy posible que sean rechazadas y marginadas por haber tenido relaciones sexuales fuera del matrimonio o por padecer problemas de salud evidentes. Este rechazo también puede ocasionar que no les den empleo y que no puedan sostenerse económicamente a sí mismas y a sus hijos.

A pesar de los problemas mencionados, la maternidad también trae consigo experiencias positivas para las niñas. Alrededor del 50% reportan querer ser tratadas como adultas, lo cual es un beneficio que les da la maternidad al representar un nivel de madurez y responsabilidad equivalente al de una mujer adulta y dotarlas de un estatus que antes no tenían. De la misma manera, algunas niñas se sienten empoderadas al querer lo mejor para sus hijos y luchar por ello.

Es importante recordar que esta solo es una parte de su experiencia y que varía de un grupo a otro e incluso dentro de un mismo grupo. Además, hay niñas que logran mejorar su situación a pesar de estar en un contexto tan opresivo. Algunas deciden casarse con comandantes para adquirir un cierto “estatus por asociación”, una estrategia que reduce el riesgo de ser violadas por otros hombres y les permite tomar decisiones sobre su reproducción y maternidad. También se han dado casos en los que se defienden portando armas, si es que está permitido, o se convierten en estrategas militares alcanzando cargos altos en la organización y, por consiguiente, respeto y protección. Todos estos modos de protección que las niñas han encontrado nos muestran su empuje y resiliencia aún en contextos de victimización.

Referencias

Denov, M. & Gervais, C. (2007). Negotiating (In)Security: Agency, Resistance, and Resourcefulness among Girls Formerly Associated with Sierra Leone’s Revolutionary United Front [Negociando la (in)seguridad: agencia, resistencia y recursos de las niñas anteriormente asociadas con el Frente Unido Revolucionario de Sierra Leona]. Journal of Women in Culture and Society. 32(4). 885-910.

Mazurana, D. E. & McKay, S. A. (2001). Child Soldiers; What About the Girls? [Niños soldado; ¿Qué hay de las niñas?] Bulletin of the Atomic Scientists. 57(5), 30-35.

Dietrich Ortega, L. M. (2014). La “compañera política”: mujeres militantes y espacios de “agencia” en insurgencias latinoamericanas. Colombia Internacional. 80. 83-13

Fore, H. (2021, February 12). Female child soldiers often go unseen but must not be forgotten [Las niñas soldado a menudo pasan desapercibidas, pero no deben olvidarse]. Thomson Reuters Foundation News.

Bodineau, S. (2014). Vulnerability and Agency: Figures of Child Soldiers Within the Narratives of Child Protection Practitioners in the Democratic Republic of Congo [Vulnerabilidad y agencia: las figuras de los niños soldado en las narrativas de los profesionales de la protección infantil en la República Democrática del Congo]. Autrepart. (72). 111-128.

Paloma Pineda Sacristán

Es licenciada en Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico Autónomo de México; se encuentra cursando una maestría en Gestión del Desarrollo Sostenible en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Rhein-Waal en Alemania. Es becaria del Instituto Mora y su línea de investigación se centra en temas de género, paz y seguridad, con un enfoque especial en la violencia de género y la posguerra.

*Las opiniones vertidas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite.