La “histeria femenina” era un popular diagnóstico médico para explicar una misteriosa enfermedad que sólo afectaba a las mujeres de la época victoriana. En el siglo XIX, esta supuesta enfermedad femenina se manifestaba con desfallecimientos, retención de líquidos, pesadez abdominal, espasmos musculares, respiración entrecortada, insomnio, pérdida del apetito, nerviosismo, irritabilidad y agresividad.

La cura para esta supuesta enfermedad consistía en el paroxismo histérico, o dicho en otras palabras, la masturbación asistida.

Consistía en la estimulación manual de los genitales femeninos por parte del médico hasta alcanzar el paroxismo (no el orgasmo, ya que por entonces se pensaba científicamente que las mujeres no podían tener orgasmos). De esta manera, se curaba la histeria por medio del alivio de las tensiones sexuales femeninas.

El primer vibrador

En un primer momento, los vibradores se aplicaban a las espaldas cansadas, pero también a la garganta, para curar la laringitis; a la nariz, para disminuir la presión de los senos nasales; a los estómagos de los bebés que sufrían cólicos y, por supuesto, a quienes se fracturaban un hueso. El primer vibrador electromecánico fue un dispositivo llamado “percuteur”, inventado por el médico británico Joseph Mortimer Granville a finales de la década de 1870. Granville pensó que la vibración alimentaba el sistema nervioso humano, y desarrolló su percuteur como un dispositivo médico para estimular los nervios enfermos, afirma El País.

Sin embargo, no todas las mujeres que padecían “histeria femenina” eran tratadas así. Lamentablemente, “en la Edad Media tachaban a las mujeres que padecían histeria como una especie de brujas y las llegaban a quemar en la hoguera”.

De hecho, Myriam Ribes Redondo, ginecóloga y sexóloga en el Hospital Mateu Orfila de Menorca y vocal de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS), cuenta que había casos en los que se les practicaba la histerectomía o extirpación del útero. “Llegaban a hacerlo cuando consideraban que el trastorno que sufría la mujer, ya sea por rebeldía, por la menopausia, por síndrome premenstrual, o por la razón que fuese, tenía que ver con la histeria. Es decir, con algo, un ente, que tenía que ver con la feminidad dijéramos. Y sí, a veces las castraban. De esa manera, no había esos cambios de humor, las mujeres perdían el ánimo, padecían más tristeza… En realidad, es terrorífico”, asegura.

“Después se comercializó para poder utilizar en casa para que no tuvieran que ir al médico. Lo que pasa es que, a partir de ahí, con el tiempo, se llegó a sus connotaciones sexuales. Y al tener que ver con el sexo, la sociedad de aquel entonces, que era bastante puritana, dejó que todo eso quedara bastante oculto”, comenta la sexóloga. De hecho, cuando Mortimer se entera del uso “inmoral” de su dispositivo, intentó desligarse de él.

La histeria deja de ser una enfermedad

La desacreditación de la histeria femenina como una enfermedad no llegó hasta el 1952, cuando la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) afirmó que se trataba de un mito. En este sentido, la historiadora Rachel P. Maines asegura que los síntomas definidos hasta ese año como «histeria» podían haber sido, o por lo menos en gran parte, “el funcionamiento normal de la sexualidad de la mujer en un contexto social patriarcal que no reconocía su diferencia esencial respecto a la sexualidad masculina”. Así, a día de hoy podemos llegar a entender que la supuesta patología que sufrían aquellas mujeres era la represión sexual de la época, afirma para el portal La Voz de la Salud.