Hace dos años, Kali dejó de ser parte del templo de los Hare Krishna y hoy continúa tratando de asimilar que fue captada por una secta disfrazada de religión. Se unió a ella a los 11 años junto con su hermano, los dos asistían a las las reuniones dentro de los templos y si bien llevaba toda su vida creyendo en la religión, comenzó a practicarla de manera activa cuando una de sus primas le habló sobre la vida dentro del templo.

Fue en 2011 más o menos que llegó una prima a vivir a mi casa temporalmente, ella asistía constantemente a los templos y durante toda su estancia nos habló sobre el templo y sobre el vegetarianismo; en unas semanas, mi hermano y yo estábamos súper convencidos de ser vegetarianos y de un día para otro nos volvimos vegetarianos, unas semanas después fuimos por primera vez al templo a un festival que se hace en septiembre, comenta Kali en entrevista para La Cadera de Eva.

En conmemoración al Día internacional de conmemoración de las víctimas de acto de violencia motivadas por la religión este 22 de agosto, es necesario narrar la historia de Kali.

Padecimientos por la falta de alimento

Mientras ella participaba activamente dentro de las actividades del templo, recuerda que se sentía cansada todo el tiempo y por la falta de alimento desarrolló problemas en el estómago como gastritis y colitis, padecimientos que hoy en día continúa tratando.

Todo el tiempo estaba cansada y con dolores, generé gastritis y problemas en el estómago por no alimentarme bien y no alimentarme diario porque a veces trabajabas todo el día en el templo y no recibías ni un plato de comida. Entonces más el vegetarianismo más el no alimentarme todos los días, fue lo que me lastimó el estómago y también el no dormir bien… me sentía como una máquina, sólo trabajar, dormir y trabajar, recuerda Kali.

Por otra parte, Kali recuerda el Bhakti yoga como otra manera de ofrendar a Krishna; debido a los distractores que existen en la sociedad moderna, para los devotos es muy difícil alcanzar una meditación corporal real por lo que han cambiado las meditaciones por trabajo que, ahora reflexiona Kali, se convierte en explotación laboral ya que el trabajo que se hace, al ser una ofrenda para la deidad, no tiene remuneración alguna.

Si bien, dentro del templo, Kali se sentía feliz y plena al saber que el trabajo y el vegetarianismo era una manera de conectarse con la deidad, actualmente y conociendo más sobre cómo operan las sectas, se ha dado cuenta del sometimiento del que fue víctima desde los 11 años.

Yo todo lo veía normal, me sentía feliz y tranquila con mi estilo de vida. Sentía que era una persona disciplinada y que me alimentaba bien y que hacía lo correcto, entonces yo me sentía bien, pero es lo que te hacen creer. –Kali

Los Hare Krishna

La Asociación Internacional para la Conciencia de Krishna (ISKCON, por las siglas en inglés de International Society for Krishna Consciousness), cuyos miembros son conocidos popularmente como «Hare Krishna», es una secta de origen hinduista fundada por Bhaktivedanta Swami Prabhupada (Abhay Charan De). Aunque enseñan que sus orígenes se remontan al siglo XVI como una rama del hinduismo, su verdadero origen tuvo lugar en pleno siglo XX, en la India, de donde pasó a Nueva York en 1965 y desde allí al resto del mundo, afirma el portal Aletia.

Sus creencias se basan en la adoración de las deidades hindús, pero, por sobre todos ellos se encuentra Krishna que representa la suprema personalidad de dios, comenta Kali durante la entrevista.

Dentro de la religión existen distintas formas de rendir tributo a Krishna, pero Kali menciona dos en particular que la desgastaron demasiado en los años que estuvo dentro del templo: vegetarianismo y bhakti yoga.

Secta disfrazada de religión

Con el acompañamiento de amigas y gracias a la colectiva Vaisnavas Guerreras, Kali comienza a asimilar que su fe estuvo basada en una religión que disfrazaba una secta y es así como poco a poco ha comenzado a identificar la violencia coercitiva que ejercieron sobre ella los miembros de más alto rango que pertenecían al templo.

Es muy reciente, yo estoy procesando que era una secta y lo hice gracias a una red que se llama Libremente, en ella me ayudaron a identificar, aparte de los abusos sexuales, otra clase de abusos como la explotación laboral y pues todas las estrategias coercitivas que ejercen sobre ti como que te desbalancean tu alimentación para poder manipularte más fácil, el canto de los mantras que es para adormecerte, reflexiona Kali durante la entrevista.

La violencia coercitiva usa estrategias de manipulación emocional y psicológica para captar personas que se encuentra vulnerables y así envolverlas en un círculo de violencia del que es muy difícil salir. Actualmente, existen un sinfín de organizaciones disfrazadas de religiones, coaching o terapias alternativas que aplican la violencia coercitiva para ganar adeptos, aseguran expertas.

Como lo señala Kali, la violencia coercitiva busca desgastar a las víctimas de manera paulatina, interfiriendo con su alimentación, ciclos de sueño e incluso usa el miedo como mecanismo de control, todo esto para someter a las personas vulnerables que están en búsqueda de una solución a sus problemas.

Las sectas coercitivas son un grupo totalitario que emplea técnicas de violencia coercitiva para captar a las personas y someterlas a la dependencia del grupo. Esta dependencia reduce la autonomía personal de los adeptos y la vinculación con su entorno familiar y social, pudiendo llegar a extremos difíciles de comparar con cualquier otra situación de interacción social, afirma Álvaro Rodríguez Carballeira, profesor de Psicología Social en la Universidad de Barcelona

Del mismo modo, Álvaro comenta que la violencia coercitiva incluye técnicas de manipulación y control, para atacar la identidad del sujeto, crearle un vacío e inducir en él luego una transformación hasta conseguir su conversión a una nueva identidad. Son estos métodos de influencia manipuladora y explotadora, que subordinan la salud y el bienestar de los miembros en beneficio del líder o cúpula dirigente.

Y es justo este robo de identidad y despersonalización lo que ha afectado de manera más profunda a Kali, quien comenta con la voz entrecortada lo difícil que está siendo para ella redescubrir quién es ya que no se conoce fuera del templo, debido a que era una niña de 11 años cuando comenzaron a implementar estas violencias hacia ella.

Todavía no tengo una recuperación, cuando entré al templo yo era muy chica y no tenía como tal una identidad y ahorita estoy intentando descubrir que me gusta. Como que siento que todavía no me conozco fuera del templo, apenas estoy surgiendo. –Kali

Salir de la secta: una confrontación personal

Como consecuencia de la violencia que Kali vivió por tantos años, el regresar a la libertad supone un impacto muy grande en su vida. Con un nudo en la garganta habla sobre la familia, amigos y memorias que perdió al estar sometida en la secta.

Porque pues eso es lo que hacen, te despersonalizan, te quitan la identidad, te absorben, te aíslan; me siento como en una especie de pausa mental, como que como si no pensara claramente. No sé, me siento pasmada, me siento sin rumbo y todo el tiempo me siento confundida, comparte Kali en la entrevista.

Entre este torbellino de emociones y de reconocimiento personal, Kali tuvo el valor de regresar al templo que hace un par de años no visitaba y aunque debido a la confusión ha pensado que debe reintegrarse a la secta para poder mejorar, ha sido fuerte y no ha cedido ante esos pensamientos.

Me siento a veces libre y a veces me siento más atrapada. No sé qué hacer con esta libertad y a veces siento que necesito volver ahí. No sé en qué si quiero estudiar otra carrera, si quiero viajar… sí quiero, pero no me siento libre a pesar de que ya no estar ahí. Y a veces me siento más prisioneras de, por ejemplo, el alcohol… ahora ya no me destruye el templo, me destruyo yo misma. –Kali

En su visita al templo dice recordar el aroma del incienso y el silencio que mantiene en calma el lugar, si bien dentro del templo es bastante conocida debido a la ola de denuncias que impulsó junto con la colectiva Vaisnavas Guerreras, Kali afirma que ninguno de los miembros la agredió de manera directa durante su reciente visita, pero con una serie de frases pasivo-agresivas, los dirigentes le hicieron saber que las denuncias por acoso y abuso sexual no habían mermado en la secta.

Ya pasó un año de todo el boom de las denuncias y ya se están reponiendo. Todos ahí saben quién soy y no me trataron mal, pero en un momento, uno de los tipos del templo –un devoto– dijo enfrente de todos que le daba mucho gusto ver a muchas personas del sexo femenino porque hace unos ayeres tuvieron conflictos, pero parecía ser que todo eso ya se superó, que van a ir hacia adelante y me volteó a ver, comenta Kali.

Kali no ha transitado este camino sola, junto con Vaisnavas Guerreras todas las que han logrado salir de la secta se han apoyado para aprender a vivir sin el sometimiento coercitivo, saben que el camino por recorrer no será fácil porque cada una tendrá que pasar por un proceso diferente para reconocerse y reencontrarse para acompañarse y acompañar a otras.

Como Kali lo reitera, las sectas operan de una manera sutil, con violencias coercitivas que suelen ser difíciles de reconocer cuando se encuentra inmerso en ellas. Kali y Vaisnavas Guerreras han creado un espacio para quienes han vivido abusos sexuales y acoso dentro del templo Hare Krishna y ahora que han podido identificar que más que una religión se trata de una secta, buscan difundir su forma de operar y acompañar a quienes están buscando escapar de una religión disfrazada de secta.