La escritora mexicana Margo Glantz, de 92 años ganó el Premio Internacional Carlos Fuentes 2022, uno de los más importantes de la literatura iberoamericana. A pesar de ser ensayista, crítica literaria y académica Margo no fue reconocida como escritora hasta los 47 años “porque no había escrito ficción”.

La autora se convierte en la tercera mujer en obtener este premio en su historia, luego de que la novelista chilena Diamela Eltit lo obtuviera en 2020, y la escritora argentina Luisa Valenzuela lo recibiera en 2019.

Margo Glantz ha inaugurado nuevas rutas para la creación y la crítica, y mantiene una rotunda vigencia literaria e intelectual que confirma, una vez más, la centralidad del quehacer literario, consideró el jurado.

El Premio Carlos Fuentes se entrega anualmente a artistas que, por el conjunto de su obra —escrita en español—, hayan enriquecido el patrimonio literario de la humanidad. Glantz recibirá el equivalente a 125.000 dólares estadounidenses, un diploma y una escultura diseñada por el artista Vicente Rojo, afirma el periódico El País.

Aguda, locuaz, combativa y tuitera, Glantz ha escrito sobre lo que la obsesiona, entre su obra destacan las novelas Las genealogías (1981), Síndrome de naufragios (1984), De la amorosa inclinación a enredarse en cabellos (1984), El día de tu boda (1982), Apariciones (1996), Zona de derrumbe (2001), El rastro (2002), Historia de una mujer que caminó por la vida con zapatos de diseñador (2005) y Saña (2006); así como los libros de ensayos Narrativa joven de México (1969), Onda y escritura (1971), Repeticiones (1979), Intervención y pretexto (1981), La lengua en la mano (1984), La Malinche, sus padres y sus hijos (1994), Erosiones (1985), Borrones y borradores (1992), Esguince de cintura (1994), La desnudez como naufragio (2005) y La polca de los osos (2008).

Margo afirma que se convirtió en lectora desde muy pequeña, por lo que su estado natural se encuentra entre las letras, pero, a pesar de llevar toda una vida escribiendo ensayos y críticas literarias, no fue considerada escritora hasta los 47 años cuando publicó sus libros de ficción.

Lo intenté antes, pero me dijeron que mis textos eran como un collar de cuentas sueltas. Entonces, decidí autopublicar el libro y después siguieron más títulos de ficción, afirma Margo Glantz.

El reto de nombrarse siendo mujer

Distintas feministas afirman que si bien es cierto que el campo literario es muy amplio y que es posible que nunca podamos conocer cada rincón de él, también es un hecho que los nombres que más abundan dentro de este mundo son los masculinos; los hombres se han llevado el protagonismo de las letras debido a que han sido considerados el estándar de la humanidad, el pedestal en el que se han subido los pone como el modelo de la inteligencia y la creatividad lo que ha provocado un repudio hacia las mujeres escritoras y su capacidad para crear una obra maestra. Para la mayor parte de la historia, Anónimo era una mujer, como lo declaró Virginia Woolf quién su nombre tiene el privilegio de resaltar entre autores.

Históricamente las mujeres han quedado relegadas a un lugar secundario en la sociedad, se impuso un rol de género en donde la vida familiar y las labores domésticas eran su única tarea ya que se llegó a afirmar que la mujer era incapaz de valerse por sí misma, por su naturaleza peligrosa y su inteligencia inferior. Es así como en la literatura se condenaban los actos “inmorales” mientras se encargaba de borrar los nombres de las mujeres de la historia literaria.

Escondidas detrás de anónimos y nombres masculinos, las escritoras quedaron en la oscuridad ya que mientras los hombres eran considerados genios por crear literatura, pinturas o fotografías, las mujeres que se atrevían a mostrar su talento sin ocultar su nombre eran comidas por una sociedad machista que les colgaba el letrero de desequilibradas y locas. Esta brecha se materializó con los premios otorgados a través del tiempo: el premio literario internacional más conocido es sin duda el Nobel de Literatura, desde su creación en 1901 hasta 2017 ha premiado a 14 mujeres frente a 100 hombres; por otra parte, el reconocimiento más importante en lengua castellana, el Premio Cervantes, tan sólo ha galardonado a cuatro mujeres frente a 38 hombres desde que se instauró en 1976.

Las violencias disfrazadas de amor están especialmente arraigadas en la cultura mexicana ya que el machismo ha empapado a las ancestras mientras las hacía pequeñas e insignificantes; un claro ejemplo de ello es Elena Garro, una escritora irreverente que revolucionó la literatura mexicana tradicional quedó a la sombra de Octavio Paz quien llorándole le pedía dejar de escribir para no opacar sus “brillantes” ensayos, lágrimas de chantaje la amenazaron pasivamente por años, tuvo que ceder ante ellas y  empequeñecerse para encajar en su matrimonio.

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Las múltiples facetas de esta increíble mujer se vieron truncadas cuando se casó con Octavio Paz ya que él obstaculizó todos los proyectos que ella buscaba comenzar, la obligó a dejar sus estudios universitarios, su trabajo en el Teatro Universitario de la UNAM, así como a olvidar sus pasiones. Durante veinte años se vio estancada entre las rutinas caseras y la maternidad, quedó detrás de Paz y mientras la carrera de él despegaba y se llevaba el reconocimiento, ella era quien sostenía su vida de casados.

Es así como, poco a poco, las mujeres escritoras, fotógrafas y artistas están comenzando a nombrarse como lo que son y su resistencia es hacer el arte que por tantos años se le negó a cada una de las mujeres.

Es ahora, cuando las voces de aquellas que habían sido silenciadas comienzan a resurgir y a sonar más fuerte que nunca para no callar nunca más. Escribid, mujeres, escribid, que durante siglos se nos fue negado. –Virginia Wolf.