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El no tener acceso al aborto afecta a la salud mental de las mujeres, de acuerdo con estudios científicos realizados con perspectiva de género.

Depresión, ansiedad, arrepentimiento y estrés post traumático forman parte de las emociones y padecimientos mentales asociados, desde una narrativa conservadora, con las mujeres que eligen abortar. Pero ahora que la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos revocó la protección constitucional a este derecho, la Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) ha colocado en la conversación pública los terribles efectos que este retroceso podría tener en el bienestar de las mujeres que, por diversas razones, no se encuentran en condiciones óptimas para maternar.

Por ejemplo, hay un estudio aplicado sobre mil mujeres en seguimiento durante cinco años para comparar a aquellas que habían abortado con quienes no tuvieron acceso a esa decisión. Y el hallazgo más relevante es que el segundo grupo de mujeres fue el único que presentó aumento en síntomas como estrés elevado a corto plazo, ansiedad, afectaciones a la autoestima y satisfacción personal e incluso inseguridad financiera.

Otro dato sorprendente es el encontrado en una investigación del Programa de Avances y Nuevos Estándares en Salud Reproductiva de la Universidad de California en San Francisco: el 99% de las mujeres que abortaron no se arrepentían de su decisión uno, tres y cinco años después.

Es importante situar el derecho al aborto en el contexto de vulnerabilidad de las niñas y mujeres a distintas formas de violencia, no solo porque ejercerlo cuando ha habido una violación parecería una garantía de sentido común, sino porque millones en el mundo viven en relaciones en las que cotidianamente son víctimas de agresiones psicológicas, físicas o sexuales.

Confieso que me quedé helada cuando leí sobre las mujeres en relaciones violentas a quienes les fue negada la opción de abortar: sus probabilidades de romper el ciclo y alejarse de sus parejas agresoras disminuían dramáticamente, de acuerdo al seguimiento de la APA. Todo esto, sin contar el riesgo en la salud física que implica practicarse un aborto en clínicas clandestinas que literalmente ponen en riesgo la vida de la paciente.

De ninguna manera estoy sugiriendo que abortar sea siempre la respuesta o la mejor opción; cada historia es distinta y hay muchos factores que inciden en la decisión. Lo importante es que sea eso: una decisión, la elección consciente de maternar o de abortar, sin mitos y sin que ninguna de las opciones ponga en riesgo la integridad física y mental de la mujer embarazada o del círculo de personas que ella considera significativas.

La autora es Maestra en Desarrollo Humano, egresada del Programa de Liderazgo de Mujeres en la Universidad de Oxford y fundadora de Ola Violeta A.C., desde donde trabaja por el derecho a la conciencia corporal de niñas y mujeres. Su buzón de twitter está disponible en @MaElenaEsparza