Esta carta va dirigida a las mujeres que resurgen del más profundo dolor, aquellas que les impusieron una forma de vivir, sintiéndose presas y reclusas en su propio cuerpo. Mujeres que rompen con todo aquello que las oprime y encadena, usan su voz, su cuerpo, su energía para luchar y transformar se y ser mujeres fuertes que nada ni nadie las detiene. La lucha sigue en pie y jamás las volverán a silenciar. 

Carta a mis ancestras

La mañana es cálida y hasta cierto punto acogedora, agotada mentalmente, físicamente cansada por los dolores, hoy escribo estas primeras  letras desde el fondo de mi ser.  Que complejo es hacerle frente a  tu historia de vida,  una historia que está marcada por otras mujeres que te antecedieron.

Tu abuela, tu madre, tu hermana y así la lista sigue hasta llegar a ti, mujeres que fueron criadas desde un sistema patriarcal, misógino, heteronormativo y machista. Soy tan parecida físicamente a mi ancestra materna, con ese carácter  enérgico y fuerte, antes no lograba entender las pláticas en la  sobremesa , cuando mi madre me contaba sobre la vida de mi querida abuela, aquella mujer que las circunstancias la orillaron a  hacerse cargo de sus hermanas y hermanos, siendo tan joven e inexperta, no tuvo de otra, asumió el rol de madre, sola sacó adelante a sus hermanxs.

En aquella época no se hablaba de estudios, y mucho menos se pronunciaba que las mujeres fueran a la escuela. No, la mujer se queda en casa para atender a los demás, para esperar la llegada de los demás, con el tiempo se transforma en parte de la decoración, ¿ A quién le interesa cómo puede sentirse esa persona cansada de las labores domésticas?

Josefina crió como pudo a sus  hermanxs, una mujer respetada por los integrantes de la comunidad que formó, el tiempo transcurrió y como era de esperarse se casó con un hombre mayor, era la costumbre o ¿no?, que los hombres eran unos cuantos años mayor. No se habla de violencia doméstica al interior, pero me pregunto si solo la violencia doméstica pudo existir en esos años de concubinato, que hay de la violencia de género, la violencia psicológica, verbal etc.  

Mi apreciada Mari jamás dijo que su padre le había  levantado la mano a su progenitora, pero la recuerda como una mujer misteriosa ¿por qué misteriosa? Porque a su manera  demostraba su cariño y afecto hacia sus hijxs, pero con su única hija era totalmente distinto. La crió dándole continuidad a esa línea, donde la mujer sigue atendiendo a los demás, siempre viendo a los demás y dejando de lado el bienestar propio.

Ahora en esta época ya se permite que la mujer acuda a la escuela, o más bien no es que se permita, si no que ahora la mujer también tiene el mismo derecho que el hombre al  estudiar y aprender en las aulas.  Me pone melancólica  escuchar la historia de  ella, pero a la vez detrás de esas palabras hay  lecciones.

Me cuenta cómo tenía que hacerse cargo de las labores del hogar, el mismo patrón que mi ancestra materna, mientras mis abuelxs trabajaban, ella hacía milagros con el mucho o poco gasto, tenía que hacer de comer para todos, limpiar la casa, lavar la ropa de los hermanos, un sin fin de tareas durante el día, y ya agotada de tanto trabajo no remunerado, debía acudir a la escuela. A ella le gustaba la escuela, pero después ya no hacía las actividades con la misma ilusión o pasión, llegaba tan cansada ya a sus clases, iba más de fuerza que de voluntad.

¿Las cosas han cambiado?

Esto sigue ocurriendo en la actualidad, cuántas mujeres estudian y trabajan a la vez, se parten  en pedacitos para hacer distintas actividades, rinden al cien en una actividad pero en la otra ya se encuentran fastidiadas o simplemente es el cansancio que no te permite concentrarte. No sucedería si repartiera las actividades entre los demás y no dejárselo a un solo integrante, sin embargo, las creencias siguen arraigadas,  de que la mujer está para servirle a los otrxs, no importa si estás enferma, agotada, eso no importa en una sociedad como esta.

Aparece el doble discurso de aquellos hombres que dicen “yo le ayudo a mi mujer”, el mismo hombre que se molesta si no está la comida  servida a tiempo, el que exige, grita y golpea.  Cuando era pequeña no entendía porque Mari no quiso continuar con sus estudios, hoy la entiendo más que nunca, y viene a mi esa imagen mental de ella haciendo todas las labores sola sin ayuda, porque mi ancestra se lo ordenaba.

¿Quién tiene la culpa? ¿Acaso la tiene ella por quedarse callada y no decir basta? o ¿Mi abuela por dejarle tareas y responsabilidades que no le correspondía a mi madre?   No será más bien que es el sistema de creencias y costumbres en el que somos educadas, y que se transmite de generación en generación, es el mismo molde, el mismo patrón que se mantiene vivo durante años.

Como podría culpar a Josefina de que Mari ya no haya tenido ganas ni ánimos de estudiar a nivel profesional, no podría criticarlo ni juzgar, porque ella  vivió y pasó por las mismas situaciones, ella también pudo tener el anhelo de estudiar en su época, tener aspiraciones y sueños, que se vieron truncados.

Mari está orgullosa de sus dos hijas que continuaron y lucharon por sus objetivos profesionales, hace que recuerde cómo fue mi infancia, y la infancia de mi hermana y compañera de vida . La sociedad nombrará a mi viejita querida como “madre soltera”, un término que a mi parecer suena despectivo y ofensivo.

Madres "solteras"

Para mí, no son madres solteras, son madres fuertes que tuvieron la rabia y el coraje necesario para salir adelante, después de todos los  insultos, humillaciones, degradaciones que recibieron de sus seres que aparentemente las querían, protegerían y solamente  les dieron la espalda.

Unos años atrás era mal visto ver a una madre soltera por las calles, no faltaban los comentarios burlones y sarcásticos de ¿Dónde está el papá?, ¿Quién será el papá? De seguro se metió con un hombre casado y ya la dejó con el paquete.  Las y los niños en la  escuela  no entienden porque  solo está la figura materna, se dirigen hacia ti diciendo “tu no tienes papá”, de pequeños decimos muchas cosas, a veces no comprendemos del todo las situaciones.

Para la sociedad es muy fácil  apuntar  con el dedo aquella mujer que fue abandonada  con una bebé en brazos,  los otros se convierten en jueces y verdugos, hacen leña del árbol caído, disfrutan del sufrimiento ajeno. En esa época mi compañera de vida fue criada por mi abuela, mientras mi madre  trabajaba largas horas de jornada para llevar el sustento a casa.

Porque solo señalar a las mujeres y no hacer visible la responsabilidad paterna, visibilizar a aquellos hombres que les es fácil deslindarse de responsabilidades, la mujer se queda con la carga o "el paquete", como dicen coloquialmente. El Estado pretende ayudar a las madres solteras ofreciéndoles apoyos económicos, tarjetas con despensa, ya saben sus programas sociales, los cuales son una burla, una miseria que reciben las mujeres. 

¿Eso es suficiente?

No, realmente no creo que eso sea suficiente, pero es lo único que hace el Estado por ellas, les dan unas migajas de ayuda o estímulo económico, pero donde queda la parte afectiva y la convivencia que pierden con sus hijas e hijos por estar trabajando todo el día para llevar el pan a la mesa.

Así fue mi infancia, mientras ella trabajaba, yo me quedaba en casa esperando su llegada, envuelta en cobijas dormida porque aún era un bebé, mientras que mi hermana transitaba la etapa adolescente y sus complejidades que emanan de ella. Años más tarde ambas coincidimos en que hizo más falta la  presencia de esa figura materna, aún así apreciamos cuando ella regresaba del trabajo, exhausta y adolorida de sus pies, pero con una sonrisa al ver a sus hijas y saludarlas.

Le  llevó años derribar esos pilares y muros de machismo interiorizado, quitar los ladrillos de la violencia, abrazar a su cuerpo y enseñarles a sus hijas que el color de su piel es hermoso tal y como es, que no hay defectos en él, que cada cicatriz, cada marca nos hacen únicas y valiosas. Enseñarnos que cualquier mujer es valiosa y merece respeto, no importa sus errores y tropiezos, ¿Quiénes somos lxs demás para juzgarlas?

 

MaryJose Cruz Rosas (La Mon)

Egresada de la carrera de Comunicación, especialidad en Educación, investigadora feminista, amante de la historia, mujer hecha de contrastes, sensibilidad e intuición.