¿Hay una trabajadora del hogar que reciba apoyo en las las tareas que le tocan? ¿Le diste contrato? ¿Tiene vacaciones? Son preguntas sencillas que en cualquier otro trabajo parecerían de respuesta obvia, pero lamentablemente en el caso de las trabajadoras del hogar las condiciones son mucho menos claras.

Es indispensable aferrarnos a la exigencia cotidiana de nuestro derecho a una vida libre de violencia, pero en todos los espacios de interacción social. Y aquí quiero platicarte sobre Marcelina Bautista, a quien tuve el privilegio de conocer hace poco.

Ella encabeza una causa sobre la que no vi ninguna pancarta o playera en la marcha, del 8M, ni tampoco me he encontrado muchas notas en los medios o hashtags para sumarnos a su lucha que es, ni más ni menos, dignificar la actividad e imagen de las trabajadoras del hogar; son más de dos millones en nuestro país y durante la pandemia despidieron a 300 mil, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Lo más seguro es que la mayoría no puedan salir a manifestarse porque su actividad carece de regulación y protección, al grado de que muchas de ellas se convierten en posibles víctimas de trata de personas en la modalidad de explotación laboral. Sus cuerpos son objetivados, como propiedad de quienes las emplean; sus documentos extraídos y con el pretexto de la pandemia a muchas les redujeron el sueldo —que suele estar en un promedio de 4 a 5 mil pesos al mes, según me contó Marcelina en un encuentro en el Consejo Ciudadano de la CDMX— a otras les dejaron de pagar y a algunas más incluso les prohibían salir en su día de descanso con el pretexto de que no regresaran contagiadas.

Ángeles es empleada domestica, gana 100 pesos por día trabajando más de doce horas lavando, cuidando niños, cocinando, haciendo labores del hogar. Acepta el salario porque la dejan llevar a su bebé (Foto: Cuartoscuro).

EL VALOR DE LAS LABORES DE CUIDADO

A finales de 2021, el Inegi reveló que el valor del trabajo no remunerado en los hogares ascendió durante el año previo a 6.4 billones de pesos, lo cual equivale al 27.6 por ciento del PIB. Las labores de casa y de cuidados que realiza cada mujer equivalen a 69 mil 128 pesos anuales. Sin embargo, son invisibles en la narrativa del sistema productivo y me pregunto qué porcentaje de esa carga la absorben las trabajadoras del hogar en condiciones laborales injustas e incluso indignas. Es imposible saberlo.

Hace 22 años, Marcelina Bautista fundó el Centro Nacional para la Capacitación Profesional y Liderazgo de las Empleadas del Hogar (CACEH) y hoy —cuando la agenda de género se ha colocado en como eje de la discusión social y política— es tiempo de agradecerle, con acciones, que nos permita visibilizar la realidad de millones de mujeres que quizá no pueden darse el lujo del activismo pero existen como sujetas de derechos. Y sufren violencia.

Un primer paso práctico podría ser revisar, en caso de que seas empleadora de una trabajadora del hogar, si las condiciones en que trabaja son correctas en términos éticos y humanos. También alzar la voz cuando sepas de alguien que las violenta física, psicológica o económicamente; puedes reportar de forma anónima al Consejo Ciudadano por llamada o chat al 55 5533 5533.

Todas somos mujeres, con o sin uniforme; reconocerlo y actuar en consecuencia es sororidad. Después de todo, el 8M surgió de la lucha de trabajadoras de una fábrica textil por condiciones laborales justas y este 30 de marzo es el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar: ¿nos unimos a su causa?

MARÍA ELENA ESPARZA GUEVARA, Maestra en Desarrollo Humano, comunicóloga feminista y activista por el derecho a la conciencia corporal.