Las mujeres no son tontas, tampoco están locas, no “tienen el amor que les alcanza” ni “les gusta la mala vida”. La creencia de que las mujeres son responsables de las violencias de las que son sobrevivientes fomenta la revictimización y la violencia machista, según expertas feministas.

El vínculo traumático es la interacción de dependencia que una víctima de violencia genera con su agresor a pesar de los maltratos. Suele ser difícil desvincularse porque cuando se llega a un grado de violencia física generalmente la víctima ya no tiene redes de apoyo o recursos cognitivos y emocionales que la respalden para llevar una vida como persona independiente, explica la psicóloga feminista Bárbara Sánchez.

¿El amor todo lo puede?

Las mujeres que mantienen este vínculo traumático sienten que han faltado al mandato de “ser buena” para él, se sienten culpables por haber dejado de “aguantar”, y hasta se creen la causante del estallido de violencia, mencionan las expertas.

“Conmigo era una persona con los demás era otra, hasta la fecha sigue así. Pensé que algún día todo esto se iba a arreglar o que (él) iba a respetar mis decisiones, mi cuerpo y mi aspecto físico, pero no fue así, (la violencia) fue incrementando” platica una sobreviviente de violencia machista y a quien por seguridad nombraremos Rosa.

La violencia escala, a su vez el vínculo se sigue reafirmando; la psicóloga Bárbara Sánchez menciona que esto se puede explicar haciendo un análisis de las fases en las que un maltratador va generando el vínculo afectivo con la víctima.

“Por ejemplo, la manipula para sustraerla de su círculo de apoyo hasta aislarla totalmente. Cuando eso sucede, el maltratador adopta el papel del único vínculo que tiene la víctima para apoyarse. También está el círculo de la violencia en donde hay fases de tensión, agresión y reconciliación "luna de miel"... En esta última fase es donde a pesar del maltrato previo, se vincula la víctima al agresor ya que aparentemente todo está bien y las emociones son intensas”.

“Sí me manipuló por varias razones, primero porque decidimos adoptar un hijo juntos y él tenía la custodia del niño. Por eso tenía que estar casada con él forzosamente, tenía que hacerlo todo en pareja para que pudiera adoptar a mi hijo”, platica Rosa en entrevista.

Rosa cuenta que cuando estuvo en una relación violenta por aproximadamente 4 años, su agresor le decía que no iba a firmar los papeles donde le entregaría la custodia de su hijo por completo hasta que se casaran. Afirma que también él condicionó la adopción mencionando que no iba a firmar si no tenían relaciones sexuales cuando él quisiera.

“Decidí quedarme con él después de que vino mi hijo, eso hizo que sí me quedara con él, pero no fue por falta de dinero fue más por manipulación”.

 

El círculo que se puede romper

En el contexto del vínculo traumático, el ejercicio de poder por parte del agresor es clave para tener el control sobre la víctima y normalmente: recorta recursos, limita que tengas acceso a redes de apoyo como amigos, familia, lugares seguros, dinero, etc.

Rosa cuenta que durante la relación que mantuvo con su agresor, él la mantenía incomunicada de su familia, amigos y cualquier círculo social. Él “había cortado la comunicación de la casa, me quitó el celular” e incluso le intentó cortar el cabello una vez.

Un factor importante es que el agresor siembra inseguridades en la víctima sobre su valor como persona a modo de que ella busque su aprobación. El vínculo traumático explica por qué la víctima llega a manifestar por su agresor sentimientos intensos de proximidad, fidelidad y cariño.

Es un fenómeno complejo, pues la víctima considera que el agresor es el único que puede garantizar su supervivencia o quien debe darle la valoración que ella no encuentra en sí misma, por lo que busca siempre la manera de complacerlo.

“Imagínate que te repitan constantemente ese discurso y te refuercen la idea de que tu maltratador también es tu salvador y que además no tienes a nadie más…” menciona la psicóloga feminista Bárbara Sánchez.

"Si te pega, no te ama"

El maltratador se encarga de reforzar en su víctima la esperanza de que todo va a cambiar después de un episodio violento. Durante la fase de "luna de miel" el agresor hace promesas de cambio, propuestas de ir a terapia, negociaciones en la relación, acepta condiciones; explica la psicóloga Bárbara.

“En algún momento creí que todo iba a cambiar, fuimos a terapia juntos, puse límites en su momento, hablamos y creí que en algún momento iba a cambiar, pero es la persona más sociópata que yo conozco” cuenta Rosa respecto a la manipulación que ejercía su agresor.

El bombardeo de amor se muestra cuando el agresor hace lo que siempre quisiste que hiciera, te presenta a sus amigos, te presume, te regala flores, es detallista, etc.

“De hecho el discurso del agresor (me he dado cuenta) siempre va orientado a este romanticismo heteronormado sobre ‘tengo que sacrificar todo por amor’ o una especie de ‘vinculación a nivel espiritual’, como si su amor (agresor y víctima) fuera único” comenta la psicóloga respecto a la experiencia que ha tenido con sus consultantes sobrevivientes de violencia.

La relación se da en un ciclo repetitivo e intermitente de fase de explosión y luego de "luna de miel", en la que el maltratador muestra arrepentimiento por los hechos violentos, pero no es genuino, afirman expertas.

Los maltratadores no pueden lidiar con la idea de que su pareja los abandone y hacen lo que sea para mantener el control de sus víctimas, y así convencerlas de quedarse a su lado, teniendo con ellas algunas muestras de amor y consideración.

Al respecto, Rosa cuenta que cuando ya estaba por tener la documentación para tener la custodia absoluta de su hijo tuvo una pelea con su agresor. La violencia escaló, “hubo una pelea muy fuerte, casi me rompe la pierna porque me aventó sobre una una mesa de cristal; me tuvieron que dar unas puntadas en el brazo y en la pierna. Ahí fue cuando dije esto ya no puede seguir”.

No estás sola

“Yo creo que logré salir de ahí viva por mi suegro, él ponía los límites con su hijo y a él le (su agresor) hacía mucho caso”.

Rosa decidió salir de la casa donde vivía para poner a salvo a su hijo, menciona que fue su suegro quien la ayudó a salir de ahí. Después tuvo otras relaciones afectivas con varones, sin embargo, ella confiesa que en realidad lo que buscaba era un “guarura” que la cuidara, pues ella no podía dejar de tener contacto con su agresor, ya que aún forma parte de la vida de su hijo.

“Hay muchos hombres que se aprovechan de tu dolor porque saben que estás mal porque saben que estás dolida y pues con eso tienen para involucrarse contigo y manipularte de nuevo y caer en violencia. Ahí fue cuando entendí que cuando terminamos una relación violenta necesitas sí o sí acompañamiento”, expresa Rosa.

Las expertas en violencia de género afirman que si la víctima no cuenta con redes de apoyo y acompañamiento profesional, la probabilidad de que regrese con el agresor es muy alta. Por el contrario, cuando una mujer víctima se siente acompañada y comprendida, en poco tiempo el miedo que le hizo alejarse desaparecerá y crecerán de nuevo sus necesidades afectivas.

“No es que las mujeres suelan extrañar a su agresor (no siempre), sino que no conocen otra cosa, las desarman completamente” sentencia Bárbara Sáncez, psicóloga feminista y acompañante en casos de violencia de género.

El agresor ya habrá empezado su tarea de acercamiento, de mostrarse arrepentido y que está dispuesto a cambiar si ella le da otra oportunidad. Sin embargo, es importante que la víctima esté lo más aislado posible del ambiente hostil.