Por mucho tiempo las mujeres no fuimos bien vistas como escribanas, las primeras mujeres escritoras tuvieron que pasar por muchas dificultades, entre ellas, cambiarse el nombre, o volverse monjas como Sor Juana Inés de la Cruz, o confrontarse con la envidia de la pareja en el caso de Rosario Castellanos, o disfrutarse en el intercambio como Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, o vivir de manera irónica una “soltería” en el caso de Jane Austen.

Si bien, en el ámbito privado éramos las “reinas del hogar” desde la asignación de roles y estereotipos, en el ámbito público éramos una incomodidad, poco reconocidas y mucho más subordinadas. La sociedad no veía con buenos ojos el que las mujeres quisiéramos asomarnos al mundo público, donde estaba el arte, la escritura, la política, entre muchas cosas más, lo cual era visto como “poco femenino” ya que estos espacios eran asignados a los hombres, así que “poco” era lo que tendríamos que aportar.

Por suerte, en México y otros países han surgido iniciativas que a través de diversos grupos y espacios, fomentan, forman, acompañan, difunden e impulsan a que las mujeres escribamos. Algunas de ellas en México son DEMAC, FENALEM Escritoras Mexicanas, La Cadera de Eva, SemMexico, CIMAC, La Fundación Elena Poniatowska Amor, legitimando cada vez más la escritura, las palabras, el decir, el sentir y las perspectivas de las mujeres tanto en el ámbito público como en el privado.

"Y si la escritura se convierte en un modo de vida"

Una Virginia Woolf hace ochenta años, habló de la importancia de tener un cuarto propio y una solvencia económica para que las mujeres pudiéramos escribir sin culpa, refiriéndose más bien, a la posibilidad de contar con un espacio en la mente para permitirnos pensar, confrontar y crear. Lo cual no solo aplica para las mujeres en la escritura, sino para cualquier persona que desee expresarse a través del medio que decida.

Virginia Woolf, National Potrait Gallery

Y sí, la escritura se convierte de pronto en un modo de vida, te permea y todo el tiempo piensas en escenas, imágenes, o diálogos que te evocan emociones, situaciones, preguntas, cuestionamientos, es una interacción constante del adentro y el afuera, que se sobre escribe en tu cuerpo y termina en un escrito, en una idea, en una interrogante, en un gozo, en un aterrador encuentro, y a veces en un sereno espacio de sin respuestas.

Mi encuentro con la escritura, creo que fue siempre a través de mi diario personal, era el refugio para dejar aquello que me atormentaba y me emocionaba, registrar aquello que era necesario no olvidar, recordar los detalles de las escenas para repensarlos una y otra vez, tal vez de manera obsesiva. Luego los paseos que de pequeñas hacíamos mi hermana y yo, con mi padre a la imprenta donde trabajaba, era fascinante desde la entrada, los olores, los diferentes focos de colores, la elaboración de los linotipos para escribir, las máquinas que fundían los lingotes de plomo con estaño, los diurex de colores, las mesas de vidrio donde armaba cada página, los diferentes pliegos de papeles, el sonido de las impresoras, la elección de fotos o imágenes colgadas, y luego mirar que todo eso se convertía en comics, revistas, o libros, era fascinante, y claro, recuerdo que en su mayoría eran hombres y muy pocas mujeres en ese espacio.

Todo eso, creo se quedó “almacenado” y de adulta tras varias pérdidas significativas, la muerte de mi abuela me quebró indudablemente el corazón, así que intenté ponerle palabras a la ausencia y nació un libro, luego en el sismo de 2017 fui brigadista en dos sedes y después de un mes de estar en contacto permanente con las pérdidas de la gente, me quebré a solas, frente a mi computadora llorando y escribiendo hasta terminar mi texto y en el punto final encontré serenidad. Las imágenes pasaron una a una y mi admiración por esas personas crecía porque aun cuando literalmente la tierra se tragó su vivienda, su pulsión de vida seguía al pie del cañón, y lo fuerte que era la pulsión de vida que nos invadía cada vez que se escuchaba un latido de corazón entre los escombros al que llame el silencio de la vida. Ambos publicados en DEMAC quien ha sido muy significativa en este andar, y de ahí, no solté la posibilidad de seguir plasmando mi perspectiva y mi sentir, mi estar en este mundo, ahora desde La Cadera de Eva.

Ha sido un placer escribir de manera lírica, es tan rico estar frente a tu computadora, en ese, tu espacio amoroso, creativo, íntimo, compartiendo con el amante perfecto, con esa otra parte tuya que existe dentro de ti, que te tiene anonadada escribiendo, corrigiendo y plasmando lo que piensas, dudas y sientes. Con quien te permites, ser lo más honesta posible al hablar de tus miedos, inquietudes, ocurrencias y preguntas, que te llevan a plasmarlos en palabras, en ideas. A veces el tiempo corre sin darte cuenta hasta la madrugada, charlando plácidamente con tu texto sin darte cuenta escribes, escribes, y escribes extasiada hasta llegar a la calma, o al punto donde prefieres tomar distancia, y en esa calma, te invade una rica sensación de poder ser sin miedo alguno.

Luego comienzas a alejarte, te vas soltando poco a poco de los brazos de ese amante que acaparó por muchas horas tus sentidos, tu creatividad, tu cuerpo, tu pulsión de vida. Sigilosamente y en cuclillas te vas y transitas al “mundo real” al afuera, volviendo a la cotidianidad de tu día, convirtiéndose un ejercicio para sucumbir a lo más profundo y ominosos de la vida, y salir más o menos ilesa, como diría Woolf un espacio para permitirnos gozar, sin sentir culpa alguna y también por supuesto para repararnos el alma.

Norma G. Escamilla Barrientos es licenciada en pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.

@EscamillaBarr